IV. EL ESPIRITU MISMO NO ESTA CONTAMINADO
A pesar de que hemos dicho que el espíritu debe ser limpio, el espíritu en sí no está sucio en realidad. De hecho, 2 Corintios 7:1 dice: “...limpiémonos de toda contaminación de ... espíritu”, pero esta contaminación no es del espíritu mismo, sino una contaminación del alma y del cuerpo.
Nuestro entendimiento con relación a esto se basa en el proceso de la caída humana que narra la Biblia. En Génesis 3 vemos que en la caída, el hombre aceptó la sugerencia de Satanás primero en su alma; por lo tanto el alma del hombre fue corrompida y ensuciada. Además de esto, con su cuerpo el hombre comió del árbol de la ciencia del bien y del mal; por lo tanto el cuerpo del hombre fue contaminado con la mezcla del elemento de Satanás. Hasta entonces el espíritu del hombre no estaba involucrado. El espíritu no participó en el primer pecado del hombre. Por lo tanto, después de la caída humana, a pesar de que el espíritu del hombre fue amortecido por la influencia contaminante del alma y del cuerpo, aún así, no había mezcla del elemento de Satanás con el espíritu. Por eso, el espíritu mismo no está contaminado.
Por ejemplo, nuestra conciencia a veces es contaminada y produce sentimientos de culpa; pero aun así, la conciencia en sí no tiene problemas. Este hecho es válido aun hoy y es probado por las personas no salvas, quienes permanecen del lado de Dios cuando sus espíritus son revividos o cuando sus conciencias son conmovidas. Ellos son capaces de diferenciar entre lo bueno y lo malo y, por medio de la comunión en su espíritu, tienen el concepto de adorar a Dios. Hasta el ateo más recalcitrante que niega la existencia de Dios todavía tiene dentro de él un profundo sentido de Dios. Estas funciones que le quedan al espíritu prueban que el espíritu mismo está limpio.
(Experiencia de vida, La, capítulo 13, por Witness Lee)