Experiencia de vida, La, por Witness Lee

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IX. LA MANERA DE TRATAR CON EL ESPIRITU

A. Nuestra iniciativa

La manera práctica de tratar con el espíritu es similar a aquellos diversos tratos mencionados anteriormente. Primero, tenemos que condenar las contaminaciones, y luego, tenemos que quitarlas por el poder del Espíritu Santo. Por ejemplo, si tenemos un espíritu torcido, tenemos primero que condenar esta perversidad como pecado. Segundo, tenemos que extirpar esta perversidad de dentro de nosotros por el poder del Espíritu Santo. A pesar de que la condenación y la eliminación se realizan por medio del poder del Espíritu Santo, provienen de nuestra propia iniciativa. Tenemos que estar dispuestos a tener dichos tratos y desearlos; entonces podemos obtener el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo requiere la cooperación de nuestra voluntad; cuando El tenga esto, nos suministrará Su poder para ese trato. Este es el principio básico de que llevemos a cabo estos tratos en vida.

El hacer morir que se menciona en Romanos 8:13 quiere decir que nosotros tomamos la iniciativa en hacer morir; no quiere decir que el Espíritu Santo lo hace por nosotros. El Espíritu Santo es el medio, pero nosotros debemos tomar la iniciativa. El Espíritu Santo suministra la fortaleza, pero nosotros debemos tomar la iniciativa en hacer morir las obras de la carne por medio del Espíritu Santo. Hemos hablado anteriormente de Gálatas 5:24 que dice que nosotros los que somos de Cristo, hemos crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Esta crucifixión proviene también de nuestra iniciativa, no del Señor. Sin duda alguna, quien fue crucificado fue el Señor, pero eso es únicamente la base objetiva; tomar la iniciativa de crucificar la carne es nuestra aplicación subjetiva. Necesitamos tomar la iniciativa en aplicar la cruz y crucificar las partes por las que pasa el espíritu; incluyendo nuestra carne, nuestro yo, nuestra constitución natural, el propósito de nuestro corazón, nuestra aspiración, nuestras intenciones, nuestra inclinación, nuestros motivos, etc.

B. La cruz como la base

Este tipo de trato iniciado por nosotros difiere del refinamiento humano. El refinamiento humano es puramente el trabajo del hombre, mientras que el trato que nosotros iniciamos está basado en la realidad de la cruz. Es debido a que el Señor ya ha condenado el pecado en la cruz que nosotros podemos tratar con el pecado. Debido a que el Señor ya ha juzgado al mundo en la cruz, nosotros podemos tratar con el mundo. Igualmente, ya que el Señor ha terminado con el viejo hombre en la cruz, así como con nuestra carne, nuestro temperamento, nuestro yo, nuestra constitución natural y todas las otras contaminaciones, nosotros podemos emplear esa realidad como la base sobre la cual podemos tratar con nuestra carne, temperamento, voluntad propia, habilidad natural y todas las contaminaciones que hay en el trayecto de nuestro espíritu.

C. La función de la vida

En el trato con el espíritu, tenemos como base no sólo la realidad alcanzada por el Señor en la cruz, sino, aún más, tenemos como poder la vida de la muerte y resurrección del Señor. Puesto que esta vida emana de la muerte en la cruz, tiene dentro de sí el elemento de la muerte en la cruz. Por lo tanto, cuando Su vida fluye en nosotros nos regresa a la muerte en la cruz a fin de unirnos con la muerte en la cruz, y así unirnos a la cruz. Esto se puede comparar con la corriente eléctrica que fluye a través de una lámpara; la corriente conecta la lámpara con la planta eléctrica, mientras que al mismo tiempo la electricidad de la planta eléctrica puede manifestar su función haciendo que la lámpara emita luz. Igualmente, cuando la vida de resurrección del Señor entra en nosotros y se mueve dentro de nosotros, produce muerte, lo cual nos capacita para que tengamos los varios tratamientos que consisten en hacer morir varias cosas. Esta vida dentro de nosotros espontáneamente produce sentimientos que nos exigen que tratemos con el pecado, el mundo, los sentimientos de la conciencia, la arrogancia y deseos de la carne, nuestra opinión, la habilidad de la vida natural y todas las contaminaciones que haya en las diferentes partes de nuestro ser. Todos estos tratos están en la obra consumada de Cristo en la cruz y son ahora experimentados por nosotros en el Espíritu Santo.

Una vez que tenemos el sentir que proviene de la vida del Señor dentro de nosotros, necesitamos ejercitar nuestra voluntad para cooperar con Su vida e inmediatamente iniciar el tratamiento. Si cooperamos en esta forma, este sentir de vida se convierte en un poder destructor, el cual nos capacita para que tengamos la experiencia de la muerte en la cruz. Entonces, la muerte en la cruz se manifiesta en nuestro vivir en una manera muy práctica quitando nuestras injusticias, nuestra falta de santidad, las ofensas que haya en nuestra conciencia, nuestra carne, nuestro temperamento, nuestra opinión, nuestra constitución natural y todas las contaminaciones que haya en las varias partes de nuestro ser. En esta etapa, todo nuestro ser no sólo es quebrantado para que el espíritu pueda ser liberado, sino que también es purificado, de modo que el espíritu que es liberado, sea puro, recto, manso y normal.

D. La norma de la paz

La norma de nuestro trato con el espíritu de todos modos es “vida y paz”. Solamente debemos tratar hasta el grado en que tengamos paz interior; esto es suficiente. Sin embargo, en cuanto a tratar hasta el grado en el que podemos tener paz, el Espíritu Santo será responsable de hablarnos y darnos un sentir claro. Muchas veces el hablar del Espíritu Santo dentro de nosotros tiene una norma mayor que la demanda externa. Si nuestro crecimiento en vida alcanza el grado de tratar con nuestro espíritu, entonces la demanda que el Espíritu Santo hace dentro de nosotros no solamente será más alta que la ley de este mundo, sino más elevada y más severa que las regulaciones de la letra de la Biblia. Por lo tanto, mientras sintamos que no hay ningún problema profundo en nuestro ser, eso es suficiente. Pero, desde luego, si hay algún problema profundo en nosotros que nos impide tener paz, no debemos prestar atención a los razonamientos externos. Debemos poner atención a la demanda interna del Espíritu Santo y así llegar a la medida requerida por el Espíritu Santo dentro de nosotros.

(Experiencia de vida, La, capítulo 13, por Witness Lee)