Llevar fruto que permanece, tomo 2, por Witness Lee

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LLEVAR A LOS NUEVOS CREYENTES A TENER COMUNIÓN CON EL SEÑOR EN VIDA

En el nuevo mover del Señor hoy, las reuniones de hogar son cruciales. Nuestra experiencia práctica nos permite afirmar que ganar a los nuevos creyentes al salir a tocar a las puertas no es difícil. Sin embargo, cuidar de las reuniones de hogar no es tan fácil. Ésta es la pesada carga que está en nosotros.

La principal función de las reuniones de hogar es retener y hacer estables a los nuevos creyentes. Sin embargo, no es suficiente simplemente retener y hacer estables a los nuevos creyentes. En primer lugar, debemos llevarlos a que tengan comunión con el Señor. En segundo lugar, debemos introducirlos en el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Esto es algo que el cristianismo ha pasado por alto por miles de años. Hoy en día, hay muchos cristianos celosos que sirven fervientemente al Señor y están dispuestos a pagar cualquier precio. Sin embargo, al parecer no saben qué significa tener comunión con el Señor. Tal vez sepan un poco sobre cómo acercarse al Señor y orar al Señor, pero no saben que Aquel que mora en ellos es el Dios Triuno. No saben que este Dios Triuno pasó por un proceso y ahora mora en ellos como su vida. Esta vida no es algo aparte de Dios, como si Dios fuera Dios y la vida de Dios fuera algo diferente. Tampoco significa que la vida de Dios simplemente está relacionada con Dios. No, la Biblia afirma que la vida de Dios es sencillamente Dios mismo.

En el Nuevo Testamento encontramos frases en griego tales como la vida de Dios, el amor de Dios y el poder de Dios. Estas frases indican que ambos elementos son uno solo. La vida de Dios significa que Dios es vida, el amor de Dios significa que Dios es amor, y el poder de Dios significa que Dios es poder. Podemos encontrar en la Biblia muchos ejemplos de frases como éstas. En 1 Juan 4:8 se nos dice que Dios es amor, y diciendo esto de otro modo el versículo 9 dice: “Se manifestó entre nosotros el amor de Dios”. Estas dos oraciones se refieren a lo mismo: que el amor de Dios es Dios mismo. De la misma manera, la vida de Dios es Dios mismo. Sin embargo, esto no significa que Dios estaba dispuesto a ser nuestra vida y que Él vino de una manera sencilla para ser nuestra vida. No, en lugar de ello, Él tuvo que pasar por muchos procesos. Aunque Él es Dios y es vida, si no hubiera pasado por tantos procesos, no podría ser nuestra vida ni tampoco podría morar en nosotros. Por lo tanto, Él tenía que pasar por muchos procesos para poder entrar en nosotros y ser nuestra vida.

(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 4, por Witness Lee)