Llevar fruto que permanece, tomo 2, por Witness Lee

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DIOS HECHO CARNE ES EL MISTERIO MISMO QUE ENTRA EN EL HOMBRE

Esto fue así hasta que un día de entre la descendencia de Abraham hubo una mujer llamada María, quien dio a luz a una persona maravillosa. Por un lado, esta persona maravillosa, Jesús, era un hombre; por otro, Él también era Jehová. Por consiguiente, Él era Emanuel, Dios con el hombre (Mt. 1:23). Fue en aquel tiempo que el misterio en Dios empezó a entrar en el hombre. Durante todo este viaje de cuatro mil años, de Adán a Abraham y de Abraham a Cristo, Dios no estuvo ocioso en ningún momento. Al contrario, estuvo muy activo. Él creó el universo con todas las cosas que hay en él, y creó al hombre. Posteriormente, hizo muchas cosas en la historia humana.

Luego un día este Dios con Su misterio entró en una mujer de entre la humanidad y fue concebido, y después salió del vientre de ella. Éste es el hombre del cual hablan los cuatro Evangelios. Él era una persona tan maravillosa y misteriosa que nadie podía conocerlo ni hablar de Él a fondo. Él era tanto hombre como Dios, tanto Jesús como Jehová. Más aún, Él era también la vida, la luz, el amor, el sol y la estrella de la mañana. Él era mucho más que cualquier descripción humana porque era verdaderamente una persona maravillosa y llena de riquezas. Cuando Él estuvo en la tierra, las personas podían estar a Su alrededor, morar con Él, y caminar y vivir con Él cada día, pero nadie llegó a conocerle a ciencia cierta. Los discípulos que estuvieron con Él por tres años y medio lo observaron cada día. Ellos le tocaron, e incluso Juan se reclinó en Su pecho; sin embargo, no hubo nadie que supiera quién o qué era Él. La razón es que en aquel tiempo el misterio de Dios había entrado en Él.

Debido a la encarnación, el misterio que originalmente estaba en el Dios del universo ya se encontraba en un hombre en este universo. El misterio en esta persona era exactamente igual al misterio que estaba en Dios. Sin embargo, este hecho no sólo lo ignora la gente del mundo, sino incluso muchos en el cristianismo. En la época del apóstol Pablo, florecieron diversas filosofías, especialmente la filosofía griega, en los alrededores del mar Mediterráneo. Hace dos mil años la tierra habitada se centraba en torno a la región del mar Mediterráneo. Las antiguas culturas babilónica y egipcia, y sobre todo la cultura griega, se habían extendido hasta el mar Mediterráneo. Además, la cultura judía también estaba allí. Estas cuatro culturas se mezclaron entre sí, dando por resultado cierta clase de filosofía. Sin embargo, ni siquiera con esta filosofía la gente supo que el misterio que originalmente había estado en Díos, había entrado en una persona para ser el misterio que está en el hombre.

Después que el Señor Jesús efectuó la redención, el evangelio fue predicado a las personas de las naciones alrededor del mar Mediterráneo. Sin embargo, aunque las personas oyeron mucho acerca de Él, no lo entendieron. Incluso los gnósticos, quienes tenían una elevada reputación en ese entonces y cuyas teorías filosóficas eran muy misteriosas, no tuvieron ninguna visión de este misterio. Sin embargo, Aquel en quien el misterio estaba, no pudo ser restringido y detenido; al contrario, Él estaba listo para crecer y multiplicarse. Él fue un grano de trigo que llegó a ser cien granos. Luego, los cien granos llegaron a ser diez mil, y los diez mil llegaron a ser incontables granos.

(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 9, por Witness Lee)