Experiencia de vida, La, por Witness Lee

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VII. LA APLICACION DEL TRATO CON LA CARNE

Después de que pasamos por el proceso arriba mencionado, comenzamos a experimentar el trato con la carne. Incluso esta clase de experiencia y de trato no ocurre de una vez por todas. Necesitamos aplicar continuamente esta experiencia y trato a nuestro vivir práctico, permitiendo que el Espíritu Santo nos haga morir para que en todos los asuntos podamos tener la experiencia del trato con la carne. Esta experiencia continua es a lo que nos referimos cuando hablamos del trato con la carne. Podemos dividir este tema en tres puntos:

A. En la comunión del Espíritu Santo

La aplicación del trato con la carne es un asunto que ocurre completamente en la comunión del Espíritu Santo. Ninguno puede experimentar el trato de la cruz fuera de la comunión del Espíritu Santo. Por lo tanto, para poder experimentar y aplicar continuamente el trato con la carne, el requisito básico es tener un vivir en comunión, o vivir en el Espíritu Santo. Cuando no estamos en comunión con el Espíritu Santo, inmediatamente perdemos la realidad del trato con la carne.

Romanos 6 nos habla del hecho de que el viejo hombre es crucificado en Cristo mientras que Romanos 8 habla del trato con la carne en el Espíritu Santo. Romanos 6 habla de la muerte de Cristo, la cual resuelve nuestro pecado, y de la resurrección de Cristo, la cual resuelve nuestra muerte. Sin embargo, éstos son hechos objetivos que sólo pueden llegar a ser nuestra experiencia por la ley del Espíritu de vida de Romanos 8. Por eso, hemos dicho enfáticamente que el hecho que se menciona en Romanos 6 nunca puede ser nuestra experiencia a menos que sea puesto junto con el Espíritu Santo del capítulo 8. Es muy probable que alguno pueda entender claramente el hecho mencionado en el capítulo 6 y que también lo acepte por fe; sin embargo, si no vive en la comunión del Espíritu Santo del capítulo 8, este hecho no puede llegar a ser su experiencia. En consecuencia, ha habido muchos santos a través de las generaciones que ni siquiera han conocido adecuadamente la verdad que se encuentra en el capítulo 6 ni la han visto claramente a pesar de que se han mantenido en la comunión del capítulo 8; como resultado ellos han experimentado espontáneamente el ser librados de la carne. Por lo tanto, la comunión de Romanos 8 es absolutamente necesaria en la aplicación del trato con la carne.

Cuando nosotros tenemos comunión con el Espíritu Santo que mora en nosotros y le permitimos moverse libremente en nuestra comunión, entonces tocamos la vida del Señor en el Espíritu Santo. Uno de los elementos de esta vida, la muerte de la cruz o el elemento de muerte será entonces aplicado a nosotros en una manera práctica. Cuanto más se mueva el Espíritu Santo en nosotros, tanto más el elemento de muerte del Señor aplicará la obra de hacernos morir. Esta muerte es la aplicación de la cruz o la aplicación del trato con la carne. Por lo tanto, si deseamos aplicar el trato con la carne, necesitamos vivir continuamente en la comunión del Espíritu Santo.

B. Permitir que el Espíritu Santo aplique la muerte de Cristo a todas nuestras acciones

Cuando estamos en la comunión del Espíritu Santo, permitiéndole que aplique la muerte de Cristo a nosotros, Su actividad está limitada inicialmente, a unas pocas acciones nuestras y ocurre sólo ocasionalmente. No es sino hasta que nuestra experiencia se profundiza gradualmente que esta muerte será aplicada a todas nuestras acciones en general. En la etapa temprana, somos tratados solamente cuando descubrimos nuestras acciones carnales. Más tarde, permitimos que el Espíritu Santo purifique todas nuestras acciones, sean buenas o malas por medio de que se nos aplique la muerte de la cruz en nosotros. Consecuentemente, todo lo que seamos en nuestra constitución natural, la vieja creación, el yo, será resuelto por la cruz. Lo que permanezca será de Dios y la sustancia de Su vida.

Tomemos por ejemplo, el asunto de visitar a los santos, ofrecer un regalo, y cosas semejantes a éstas, las cuales pensamos que son buenas y espirituales. Aun en estos asuntos necesitamos primero permitir que el Espíritu Santo ponga en vigencia la muerte de Cristo. Así, podemos tener claridad, si debemos visitar a alguien o dar una ofrenda. La carne del hombre teme a la cruz más que a cualquier otra cosa, porque una vez que se encuentra con la cruz, está terminada. Pero Dios y Su vida en nosotros llega a ser más viviente mediante el contacto con la cruz. La cruz de Cristo es la línea divisoria entre la vieja creación y la nueva. Si nunca hemos pasado por la cruz de Cristo no podemos discernir la nueva creación de la vieja, el Espíritu Santo de la carne, o la vida de resurrección de la natural. Los dos están siempre confundidos el uno con el otro y es difícil diferenciarlos, especialmente cuando se trata de lo bueno y de las llamadas cosas espirituales. No obstante, una vez que pasamos a través de la muerte de la cruz, lo nuevo y lo viejo son separados. Todo lo que cae y es eliminado pertenece a la vieja creación, a la carne y a la constitución natural. Todo lo que queda firme y es permanente, es de la nueva creación, del Espíritu Santo, y de la vida de resurrección. Así que, la cruz es el mejor filtro. Retiene la carne y todo lo que pertenece a ella, mientras libera a Dios y todo lo que es de Dios.

Si aplicamos continuamente la experiencia de la cruz y permitimos que el Espíritu Santo aplique la muerte de la cruz a cada aspecto de nuestro vivir y actuar, la carne será tratada en una manera más eficaz y así quedará atrofiada. Si vivimos continuamente bajo la sombra de la cruz, la carne no tendrá manera de levantar su cabeza. Solamente así podremos estar en la iglesia sin causar ningún problema y estar entrelazados con los hermanos y hermanas como un Cuerpo para el mejor servicio al Señor.

Alabado sea el Señor, en años anteriores hemos servido al Señor con muchos colaboradores, sin embargo, entre nosotros no ha habido contienda ni división. Aparentemente, se ha debido a que todos hemos buscado al Señor y hemos amado al Señor con un mismo corazón y todo nuestro interés ha sido el Señor. Pero la razón más profunda es que todos hemos aprendido en algún grado la lección de tratar con la carne mediante la cruz. La cruz dentro de nosotros mata toda contienda y celos de la carne, al grado que no podemos contender ni ser divisivos.

(Experiencia de vida, La, capítulo 9, por Witness Lee)