PERSEVERAR EN
LA PRÁCTICA DE LA NUEVA MANERA
Ésta es nuestra manera de llevar adelante a las personas. Si no podemos lograr esto en un año, lo haremos en dos años. No esté apurado. Más bien, persevere en tres asuntos: visitar al llamar a las puertas, tener reuniones de hogar y enseñar la verdad. No establezca un límite de tiempo diciendo que usted cuidará de un nuevo creyente por tres meses solamente; luego si él no progresa en tres meses, usted lo abandonará. Con respecto a nutrir y enseñar a los nuevos, no hay necesidad alguna de llevar la cuenta del tiempo. Independientemente de cuánto tiempo tome, seguiremos conduciendo a un nuevo creyente a profundizar en la verdad. Hacer esto incluso hasta que el Señor regrese vale la pena. Algunas personas son peculiares y complicadas. Si usted le dice a tal persona que vaya hacia el este, insistirá en ir al oeste; si usted le pide que vaya rápido, irá lentamente a propósito. Tal parece que quizás no cambie aun cuando el Señor regrese. No obstante, de todos modos usted tiene que esperar pacientemente y seguir manteniendo su comunión con él. Esto es cierto no sólo con respecto a los nuevos creyentes, sino también con los creyentes que no desean entrar en la vida de iglesia. Si estamos dispuestos a ser fieles en este camino, el Señor seguramente nos recompensará cuando regrese. Él nos dirá: “Anteriormente este hijo Mío no estaba siendo edificado en la verdad, pero por causa de tu fidelidad, él ha sido edificado”.
Cuando ponemos en práctica esta manera de proceder, también quebrantamos tres asuntos. Primero, quebrantamos el concepto que muchos cristianos tienen, de que las personas en el recobro del Señor son reservadas y recluidas. En el pasado muchos han dicho que robamos a sus ovejas. Más bien, salimos para ganar nuevos creyentes, nutrirlos, cuidar de ellos y edificarlos. En este caso quienes nos critican serán acallados y no podrán decir nada más. Segundo, quebrantamos la “naturaleza restrictiva” del recobro del Señor y manifestamos la inclusividad de la iglesia. Si los nuevos vienen a las reuniones o no es asunto de ellos. Aún los incluimos y semana tras semana seguimos visitándolos y teniendo comunión con ellos, enseñándoles la verdad. Aunque ellos no vienen, si nosotros somos fieles en enseñar, un día sus hijos vendrán. En el pasado hemos tenido esta clase de testimonio en el cual los hijos les han dicho a sus padres: “Papá y mamá, lo sentimos, pero vamos a reunirnos con esos hermanos y hermanas que nos enseñan la verdad”. Tercero, quebrantamos la limitación de nuestra predicación del evangelio al tomar toda la familia de los nuevos como una unidad y al vincularnos a todos sus parientes. Hace cuarenta años, mientras yo servía en Chifú, el servicio de la iglesia creció a tal grado que hasta los incrédulos decían que para creer en Jesús tenían que venir a donde estábamos.
En el Entrenamiento de Tiempo Completo en Taipéi, actualmente hay sobre setecientos santos de varios países. Cada día ellos salen a llamar a las puertas en la mañana, en la tarde y en la noche, bautizando al menos a una persona por semana. Si estos setecientos ganan setecientos hogares por semana, habrá dos mil ochocientos hogares en un mes, y once mil doscientos hogares en cuatro meses. Con estas familias como unidades y como conexiones a todos sus parientes, no es posible saber cuán grande será el aumento. No sólo será difundido el evangelio, sino que también la verdad podrá ser predicada y propagada continuamente. Que todos nosotros tengamos tal visión a largo plazo para entender la importancia de esta clase de práctica. Por ende, necesitamos utilizar las Lecciones de la verdad agresivamente y pasar tiempo para traer personas a la vida de iglesia o para nutrirlos y edificarlos en sus hogares continuamente. Creemos que esta labor no será desperdiciada, sino que será de gran valor delante del Señor.
(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 7, por Witness Lee)