NO ESPERAR LLEVAR UNA VIDA TRANQUILA
Y CÓMODA AL SERVIR AL SEÑOR
Como sabemos, a todos les gustan los placeres pero no el sufrimiento. Sin embargo, hoy en día no podemos servir a Cristo sentados en un palanquín. No existe tal cosa, ni existe tal asiento para nosotros. Pablo en el Nuevo Testamento era alguien que luchaba, como los que competían en las competencias atléticas (1 Co. 9:26-27). Él luchaba en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que corría la carrera buscando aventajar a los demás, a fin de ganar. Si su lucha consistiera en levantar pesas, entonces su meta sería levantar las pesas bien alto y de manera clara y definida. Era así como él luchaba. Judas 3 exhorta a los creyentes a contender ardientemente por la fe que había sido trasmitida a los santos una vez para siempre. Esto nos muestra que no sólo necesitamos luchar por la fe, sino también contender por la fe. La palabra luchando incluye todas estas connotaciones.
En Mateo 25 el Señor Jesús contó una parábola acerca del reino de los cielos. El reino es como un hombre que al irse al extranjero, llamó a sus esclavos y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno. Más tarde el señor regresó, y el que había recibido un solo talento, el que obró precavidamente, se acercó a él y dijo: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no aventaste; por lo cual tuve miedo” (vs. 24-25a). Es como si hubiese dicho: “Señor, mira, el talento que tú me diste está intacto; lo guardé para ti y no perdí nada”. El amo pareció responder: “Tienes toda la razón. Puesto que sabías que siego donde no sembré y recojo donde no aventé, ¿por qué entonces no usaste ese talento para que ganara intereses? ¿Por qué lo escondiste?”. Para ese esclavo, ganar intereses era psicológicamente una labor agotadora. Él consideraba que lo mejor era no hacer nada ni ir a ningún lugar. Esta persona había perdido completamente la moral. El amo le dijo: “Debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recobrado lo que es mío con los intereses” (v. 27). Si somos personas que están dispuestas a luchar por el Señor, el Señor podrá ganar mucho y a la vez recuperar lo que es Suyo con intereses.
(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 6, por Witness Lee)