Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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EL PODER DEL EVANGELIO

Para muchos que están en el movimiento pentecostal, el poder del evangelio se relaciona principalmente con hablar en lenguas, la sanidad divina y echar fuera demonios. Sin embargo, la Biblia no dice esto. En 1932 comencé a prestar atención al asunto de hablar en lenguas. Luego, en 1936 asistí personalmente a reuniones pentecostales por más de un año y hablé en lenguas con ellos. Después de eso sentí que no tenía gusto por esto y no sabía qué pensar acerca de ello. Acudí nuevamente a la Biblia y dediqué más tiempo a estudiar este asunto de hablar en lenguas. Descubrí que la Biblia no dice que hablar en lenguas, la sanidad divina y echar fuera demonios son el poder del evangelio. El libro de Hechos nos muestra específicamente que cuando los apóstoles predicaban el evangelio, ellos sacaban su poder del Espíritu de Dios y la palabra de Dios por medio de su oración y al hablar la palabra de Dios. He estudiado este libro por muchos años, y cada vez veo más claramente que el poder del evangelio yace en dos elementos —el Espíritu de Dios y la palabra de Dios— y también yace en dos asuntos, que son la oración y el hablar la palabra de Dios.

El libro de Hechos menciona tres veces que la palabra de Dios “crecía” (6:7; 12:24; 19:20). La Biblia revela que la palabra de Dios es la simiente de vida (1 P. 1:23-25). Puesto que esta simiente es viviente, una vez que es sembrada ella crece, aumenta y se propaga.

Hablando en un sentido esencial, el poder del evangelio es el Espíritu de Dios y la palabra de Dios. Sin embargo, de parte nuestra, necesitamos hacer algo para cooperar. Hoy en día el Espíritu de Dios está sobre nosotros y la palabra de Dios está en nuestro interior. Lo que deberíamos hacer es orar para que el Espíritu de Dios sea nuestro poder. El Espíritu de Dios es como el aire, y nuestra oración es nuestra respiración espiritual. El aire está aquí, pero si no respiramos, no recibimos el sustento. El Espíritu de Dios está aquí, pero de todos modos necesitamos respirar por medio de la oración. Hechos 1 dice que el Espíritu Santo vendría sobre los discípulos, pero que ellos primero tenían que orar. Con este fin, ciento veinte santos oraron en unanimidad por diez días, y el Espíritu Santo fue derramado. En última instancia, el Espíritu Santo ha sido consumado, pero la oración todavía es necesaria para recibir el Espíritu Santo.

En cuanto a la palabra de Dios, en Hechos 6:4 Pedro dijo: “Y nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Esto indica que la palabra de Dios necesita ser predicada. Por un lado, si no leemos la palabra de Dios apropiadamente, no podemos predicarla. Por otro, si no predicamos la palabra de Dios, no podemos leerla apropiadamente. Podríamos ilustrar esto con la instrucción. Por una parte, una persona no puede ser un maestro a menos que primero sea un estudiante. Por otra parte, quienes son maestros saben que independientemente de cuán bien ellos estudien leyendo libros, meramente estudiar no se puede comparar con enseñar, pues la necesidad de enseñar los obliga a leer minuciosamente. Por lo tanto, a fin de predicar, uno tiene que leer, y cuando uno lee, tiene que predicar.

En el griego perseverar implica continuar sin cesar. Cuando oramos, oramos con el Espíritu; cuando predicamos, predicamos la palabra. Sea que oremos o prediquemos, necesitamos hacerlo continuamente. El Espíritu ya está aquí, pero si no oramos, Él no se moverá; en cuanto oramos, Él se mueve. Orar es dar lugar a que el Espíritu actúe. Los pentecostales parecen decir que una persona puede recibir al Espíritu sólo al hablar en lenguas, recibir el bautismo espiritual y rodar por el suelo o saltar. No debemos prestar atención a sus enseñanzas erróneas. Yo hice algunas de estas cosas, y después de estar en la obra del Señor por más de cincuenta años, puedo testificar que lo que ellos afirman es completamente incorrecto.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 4, por Witness Lee)