Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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LA PRÁCTICA BÍBLICA CON RESPECTO AL BAUTISMO

Con respecto al bautismo, la Biblia nos dice de manera sencilla y clara: “El que crea y sea bautizado...” (Mr. 16:16). Esto indica que creer y ser bautizados son las dos pisadas que constituyen un paso completo. Cuando los chinos hablan acerca de dar un paso, en realidad se refieren a un pie seguido por el otro. Un paso completo es una pisada seguida por la otra pisada. Creer y ser bautizados son las dos pisadas que constituyen un paso completo: creer es un pie y ser bautizados es el otro, y estas dos pisadas en conjunto forman un paso completo. Por lo tanto, el único paso que conduce a la salvación consiste en creer y ser bautizados. Rara vez una persona mueve un pie, espera cinco minutos y luego mueve el otro pie. Sin embargo, tenemos el concepto erróneo de que después que una persona escucha el evangelio e incluso ora, no debería ser bautizada de inmediato debido a que probablemente no entiende la verdad claramente y quizás no entienda bien el significado de la salvación. Yo también tuve este concepto cuando era joven. No obstante, según la Biblia, ninguna persona salva está clara en cuanto a la verdad en el momento en que es bautizada, pues no ha tenido tiempo para entenderla claramente. La persona cree y de inmediato es bautizada.

Supongamos que hay una persona que oye el evangelio, expresa arrepentimiento, y también ora y desea creer. ¿Consideraría usted que tal persona creyó? Si usted dice que su fe es superficial y no es lo suficientemente cabal, entonces ¿qué clase de fe es lo suficientemente cabal? En el momento en que Pablo creyó habiéndose encontrado con el Señor Jesús camino a Damasco, ¿estaba él muy claro? La Epístola a los Romanos no fue escrita a “los que han creído, pero que aún no hayan sido bautizados”, y tampoco fue escrita a “aquellos que no estaban claros en cuanto a la salvación y por ende no habían sido bautizados aún”. Más bien, fue escrita “a todos los que estáis en Roma, [...] los santos llamados” (1:7). Esta epístola dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” (6:3). Esto indica que los santos que estaban en Roma, quienes ya habían sido llamados y santificados para Dios, todavía no sabían que su bautismo equivalía a ser bautizados en la muerte del Señor. No sólo eso, sino que otro versículo dice: “Porque si siendo injertados en Él hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, ciertamente también lo seremos en la semejanza de Su resurrección” (v. 5). Esto indica que los santos en Roma tampoco sabían que ser bautizados en la muerte del Señor equivalía a ser bautizados en la resurrección del Señor. En realidad, los santos que estaban en Roma no eran los únicos que no estaban claros acerca de la verdad respecto al bautismo; incluso muchos pastores en el cristianismo hoy en día no saben que ser bautizados equivale a ser bautizados en la muerte del Señor y en la resurrección del Señor.

Lo que hablo se basa en mis experiencias. Creo absolutamente que el día en que fui salvo, fui verdaderamente salvo. Mientras caminaba por la calle esa tarde, miré a los cielos y dije: “Oh Dios, sólo te deseo a Ti. Aun si me entregasen todo el mundo, no lo deseo. De ahora en adelante deseo ser una persona que predica a Jesús”. Sin embargo, si en ese momento usted me hubiese preguntado si yo estaba claro acerca de la salvación, ciertamente habría dicho que no estaba claro, y en cuanto a la verdad estaba aún menos claro. Si usted hubiese estado allí, ¿debía usted bautizarme? ¿Y qué tal si yo no era salvo? Usted habría bautizado una cizaña, un cristiano falso, en la iglesia. ¿Habría usted actuado muy apresuradamente?

Además, por favor consideren lo siguiente: Desde el primer día en que fui salvo, yo amaba leer la Biblia. Nací en el cristianismo, crecí en el cristianismo y también recibí mi educación en el cristianismo, pero anteriormente no me gustaba leer la Biblia. En aquel entonces yo era celoso por el cristianismo. Si alguien se oponía al cristianismo, yo era el primero en defenderlo. Si alguien se oponía a la Biblia, yo también era el primero en reaccionar. Sin embargo, hasta entonces aún no había creído; yo no leía la Biblia y sin lugar a dudas no oraba. No obstante, en aquella tarde en particular fui salvo. De ese momento en adelante, yo amaba leer la Biblia de forma seria, intensa y perseverante. Leía independientemente de si entendía o no. Dentro de los dos meses de mis vacaciones de verano, leí el Antiguo y el Nuevo Testamento por completo una vez. Inmediatamente después comencé a comprar libros espirituales, e hice todo lo posible por coleccionarlos. Tan pronto como tenía un libro en mis manos, lo leía de inmediato; nunca lo ponía a un lado hasta el otro día. Después de leer muchos libros acerca de verdades, acudí a los Hermanos para ser instruido. Ellos tienen el mejor conocimiento de la Biblia y el mejor entendimiento de las verdades. Finalmente, entré al recobro del Señor y el Señor me levantó para que hablara por Él. Sin embargo, medio año después, todavía no sabía que existía esta palabra en Romanos 6: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” (v. 3).

Yo no era el único así, sino que ustedes probablemente también eran así. Después de ser salvos por muchos años, ustedes finalmente vieron esta palabra en la Biblia: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. Por ende, si decimos que una persona que está por ser bautizada debe tener un entendimiento acerca de la salvación y debe estar clara acerca de la verdad, ese entendimiento y comprensión probablemente serían bastante limitados. ¿Hasta qué grado debe ella entender y estar clara? Tómeme a mí como ejemplo. Desde abril de 1925, cuando fui salvo, hasta hoy han pasado un total de sesenta años y cuatro meses. Durante este tiempo he estado leyendo la Biblia diligentemente cada día. Si usted me pregunta hoy: “Hermano Lee, ¿está usted claro en cuanto a la verdad?”, todavía no puedo decir que estoy absolutamente claro. Por ende, si tenemos la norma de que uno tiene que estar claro en cuanto a la verdad y que uno debe tener un entendimiento acerca de la salvación, quizás hoy todavía sea demasiado temprano para que yo sea bautizado. Si nos dejamos llevar por este concepto tradicional, habrá problemas.

