Llevar fruto que permanece, tomo 2, por Witness Lee

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LA MANERA DE EXPERIMENTAR EL LLENAR DEL ESPÍRITU SANTO: CONFESARNOS ANTE EL SEÑOR

Apropiarnos del hecho de que morimos juntamente con Cristo en la cruz y ofrecernos totalmente al Señor son asuntos que están relacionados con algo práctico, a saber, con la confesión de nuestros pecados. Si no confesamos nuestros pecados de una manera cabal, le resultará muy difícil al Espíritu Santo obtener una base en nosotros, y no podremos apropiarnos del hecho de haber muerto juntamente con Cristo en la cruz. Más aún, tampoco podremos consagrarnos al Señor. Así que, éste es un asunto básico al cual debemos prestar atención.

Cuando tomemos la delantera en las reuniones de hogar, debemos llevar a los nuevos creyentes a confesar sus pecados. Hay una manera apropiada de confesar nuestros pecados. No debemos hacer una confesión general, diciendo: “Oh Señor, soy pecador. Señor, Tú moriste por mí y llevaste mis pecados”. Debemos enseñarles a que aparten al menos cierto tiempo para acudir al Señor, personalmente y por cuenta propia, y decirle: “Oh Señor, soy pecador. Resplandece sobre mí. Estoy dispuesto a confesar cabalmente mis pecados delante de Ti”. Después de hacer esta oración, si ellos sienten que hay un pecado particular en ellos, deben confesarlo. Por ejemplo, si alguien ha golpeado a su hermana menor, debe confesarle la falta a ella también. Si ha mentido en el pasado o recientemente, debe entonces confesar el pecado de mentir. La confesión es semejante a quitar el polvo y limpiar. Antes de quitar el polvo, tal vez no nos percatemos de que haya tanto polvo, pero cuanto más limpiamos, más polvo sale a la vista. Parece que cuanto más quitamos el polvo, más polvo hay. En realidad no es que haya más polvo, sino que éste se hace más visible. Después que hayamos terminado la limpieza, ya no habrá más polvo, y todo estará limpio.

Debemos hacer una confesión minuciosa y cuidadosa, en vez de hacer una confesión general y a la ligera

No debemos confesar nuestros pecados a la ligera, como alguien que sólo limpia las áreas que están a la vista y no las que están escondidas. Si usted va a la casa de dicha persona, no se atreverá a mirar debajo de su cama ni en los rincones de la casa donde hay polvo por montones. Cuando esta persona barre el piso, barre en círculos, sin meter la escoba en los rincones de la casa. En una casa como ésta, los bordes del mueble del lavamanos también están sucios y tienen manchas. Temo que confesemos nuestros pecados al igual que una persona que barre el piso en círculos, y que únicamente confesemos los pecados que están “dentro de este círculo” y no los que están “en los rincones” y en “los bordes”. Por eso, parece que cuanto más confesamos nuestros pecados minuciosamente, más pecados tenemos. En realidad, cuantos más pecados confesemos, menos pecados tendremos, sólo que éstos se harán más manifiestos. Al comienzo de nuestro tiempo de confesión primero debemos acercarnos al Señor y tener contacto con Él. Luego, cuando sintamos que tenemos pecados, debemos empezar a confesar, no sólo los pecados más grandes, sino también los más pequeños e insignificantes. Cuanto más confesemos, más tendremos que confesar. No debemos confesar de modo general, sino detalladamente, confesando un pecado tras otro, uno por uno. Después que hayamos confesado nuestros pecados de esta manera, ciertamente seremos llenos del Espíritu Santo interiormente.

Debemos guiar a los nuevos creyentes de tal modo que los ayudemos a ser llenos del Espíritu Santo en su interior. No necesitamos seguir el contenido completo de Lecciones de vida. Podemos guiar a los nuevos creyentes a que confiesen sus pecados conforme a nuestra experiencia. Cuando los llevemos a confesar sus pecados, no es necesario que desenterremos de forma intencional su vieja lista de pecados, sino simplemente llevarlos a confesar. El Espíritu Santo operará. Cuando ellos hayan confesado un asunto, surgirá otro, uno por uno, y ellos continuarán confesando al Señor. De este modo, ellos tocarán al Espíritu que está en su interior. Si las personas que nosotros guiamos no han tenido este tipo de experiencia, es seguro que aún no han entrado en la comunión de vida. Debemos guiar a aquellos que están a nuestro cuidado al grado en que ellos verdaderamente lleguen a ser estables y obtengan un fundamento sólido. A medida que ellos toquen al Espíritu en su interior y tengan comunión con el Señor, vivirán en el Señor espontáneamente.

(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 4, por Witness Lee)