Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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LA HISTORIA DEL VIENTO, LA NUBE, EL FUEGO Y EL ELECTRO

El himno #212 del himnario chino podría traducirse literalmente de la siguiente forma:

  1. El Espíritu Santo como un gran viento sopla desde el cielo, Sopla sobre nosotros, una multitud, como en Pentecostés, Ablanda nuestro corazón endurecido, aviva todo nuestro ser, Sopla hasta que seamos renovados y todos los pecados     desaparezcan. ¡Sopla! ¡Sopla! ¡El Espíritu Santo, el gran viento, sopla! ¡Cubre! ¡Cubre! ¡El Espíritu, la gran nube, cubre! ¡Arde! ¡Arde! ¡El fuego santo arde! ¡Brilla! ¡Brilla! ¡El electro de Dios brilla!
  2. El Espíritu como gran nube viene con la gracia abundante     de Dios, Nos cubre a todos, como la cubierta de la Tienda de Reunión, Para que tengamos vida y seamos santificados, Con lo cual nos hace espirituales para ser la morada de Dios.
  3. El fuego consumidor santo viene para quemarme, Alcanza cada esquina para purificarme, Incinera todo lo contaminado y común, Para que yo sea exactamente como Dios, santo y sin mancha.
  4. El electro refulgente resplandece en mi interior Para que yo pueda participar de la naturaleza divina— La naturaleza de Dios mezclada con la del hombre,     el espíritu del hombre unido al de Dios— Para que la vida de Dios pueda ser expresada en forma     humana.

Hace veintitrés años, cuando daba el Estudio-vida de Ezequiel en Taipéi, escribí este himno acerca del viento, la nube, el fuego y el electro basándome en la visión que se revela en Ezequiel 1. Hablando con propiedad, el viento no es bueno, la nube no es muy bienvenida y el fuego es peor aún. Sin embargo, en Ezequiel 1, el viento, la nube y el fuego representan al Espíritu Santo.

La llegada del viento y una nube indica el estallido de la guerra y los problemas. Una vez que viene el Espíritu Santo, también hay problemas. El Espíritu Santo viene primeramente como un viento tempestuoso y, luego, como una gran nube, con la que trae guerra. Esta guerra primero comienza en nuestro interior y hace que combatamos contra nosotros mismos. Todos los creyentes en el Señor tuvimos esta experiencia en el momento en que oímos el evangelio. Cuando escuchamos el evangelio y el Espíritu Santo comienza a obrar, nuestro ser interior está en conmoción mientras debatimos acerca de si debemos recibir el evangelio o no. Éste es el viento con la nube que se mueve en nuestro interior. Simultáneamente, un gran fuego es encendido para incinerar todo lo negativo en nosotros. A la postre, el electro es producido.

El electro es una aleación de plata y oro. El oro, que representa la naturaleza de Dios, es la base de la Nueva Jerusalén. Sin el oro como base, la ciudad no puede ser edificada. La vida cristiana es una vida que se basa en la naturaleza de oro de Dios. Si no tenemos a Dios como nuestra base de oro, nuestra vida cristiana es un desorden, y no somos capaces de ser edificados como parte del edificio de Dios.

Lo que este himno describe es la obra del Espíritu Santo. La primera estrofa dice que el Espíritu Santo como viento tempestuoso sopla, no desde los cuatro ángulos de la tierra, sino del cielo, es decir, de Dios. Cuando este viento sopla sobre nosotros, escuchamos el evangelio y algo en nosotros es estimulado fuertemente. El soplar finalmente suaviza nuestro corazón endurecido y vivifica todo nuestro ser de modo que somos completamente renovados y totalmente liberados de nuestros pecados. En el capítulo 1 de Génesis, al principio de la creación de Dios, el Espíritu de Dios se cernía como una gallina sobre sus polluelos. De manera similar, la estrofa 2 dice que cuando el Espíritu como una gran nube nos cubre y nos da sombra, se cierne sobre nosotros para regenerarnos, santificarnos y hacernos espirituales, de modo que podamos ser la morada de Dios.

La estrofa 3 dice que el Espíritu Santo como fuego también viene para arder en nuestro interior. En cuanto creemos en el Señor, nuestra primera experiencia es una batalla, un combate en nuestro interior. Antes éramos malvados, sucios y estábamos apegados al entretenimiento mundano. Pero ahora que hemos creído en el Señor, el Espíritu Santo comienza a regir en nuestro interior, y hay conflicto. Desde el tiempo que el conflicto comienza, el fuego surge y se extiende de modo intenso a cada esquina a fin de consumir todo lo que desagrada a Dios. El fuego incinera toda contaminación y toda cosa común, con lo cual nos purifica de modo que podamos ser exactamente como Dios, santos y sin mancha. La estrofa 4 dice que el electro refulgente se manifiesta y resplandece en nuestro corazón a fin de que podamos participar de la naturaleza de Dios. El resultado es que la divinidad se mezcla con la humanidad y el espíritu humano es unido al Espíritu divino; de este modo, la vida de Dios es expresada por medio de nosotros.

Ésta es la historia del capítulo 1 de Ezequiel. Cuando el Espíritu Santo sopla, Él es como un gran viento y una nube que viene para cernirse y empollar. Él también es como el fuego ardiente que incinera todo lo que no es Dios; este ardor produce a Dios. Finalmente, lo que sale del viento, la nube, el fuego y el electro es una persona, a saber, el Señor Jesús sentado en el trono como Aquel que expresa a Dios en Su humanidad, según lo visto por Ezequiel en 1:26. Los cuatro Evangelios en el Nuevo Testamento describen al Señor Jesús desde cuatro ángulos. El Evangelio de Lucas nos muestra que el Señor Jesús era un hombre en cuyas virtudes humanas los atributos divinos eran expresados. Eso era la divinidad mezclada con la humanidad y el espíritu humano unido al Espíritu divino de modo que la vida de Dios pueda ser expresada en forma de hombre, que es la divinidad expresada por medio de la humanidad.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 4, por Witness Lee)