EL EVANGELIO ES
LAS RIQUEZAS DEL CRISTO TODO-INCLUSIVO
El evangelio del cual se habla en Efesios 3 es muy diferente del evangelio que normalmente escuchamos y predicamos. Este capítulo no dice que el hombre es pecaminoso, que el Señor Jesús murió por el hombre y que si creemos en Él, disfrutaremos de gozo y paz. En vez de ello, dice que el evangelio es las riquezas de Cristo, quien es una persona todo-inclusiva. Este Cristo incluye tantos aspectos que Sus riquezas son inescrutables, inconmensurables e insondables.
El evangelio que ha predicado el cristianismo a través de los años nos ha hecho personas superficiales y torpes. Esto se debe a que el evangelio que se predica en el cristianismo siempre empieza desde la perspectiva del pecador, diciéndonos que somos pecadores que merecen perecer, que todo tipo de desastre y sufrimiento nos sobrevienen hoy debido a que somos pecaminosos y que, por tanto, debemos arrepentirnos. Esto es absolutamente cierto, y en efecto la Biblia nos habla de estas cosas. Sin embargo, éste es un evangelio muy básico y superficial. El cristianismo hoy únicamente sabe predicar esta clase de evangelio y no pasa de allí. Si les pidiéramos a las personas que avanzaran y empezaran a predicar el evangelio de la vida o el evangelio del reino, no sabrían qué decir. En general, principalmente conocen el evangelio del perdón de pecados, pues sólo predican que el hombre es pecaminoso, pero que, pese a ello y debido al amor de Dios, Cristo murió por nosotros para redimirnos y, si nosotros creemos en Él, tendremos paz, gozo y vida sempiterna.
El cristianismo ni siquiera ha explicado claramente en qué consiste la vida sempiterna. Muchos creen que la vida sempiterna se refiere al hecho de que iremos a una mansión celestial después de morir, donde disfrutaremos las bendiciones eternas, aunque ellos no son capaces de definir qué es la bendición. Según nuestra perspectiva carnal, la bendición es la entrada por la cual pasamos a la Nueva Jerusalén, donde estaremos en una calle de oro y veremos puertas de perla y un muro de piedras preciosas. El cristianismo ha hecho que la vida sempiterna y la Nueva Jerusalén sean cosas de la esfera física y, por tanto, carece de la revelación adecuada del evangelio.
(Llevar fruto que permanece, tomo 2, capítulo 9, por Witness Lee)