VI. EL ALCANCE DEL TRAYECTO
QUE RECORRE EL ESPIRITU
El trayecto que recorre el espíritu puede simplificarse en el alma y el cuerpo, pero cuando se estudia minuciosamente puede ser dividido en el propósito del corazón, el motivo, la finalidad, la intención, la disposición del corazón, la voluntad, y la carne, etc. El propósito del corazón tiene algo que ver con el corazón mismo, mientras que el motivo y la intención, etc., pueden estar o en el corazón o en el alma. La carne tiene que ver con el cuerpo físico.
Puesto que todas las partes de este trayecto que recorre el espíritu rodean nuestro espíritu, naturalmente afectan al espíritu, el cual tiene que pasar por ahí para poder ser liberado, y el cual a su vez saca a la superficie los elementos y las condiciones de dicho trayecto. Por eso, la condición del espíritu refleja la condición de todas las partes de este trayecto. Si nuestro motivo no es puro, el espíritu tampoco lo es cuando es liberado; cuando nuestra intención no es limpia, tampoco lo es el espíritu cuando sale.
Podemos ver esto con mayor claridad por el ejemplo que hemos usado en cuanto a la predicación, cuando ésta es usada para exaltarse uno mismo y para competir. Cuando el hermano está predicando, su espíritu es liberado, pero con un aire de ostentación y competencia. Esto se debe a los elementos de exhibición y competencia que hay en el propósito de su corazón y en sus motivos. Cuando el propósito del corazón es la gloria propia, el resultado es un espíritu vanaglorioso y jactancioso. Sus motivos competitivos, además, hacen que otros detecten un espíritu de competencia y lucha.
Por lo tanto, el espíritu del hombre es de cierto la parte más genuina de él. No importa cuál sea la condición del hombre, ésta es manifestada cuando su espíritu se expresa. Cuando nos ponemos en contacto con otros o cuando ayudamos a otros en asuntos espirituales, debemos tocar sus espíritus y saber cuáles son sus intenciones y motivos, etc. Así, entenderemos la verdadera condición del hombre en lo profundo de él.
Por ejemplo, un hermano va a ver a los ancianos y les dice: “El hermano fulano y yo hicimos un negocio y él me engañó. No vengo a acusarlo, sino simplemente a tener comunión con ustedes, los hermanos responsables”. Aunque él declare que no ha venido para acusar a su hermano, su espíritu muestra otra cosa. Su motivo e intención en la comunión es acusar a su hermano. Una vez que tocamos su espíritu, sus motivos e intenciones no pueden evitar ser discernidos.
El propósito del corazón y el motivo del espíritu del hombre es como el acento de una persona, son muy difíciles de esconder. Por ejemplo, suponga que un sureño insiste en que él es del norte. Si se mantiene callado puede ser que pase, pero cuanto más discuta, más se revelará en su acento que es del sur. El día que Pedro estaba en la corte del sumo sacerdote, cuanto más se defendía diciendo que él no era uno de los nazarenos, más lo delataba su acento galileo (Mt. 26:69-73). Igualmente alguien puede decir que es humilde, pero su espíritu delata su orgullo. Alguien puede declarar que es absolutamente honesto, pero por su espíritu detectamos su perversidad. Otro tal vez diga que estaría deseoso de ayudar si tuviera la oportunidad; pero usted puede detectar la mala voluntad que hay en su espíritu. Aún otro quizá diga que realmente quiere obedecer, pero que por cierta dificultad no lo puede hacer; por su espíritu podemos discernir que desde el mismo principio nunca ha deseado obedecer. La condición del espíritu del hombre es mucho más complicada que la expresión externa. Por lo tanto, debemos juzgar de acuerdo al espíritu del hombre, no de acuerdo a sus palabras.
Todos los hermanos y hermanas que desean servir al Señor en la iglesia deben aprender esta lección en particular. Si sólo observamos la actitud externa del hombre y oímos sus palabras, podemos ser engañados fácilmente. Desde luego, si aprendemos a tocar su espíritu, el propósito de su corazón, sus motivos, su meta y su intención, no pueden escapar de nuestra observación. Debido a que éstas son las partes del trayecto que recorre el espíritu y a que el espíritu lleva consigo estas condiciones cuando se está liberando, su condición refleja esas mismas condiciones. No hay excepción para esto.
(
Experiencia de vida, La, capítulo 13, por Witness Lee)