VOLVERNOS DE LAS ENSEÑANZAS Y LOS DONES
PARA TOMAR A CRISTO COMO ALIMENTO
El Señor nos ha impartido una carga mediante la revelación de que las enseñanzas nunca pueden edificar la iglesia. Tampoco los dones funcionan. Únicamente Cristo como vida puede edificar la iglesia. Las enseñanzas nos ayudan a entender que necesitamos a Cristo como vida, y enseñanzas buenas y apropiadas ministran a Cristo como vida en nosotros. Pero las enseñanzas por sí solas no funcionan. Todos necesitamos a Cristo, no al Cristo en la doctrina, sino al Cristo viviente como Espíritu vivificante. El Cristo que es el Espíritu realmente funciona. Asimismo, los dones son buenos, pero los dones son un medio, un utensilio, que ayuda a las personas a conocer a Cristo en realidad. Los dones no son Cristo. Los dones nos ayudan a tomar a Cristo, pero si sustituimos a Cristo por los dones, actuamos mal. Debemos comer a Cristo. Sin embargo, lo trágico hoy es que las personas le ponen mucha más atención a los dones que a Cristo. Todos tenemos que volvernos de las enseñanzas a Cristo, y todos tenemos que volvernos de los dones a Cristo. Cristo —y solo Cristo— es la sustancia, el elemento y todos los ingredientes del alimento espiritual, así que debemos tomar a Cristo.
Cristo es el árbol de la vida. Cuanto más recibimos a Cristo en nosotros, más tenemos el fluir interior. Si decimos: “Oh, Señor Jesús” diez veces, tendremos el fluir del agua viva en nosotros. Entonces debemos tomar la Biblia, y abrirla en cualquier página y orar-leer unos cuantos versículos. No debemos simplemente ejercitar nuestra mente para entender la Biblia; debemos ejercitar nuestro espíritu para orar la Biblia. Al orar recibimos la Palabra; comemos la Palabra. Yo les aseguro que si invocan al Señor y oran-leen de esta manera en las mañanas, algo fluirá en su interior que los refrescará, y juntamente con este fluir tendrán el nutrimento, la iluminación, el fortalecimiento, el consuelo, la regulación y la saturación. Esto causará que ustedes sean transformados. La iglesia es edificada en virtud de esta transformación.
Somos hombres de barro. No importa si somos de la clase baja, clase media o clase alta, ni si tenemos un doctorado, ni si carecemos de una educación, todos somos pedazos de barro y, como tales, no somos útiles para la edificación de la iglesia. Estamos llenos de “lodo”. No importa que seamos bárbaros o escitas, circuncisos e incircuncisos, esclavos o libres, grandes o pequeños, ni que seamos hippies de la calle o portemos una corbata, seguimos siendo pedazos de barro. Si construimos un edificio con el barro, y viene una tormenta, el edificio se convertiría en un pantano. Hay demasiados pantanos en los Estados Unidos hoy. Un pantano no es una tierra seca ni un río que fluye. No obstante, cuanto más fluir haya en nosotros, más del barro será eliminado, y seremos transformados de día en día.
(Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo, capítulo 6, por Witness Lee)