Experiencia de vida, La, por Witness Lee

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VII. TRATAR CON EL ESPIRITU ES TRATAR CON EL TRAYECTO QUE RECORRE

Debido a que la contaminación del espíritu se debe a su paso (que incluye el propósito del corazón, los motivos, la finalidad, la intención, etc.), entonces tratar con el espíritu no es tratar con el espíritu en sí, sino con el trayecto que recorre, es decir, con el propósito del corazón, los motivos, la meta, la intención, etc. Cuando estamos prestos a actuar o a hablar, no sólo necesitamos preguntarnos si vamos a obrar correcta o incorrectamente, bien o mal, sino que también necesitamos discernir si nuestra intención es limpia, nuestros motivos puros y nuestro propósito exclusivamente para Dios. ¿Hay algún propósito egoísta detrás de nuestra acción? ¿Hay alguna inclinación egoísta? Esta clase de trato es el trato con el espíritu.

Por ejemplo, supongamos que hay cierto hermano que tiene una controversia con usted, lo cual hace que usted esté muy molesto y disgustado. Cuando usted lo menciona a otros, a pesar de que exteriormente hable suavemente como si no tuviese ninguna importancia, sus palabras hacen que otros perciban un espíritu de condenación y de ira. Un día, quizás durante una reunión o mientras ora, usted reciba misericordia del Señor y se dé cuenta de que aunque el Señor le ha perdonado a usted, usted debe de cierto perdonar a su hermano. En ese momento, desde lo más profundo de su ser, usted trata minuciosamente con la determinación no perdonadora de su corazón y de su intención. Luego, cuando usted menciona este hermano a otros, a pesar de que usted mencione la controversia del pasado, su espíritu no se turba y se siente bien. En ese momento, su espíritu no sólo se manifiesta, sino que al salir está muy limpio sin ninguna otra intención.

En la iglesia, aquellos que realmente son un suministro para otros y edifican a los hermanos y hermanas son aquellos que tienen un espíritu limpio que ha sido tratado en esta forma. Si nuestro espíritu nunca ha sido tratado, aun cuando alabamos a otros causamos un sentir incómodo en los demás. Esto se debe a que nuestro espíritu no está limpio. Puede ser que en nuestra alabanza haya un propósito de ensalzamiento o la intención de ser recompensado por otros. Por el contrario, uno que tenga un espíritu que haya sido tratado puede quizás reprender a otros con firmeza y franqueza causando que aquellos que son reprendidos se sientan turbados en su alma; pero en su espíritu ellos recibirán el suministro de vida y la iluminación y podrán así sentirse refrescados y satisfechos. Esto se debe a que su espíritu es limpio y puro y no tiene otro motivo.

Por esta razón necesitamos que no sólo la carne, el yo y la constitución natural de nosotros sean quebrantados de manera que el espíritu pueda manifestarse, sino que también debemos dar un paso adicional y tratar con todos los propósitos negativos del corazón, las intenciones indeseables, las inclinaciones impuras, los deseos impropios y las emociones mezcladas hasta el final, no sólo para que el espíritu tenga salida, sino para que pueda salir en una manera correcta, limpia y pura. Por lo tanto, necesitamos estos dos pasos en el trato. El primer paso es el trato del quebrantamiento a fin de liberar el espíritu; el segundo paso es tratar con todos los elementos que hay en el trayecto del espíritu, de manera que el espíritu pueda salir en una forma limpia. Tratar así con todos los elementos es tratar con el trayecto del espíritu y también con el espíritu mismo.

Debido a que el trayecto del espíritu incluye todas las partes de nuestro ser, tenemos que tratar con cada una de ellas cuando tratamos con el espíritu. Este tipo de trato es más profundo y más delicado que los varios tratos mencionados anteriormente. Si comparamos el trato con el pecado y el trato con el mundo con nuestro lavado de ropa, el trato con la conciencia con bañarnos, el trato con la carne con afeitarnos, el trato con el yo con quitarnos la piel, y el trato con nuestra constitución natural con cortarnos, entonces tratar con el espíritu se puede comparar con quitar todas nuestras células sanguíneas para examinarlas y limpiar cada una de ellas. Empezando con el trato del pecado, cada paso de este tratamiento viene a ser más profundo y delicado a medida que continuamos. Cuando llegamos al trato con nuestra constitución natural, estamos siendo tratados completamente por dentro y por fuera. La única parte que queda es la contaminación que trae consigo el espíritu. Cuando hemos tratado con el espíritu y ha sido limpiado de toda contaminación, de manera que el espíritu no sólo brota, sino que brota limpio, puro y correcto, entonces todo nuestro ser es completa y minuciosamente tratado. Desde luego, después de esto, obtenemos el ser llenos del Espíritu. Cuando hayamos tratado con todos los elementos de nuestra vieja creación, entonces el Espíritu Santo podrá poseernos y llenar todo nuestro ser.

(Experiencia de vida, La, capítulo 13, por Witness Lee)