IV. PASOS PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS
Hemos visto la definición de la voluntad de Dios y los medios a través de los cuales Dios revela Su voluntad. Ahora consideraremos el camino o el procedimiento que nos lleva a conocer la voluntad de Dios. En otras palabras, ¿cómo podemos entender la voluntad de Dios? Hablaremos de lo relacionado con este camino por medio de dar los ocho pasos siguientes.
A. Presentarse como sacrificio
El primer paso es presentarnos como sacrificio.
Los primeros dos versículos de Romanos 12 revelan la manera más clara para conocer la voluntad de Dios: “Así que, hermanos, os ruego por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios ... para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Aquí, el presentar nuestros cuerpos y el conocer Su voluntad están unidos en un pasaje, puesto que presentarnos como sacrificio es la condición primordial para conocer la voluntad de Dios. Cuando un hombre se presenta como sacrificio, viene a estar calificado y tiene la base para conocer la voluntad de Dios.
¿Por qué tiene un hombre que presentarse como sacrificio para conocer la voluntad de Dios? Cuando un hombre no se ha presentado aún como sacrificio, él mismo es el centro de su vida y se ama a sí misma; aun su menor esfuerzo de proseguir en la esfera espiritual tiene como fin su propio placer y disfrute, o su recompensa futura. Sin embargo, no tiene interés en lo que Dios desea hacer en este universo y nunca se pregunta con respecto al propósito de la salvación que Dios le ha dado. Aparentemente, parece estar buscando la voluntad de Dios, pero de hecho está deseando que la voluntad de Dios lo satisfaga a él mismo. Cuando se enferma, le pregunta a Dios si debe ir a un doctor, porque cree que si su ida al doctor es la voluntad de Dios, él será sano de su enfermedad rápidamente. Antes de ir a un viaje de negocios, le pregunta a Dios si debe ir, porque cree que si el viaje es la voluntad de Dios, será bendecido y todo le irá bien. Estas personas sólo pueden entender su propia voluntad y no la voluntad de Dios; mucho menos pueden ellos comprender la voluntad elevada y eterna de Dios. Por lo tanto, si alguien desea conocer la voluntad de Dios, debe ponerse él y todo lo suyo en el altar como un sacrificio consagrado a Dios. El no hace las cosas para sí mismo, sino para Dios. El pone a un lado su propia profesión y entra en la economía de Dios. De esta manera le es posible conocer la voluntad de Dios. El altar es el único lugar y el único terreno sobre el cual el hombre puede comprender la voluntad de Dios.
Nuestra experiencia de seguir al Señor incluye dos etapas diferentes de consagración. En la primera etapa, la consagración es usualmente el resultado de ser tocados y constreñidos por el amor del Señor. En cuanto a la emoción, esta clase de consagración es correcta y aceptable para el Señor, pero en cuanto a la consagración misma, es insuficiente. Ya que la consagración en esta primera etapa es mayormente un asunto de la emoción, cambia de acuerdo a nuestro estado de ánimo. Así que, no es confiable ni estable.
Sólo después de cierto período de tiempo, cuando nuestra vida haya crecido, nuestro espíritu sea iluminado, y nuestra visión sea ensanchada, veremos gradualmente el plan de Dios en este universo y reconoceremos la obra de Dios en esta edad. Entonces, espontáneamente, tendremos una consagración más profunda por medio de ponernos en Su plan y de laborar de manera que se satisfaga Su necesidad y que contestemos Su llamado para esta edad. Esta es la segunda etapa de la consagración; es más profunda y más alta que la primera. Va más allá de nuestras emociones y nos introduce en la realidad de la consagración. Si deseamos comprender la voluntad de Dios, necesitamos esta clase de consagración profunda. El hombre tiene que ver la necesidad de Dios con respecto a Su plan y obra, y consagrarse a Dios; entonces tiene la base para comprender la voluntad de Dios.
Esta es la clase de consagración de la cual habla Romanos 12, esto es, presentar nuestros cuerpos a Dios. Este es el lado práctico de la consagración. Puesto que nuestro ser existe en el cuerpo, debemos presentar nuestro cuerpo a fin de que todo nuestro ser pueda ser dado a Dios en una manera práctica. Mucha gente tiene un corazón para consagrarse, pero debido a que su cuerpo físico no ha sido ofrecido, su consagración es inútil. La verdadera consagración significa que nuestro cuerpo ha sido presentado; no es un mero deseo ni un sometimiento verbal, sino una entrega total y práctica de nuestro ser a Dios.
El propósito de presentar nuestro cuerpo es convertirlo en un sacrificio vivo. Por el lado negativo, esto significa ser cortados de todas nuestras actividades pasadas. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, antes de que un buey fuera ofrecido como sacrificio, estaba en su propio lugar y actuaba de acuerdo a su deseo. Una vez que era puesto en el altar, no se movía más por su propio deseo, y sus actividades cesaban. El principio es idéntico cuando nos convertimos en un sacrificio vivo. Antes de estar consagrados a Dios, éramos como un buey o una oveja salvaje que vive en los bosques de las montañas; actuábamos completamente por nuestro propio deseo. Sólo cuando nos convertimos en un sacrificio vivo para Dios, cesamos de nuestras propias actividades para esperar el mandato de Dios.
El significado positivo de ser un sacrificio vivo es vivir para Dios y ser usado por Dios. Una vez que el animal para sacrificio en el Antiguo Testamento se convertía en un sacrificio, era degollado y luego completamente quemado. Podemos decir que era un sacrificio muerto. Sin embargo, en nuestro caso, después de que nos consagramos, aún estamos vivos; somos un sacrificio vivo. La diferencia es que en el pasado vivíamos para nosotros mismos, pero ahora vivimos para Dios. Antes procurábamos nuestro propio beneficio, ahora buscamos Su placer. Anteriormente, estábamos interesados en nuestros propios asuntos; ahora nuestra preocupación tiene que ver con la obra de Dios.
Si una persona se consagra como sacrificio vivo, y vive para Dios, entonces Dios se place en revelarle Su voluntad a fin de que pueda entenderla.
(
Experiencia de vida, La, capítulo 8, por Witness Lee)