Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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TESTIMONIOS ACERCA DE LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO

En enero de 1933, el Dr. Sung fue a Chifú para predicar el evangelio, y yo fui a escucharle. No pude evitar sacudir la cabeza cuando oí su predicación. Él utilizó como ejemplo la mujer que tenía flujo de sangre (Mr. 5:25-34). Dibujó un corazón en la pizarra y dijo: “Esto es un corazón humano, y es el corazón de ustedes, un corazón negro. Oh, yo vine y hablé acerca de cómo la sangre preciosa lava el corazón del hombre, cómo lava el corazón del hombre. Ustedes fueron conmovidos y su corazón se volvió ferviente por el Señor. Pero unos pocos días después que me fui, el ardor cesó, y el flujo de sangre comenzó, es decir, la sangre preciosa le salió fluyendo, fluyendo...”. Él interpretó el flujo de sangre de la mujer como la preciosa sangre de Cristo. Eso verdaderamente era absurdo. No obstante, sus palabras eran muy cautivadoras. Por una hora y media él continuó recalcando este tema, que la sangre preciosa lava nuestro corazón y la sangre preciosa fluye desde nuestro corazón. El salón estaba repleto de más de mil personas. Yo sacudí mi cabeza al oír su predicación porque lo que él decía era totalmente erróneo. La Biblia no nos dice que la sangre del Señor Jesús limpia nuestro corazón, sino que nos lava de nuestros pecados. Aunque la enseñanza del Dr. Sung era inexacta, el público fue conmovido. Muchos pasaron al frente llorando, y confesaron y se arrepintieron, diciendo: “Oh Señor, mi sangre fluyó. ¡Oh Señor!”. Con esto podemos ver que la eficacia del evangelio no yace en el razonamiento, sino en la liberación del espíritu.

Mi intención no es animarles a hablar doctrinas erróneas, sino mostrarles que necesitan ejercitar su espíritu. En cierta ocasión el Dr. Sung fue a predicar el evangelio en Hankow, y la segunda de mis hermanas fue a oírle. Cuando regresó nos dijo que después que el Dr. Sung hubo hablado por un tiempo, de repente él tomó una vara de madera y señaló a una joven que estaba en la audiencia, diciendo: “¡Usted es la amante de alguien!”. La mujer se volvió enfurecida y dijo para sí: “¿Cómo pueden ustedes los cristianos comportarse de esta manera? Invitan a la gente para venir a oír el evangelio, pero les reprenden”. De hecho, ella era una concubina, la amante de alguien. Ella pensó que alguien le había contado al Dr. Sung sobre su caso, por lo que estaba enojada y resentida. Sin embargo, después que ella regresó a casa, el Espíritu operó en ella, diciendo: “¿Por qué culpas al predicador? Considéralo, ¿acaso no eres una concubina? ¿Acaso no eres una pecadora? ¿Por qué aborreces al predicador?”. Después que ella fue iluminada, se arrepintió. Al día siguiente regresó para escuchar el evangelio nuevamente y fue salva.

Por ende, quisiera decirle que cuando predique el evangelio, si sólo le interesa hablar correctamente y de modo placentero, no espere conducir a las personas a la salvación. Esto no quiere decir que le animo a no hablar correctamente y a reprender a las personas. Lo que quiero decir es que debería prestar atención al espíritu de la predicación del evangelio y permitir que su espíritu sea liberado. Al predicar el evangelio no puede ser como alguien viejo y pedante, con una expresión severa y una actitud pretenciosa. Más bien, a fin de conducir a las personas a la salvación, usted necesita tener piel gruesa, una boca abierta y un espíritu liberado.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 1, por Witness Lee)