Entonces, ¿cuándo podemos bautizar a las personas? Si estudiamos la Biblia veremos que el momento en que una persona cree es el momento en que debe ser bautizada. No hay ninguna necesidad de esperar. En el Nuevo Testamento, específicamente en el libro de Hechos, no podemos hallar un ejemplo de una persona que, después de creer en el Señor, orar, arrepentirse, confesar y reconocer el nombre del Señor, todavía no pueda ser bautizada porque necesitaba esperar un tiempo. Al contrario, cada ejemplo nos muestra claramente que una persona era bautizada inmediatamente después de haber creído.

Yo era quien llevaba la delantera en la iglesia en Taipéi al principio, y como consecuencia fui yo quien introdujo la “entrevista para el bautismo”. Mi familia anteriormente pertenecía a la iglesia bautista, una denominación que practica el “examen para el bautismo”. Sin embargo, cuando las personas están juntas por un tiempo, muchas veces desarrollan aversión los unos a los otros; esto ocurrió en mi caso cuando vi que la iglesia bautista pertenecía a los estadounidenses. Llegué a disgustarme y fui a la iglesia cristiana china, una denominación presbiteriana que pertenecía a los chinos. Cuando fui allá, fui “examinado para el bautismo”. El examinador principal era uno de los directores del consejo de una escuela a la cual yo había asistido en el pasado, y también era el padre de uno de mis antiguos compañeros de trabajo. Un anciano me preguntó: “Señor Lee, ¿ha creído usted en el Señor?”. Dije que había creído en el Señor. Mientras otro anciano estaba por continuar el cuestionamiento, un pastor testificó, diciendo: “La madre del señor Lee es miembro de la iglesia bautista. Su hermana también ama al Señor muchísimo. Ahora él también se ha levantado para amar al Señor”. El anciano que era el examinador principal prosiguió: “Este señor Lee no es malo. No veo problema alguno. Él puede ser bautizado”. En aquel entonces dije: “¡Gracias a Dios!”, pues pensaba que si ellos me hacían preguntas acerca de la verdad, probablemente no habría podido responder a ninguna. No había leído la Biblia ni orado. Todavía más, yo no me había arrepentido ni confesado. No obstante, pasé el examen para el bautismo.

Debido a esa situación en los primeros días, sentí que no era apropiado bautizar a las personas apresuradamente. Las cosas no debían hacerse de esa manera; ellos deben pasar por una entrevista para el bautismo, un diálogo exhaustivo. Ésta era mi intención, pero de forma imprevista, cuando la comunión fue puesta en práctica, los hermanos y hermanas de hecho comenzaron a examinar a las personas, preguntándoles una a una: “¿Ha usted creído? ¿Sabe usted quién es Jesucristo? ¿Es Él Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu?”. Quienes no aprobaban eran conducidos a otro salón, donde se les decía: “Puesto que ustedes no conocen las verdades fundamentales acerca de la Trinidad, por favor, regresen la próxima vez. Por favor, asegúrense de que puedan responder correctamente la próxima vez”. Para asegurarse, las personas regresaban nuevamente y respondían de forma correcta, y rápido después que pasaban la prueba, eran bautizadas. Hoy en día estoy aquí criticándome a mí mismo. Esta práctica se llevó a cabo bajo mi dirección; ciertamente era errónea.

Aunque existía la práctica de la “entrevista para el bautismo”, ¿acaso eran verdaderos creyentes todos los que fueron bautizados? ¿Había personas falsas entre los que fueron bautizados? No me atrevo a decir; corresponde al Señor juzgar esto. Algunos de los que pensamos que eran muy buenos para el tiempo de su bautismo luego resultaron ser los peores, mientras que algunos que pensamos que no eran muy buenos en el momento de su bautismo resultaron ser buenos. Luego, había otros que eran muy buenos cuando fueron bautizados, pero solo fueron buenos por los siguientes quince años. Usted quizás hubiera dicho que quien se descarriaba no había sido salvo cabalmente. Sin embargo, después de medio año él quizás vuelva a la vida de iglesia y se despierte a las 5:30 cada mañana para leer la Palabra y orar, mientras que usted, un anciano, aún no se ha levantado a las 6:30. ¿Cómo puede usted comparar personas con tan solo mirar las prácticas externas?

Ya que tuve estas experiencias, en este momento tengo el denuedo para cambiar el sistema. Ahora puedo decirles, con base en la Biblia, que en cuanto una persona confiese el nombre del Señor, ore y se arrepienta, deberíamos bautizarla. La Biblia dice: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”, y también: “¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en el cual no han creído?” (Ro. 10:13-14). Las verdades en la Biblia son tan profundas que uno no puede captarlas en tan solo uno o dos días. Algunos critican, diciendo que este método es muy peligroso. Podríamos predicar el evangelio por un minuto; luego, una persona oye, es conmovida, ora y confiesa, y de inmediato la llevamos a la bañera para que sea bautizada, sumergiéndola en el agua y derramando agua sobre ella. Algunos dicen que este método es demasiado rápido y arriesgado. Sin embargo, es correcto bautizar a las personas rápidamente; ¿qué tiene de malo? Lo incorrecto sería descuidar de la persona después del bautismo, sin importarnos si ella vive o muere.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 6, por Witness Lee)