LAS REUNIONES DE HOGAR
SON NUESTRO CANAÁN, LA BUENA TIERRA
Nuestras reuniones de hogar no son una esclavitud; al contrario, las reuniones de hogar son agradables y buenas. Nuestras reuniones de hogar deben ser nuestro Canaán, la buena tierra. Debemos esforzarnos no sólo por entrar en ellas, sino también por desarrollarlas, de modo que cada reunión de hogar llegue a ser nuestro Canaán, la buena tierra. Para ello, debemos fortalecer nuestras oraciones, esforzarnos para recibir la carga y hacer todo lo posible por laborar en cada hogar y por fortalecer cada hogar. Debemos llegar temprano antes que empiece la reunión, y luego quedarnos por un buen tiempo después de la reunión. No debemos planear estar en una reunión de hogar por cincuenta minutos y luego asistir a otra reunión por otros cincuenta minutos. Si hacemos esto, no podremos producir Canaán. La tierra de Canaán necesita ser desarrollada, cultivada y regada. Aunque supuestamente la reunión sólo debe durar cincuenta minutos, si estamos dispuestos a estar allí por hora y media, y las personas están contentas con nosotros y no están aburridas, esa reunión de hogar será exitosa y tendrá el potencial de convertirse en nuestro Canaán.
Alguien podría preguntar: “¿Qué sucederá si no podemos laborar en tantos hogares?”. No importa cuál sea la situación, debemos esforzarnos por laborar. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance y laborar tanto como podamos. Tenemos que producir algunas “tierras de Canaán” de entre los hogares que cuidamos. Después de invertir tanto esfuerzo, no queremos ver que todos los hogares sean inestables y que ninguno de ellos sea una tierra de Canaán. Sería lamentable si sucediera así. Por lo tanto, tenemos que producir algunas “tierras de Canaán” que sean estables. Además, debemos prestar atención y observar si debemos combinar unos cuantos hogares de la vecindad para enseñarles cómo tener una reunión de grupo pequeño. Usando esto como punto de partida, debemos llevarlos a que se conozcan mutuamente y a que tengan su propia reunión. Al mismo tiempo, podemos guiarlos para que tengan una reunión más durante la semana. Si al principio sólo tienen una reunión, podemos ayudarles a que añadan otra reunión. Sin embargo, no debemos añadir demasiadas reuniones al principio. Es suficiente que se reúnan dos veces a la semana, una vez el día del Señor y otra vez durante la semana. Esto depende de cómo lo hagamos. Además de ello, debemos ayudarlos a que establezcan un vínculo con la reunión que se efectúa en el salón de reuniones. Según el distrito al cual pertenezcan, debemos llevarlos al correspondiente salón de reuniones para que asistan a la reunión de la mesa del Señor. Todo esto depende de nuestro esfuerzo. Si nos esforzamos, ciertamente obtendremos un resultado.
(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 3, por Witness Lee)