Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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LA LEY DE LLAMAR A LAS PUERTAS DE MANERA EFECTIVA

Orar, confesar nuestros pecados, tomar medidas con respecto a nuestros pecados y ser llenos del Espíritu Santo

Cuando salgamos a llamar a las puertas en la comunidad y en los recintos universitarios, tenemos que saber cómo hacerlo. Primero que todo, cada vez que salgamos, debemos orar de manera adecuada y exhaustiva hasta que seamos llenos del Espíritu Santo. En cuanto nos volvamos a nuestro espíritu y oremos al Señor, nuestro ser interior será iluminado. Percibiremos que muchas cosas son inapropiadas, como si nos hubiésemos acercado a un espejo y hubiésemos visto nuestra verdadera situación. En ese momento tenemos que confesar nuestros pecados, cuanto más, mejor. Esto hará que tomemos medidas con respecto a nuestros pecados. Cuando no tenemos nada más que confesar es cuando el Espíritu Santo nos llena. Cuando todas nuestras transgresiones y nuestros pecados hayan sido vaciados, el Espíritu Santo llenará todo nuestro ser. Entonces tendremos el denuedo para ir a llamar a las puertas.

Ser llenos del Espíritu Santo es como respirar. Respirar es un asunto continuo. Si aguantamos nuestra respiración por tres minutos, moriremos. Por ende, cada vez que vayamos a visitar personas, primero tenemos que orar con seriedad. Aunque oramos ayer, tenemos que orar de nuevo con miras a nuestra salida hoy, y debemos acercarnos al Señor para recibir Su iluminación. En nuestro diario andar en el mundo siempre estamos siendo contaminados; por ende, necesitamos ser lavados una y otra vez. Esto podría compararse a lavar nuestras manos. Aunque usualmente no hago la limpieza en mi casa y me esfuerzo por no tocar nada sucio, de todos modos tengo que lavarme las manos de siete a ocho veces al día. Del mismo modo, no importa cuán cabalmente usted oró y confesó al Señor ayer, usted aún tiene que orar minuciosamente hoy antes de salir a visitar personas y llevarlas al Señor. Usted no puede omitir este tiempo de oración. Usted tiene que pagar el precio para esto. Si usted toma en serio este asunto, se dará cuenta de que no es suficiente meramente pasar de tres a cinco minutos orando.

Esto es una ley inalterable: orar hasta que seamos llenos del Espíritu Santo requiere que seamos iluminados y confesemos nuestros pecados. Cuanto más callados estemos delante del Señor y más abiertos estemos a Él, más sentir tendremos en nuestro interior. Ese sentir es el hablar del Señor a nosotros; es la iluminación del Señor. El Señor nos habla por medio del sentir que tenemos. A medida que este sentir llega a ser cada vez más claro y la iluminación del Señor llega a ser cada vez más brillante, vemos nuestros errores. Necesitamos confesar nuestros pecados uno por uno y tomar medidas en cuanto a ellos mientras sentimos la iluminación del Señor. El Señor podría resplandecer sobre usted para mostrarle que su enojo hacia su esposa esta mañana no era correcto. Después de confesar esto al Señor, Él podría decir: “Ahora que me has confesado tu pecado, necesitas ir a tu esposa para pedirle perdón”. Esto lo pone a usted en una posición difícil. Si usted se detiene aquí y no va a pedirle disculpas, usted estará acabado. En esta condición usted no será eficaz al salir a llamar a las puertas. Sorprendentemente, si usted va y le pide perdón y regresa delante del Señor, de inmediato será lleno del Espíritu Santo. Sentirá el “viento” del Espíritu que pasa a través de usted. Entonces, su salida a llamar a las puertas irá bien.

Esto no es una coincidencia; más bien, es una ley espiritual. Si usted tiene algunos nudos en su interior de los cuales no puede ser liberado, ¿cómo liberará usted a otros? Si usted mismo no es salvo, ¿cómo va a salvar a otros? En otras palabras, necesitamos permitir que el Señor primero nos salve a lo sumo hasta que seamos liberados; entonces podemos ir a llamar a las puertas, podemos salvar a otros. Podríamos fingir en otros asuntos, pero no podemos fingir en este asunto. Uno puede discernir al mirar el fruto. Espero que nos ejercitemos seriamente en este asunto delante del Señor.

Orar, confesar nuestros pecados, tomar medidas con respecto a nuestros pecados y subsecuentemente ser llenos del Espíritu Santo tendrá como resultado denuedo y confianza. Si usted sale a llamar a las puertas pero no ha orado, sus piernas temblarán y no tendrá poder en su hablar. Sin embargo, al orar, confesar pecados y ser llenos del Espíritu Santo, usted no sólo tendrá denuedo al llamar a las puertas, sino que también tendrá la confianza de que la persona a quien usted visita será salva. Si usted no ha sido lleno del Espíritu Santo, es posible que no pueda tan siquiera pronunciar una palabra con su boca. Sin embargo, una vez que usted sea lleno del Espíritu Santo, no sólo tendrá el poder para hablar, sino que también puede determinar si esa persona será salva o no. Si usted dice que será salva, será salva; si usted dice que no será salva y que necesita esperar por un tiempo, entonces no será salva. Ésta es la eficacia de la oración, confesar los pecados y ser llenos del Espíritu Santo.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 5, por Witness Lee)