LA HISTORIA MUNDIAL ESTÁ COMPLETAMENTE
BAJO LA DIRECCIÓN DEL EVANGELIO DEL SEÑOR
Si estudiamos la historia mundial con discernimiento espiritual, veremos que desde la ascensión del Señor Jesús, toda la historia mundial ha estado completamente bajo la dirección del evangelio del Señor. Es el evangelio lo que dirige el mundo; no es el mundo lo que dirige el evangelio. Por la misericordia del Señor, he estudiado mucho este asunto. En realidad, aun antes del nacimiento del Señor Jesús, la situación mundial operaba en distintas maneras para coordinarse con el evangelio. Por el lado político, aproximadamente treinta años antes del nacimiento del Señor Jesús, el Imperio romano surgió y conquistó las regiones del norte de África y Egipto, unificando así toda la región alrededor del mar Mediterráneo, incluyendo Canaán, la buena tierra. Por ende, cuando el Señor Jesús estaba por nacer, la situación política en aquella área estaba estable bajo el reinado de los tetrarcas y gobernadores romanos.
El nacimiento del Señor Jesús
La concepción del Señor Jesús es un asunto misterioso. Él fue concebido por obra del Espíritu Santo en el vientre de María. En aquel tiempo María ya estaba desposada con José, pero el matrimonio aún no había sido consumado. Sorprendentemente, ambos eran descendientes de David. José era descendiente de Salomón, el hijo de David, mientras que María era descendiente de Natán, otro hijo de David. Las dos líneas de los descendientes de David produjeron a José y María, y fueron unidos con el matrimonio de ellos. Sin embargo, cuando estos dos se casaron, ambos eran pobres, por lo que vivían en Nazaret, una ciudad despreciada de Galilea, que era una región despreciada. Para presentar al Señor Jesús en conformidad con la ley de Moisés, ellos sólo pudieron costear ofrecer un par de tórtolas o dos palominos, que representan la ofrenda más pequeña (Lc. 2:24; Lv. 12:8). Esto comprueba que ellos eran una familia que estaba en pobreza.
Según la profecía hallada en el Antiguo Testamento, el Señor Jesús tenía que nacer en Belén (Mi. 5:2), pero en aquel tiempo José y María vivían en la ciudad de Nazaret. Hoy en día tenemos aviones, carros y otros medios modernos de transporte, pero hace dos mil años no era tan conveniente viajar. De Nazaret a Belén eran aproximadamente ciento veinte kilómetros, lo que requería que José y María viajaran por carretera durante muchos días. Si tomamos en consideración su condición financiera, vemos que ellos no habrían viajado tan lejos hasta Belén para solamente dar a luz al Señor Jesús. No obstante, si el Señor Jesús hubiese nacido en Nazaret, la profecía del Antiguo Testamento no podría haberse cumplido. Por ende, con miras al cumplimiento de la profecía, Dios preparó algo para ellos bajo Su autoridad soberana. Cuando María estaba encinta y a punto de dar a luz, César Augusto, el emperador del Imperio romano, envió un decreto para que se hiciera un censo de toda la tierra habitada. Por lo tanto, todos fueron para ser empadronados, cada uno a su propia ciudad. José y María eran de la casa y familia de David, por lo que eran personas pertenecientes a Belén. Como tal, ellos tuvieron que viajar muchos kilómetros de regreso a Belén. Puesto que muchos habían regresado, los mesones de aquella ciudad estaban todos ocupados y no había lugar para ellos. Fue en tal periodo que el Señor Jesús nació (Lc. 2:1-7).
María había estado encinta por nueve meses y vivía en Nazaret con José. Justo cuando era el momento para que ella diese a luz, el emperador decretó que se realizase un censo, lo cual preparó el camino para que el Señor Jesús naciese en Belén. Esto comprueba que el hecho de que el Imperio romano rigiese sobre el mundo entero tenía como meta el nacimiento del Señor Jesús, que Él verdaderamente naciese en Belén, la ciudad natal de Su antecesor David, a fin de cumplir la profecía hallada en el capítulo 5 de Miqueas.
La crucifixión del Señor Jesús
Cuando un israelita mataba un cordero para la Pascua, el sacerdote primero juntaba dos pedazos de madera, uno horizontal y otro vertical, para hacer una cruz. Luego, él “crucificaba” el cordero con sus patas delanteras atadas al pedazo de madera que estaba orientado de modo horizontal, y sus patas traseras al pedazo que estaba de forma vertical. Finalmente, él abría el cordero desde el tórax hasta el abdomen. Por lo tanto, según el tipo hallado en el Antiguo Testamento, el Señor Jesús, quien murió como Cordero de Dios para nuestra redención, también tenía que ser crucificado.
Hasta el tiempo del Imperio romano, en la historia humana no ha habido un pueblo o nación que utilizase la cruz como un modo de dar muerte a las personas. Aunque en el Antiguo Testamento los hijos de Israel podían colgar de un madero a un criminal que hubiese sido ejecutado (Dt. 21:22-23), eso no podía considerarse como una crucifixión. Después de la unificación efectuada por el Imperio romano, se promulgó una ley que imponía una pena de muerte por crucifixión sobre cualquier persona que hubiese sido declarada culpable de cometer un crimen atroz. Para la época cuando el Señor Jesús fue arrestado y condenado por los judíos, conforme a la ley del Antiguo Testamento, Él sólo podía ser apedreado. Sin embargo, puesto que los judíos ya habían perdido su nación, ellos no tenían la autoridad para efectuar una ejecución. Más bien, ellos tenían que entregar la autoridad al Imperio romano. Fue de esta manera que la profecía bíblica acerca de la crucifixión del Señor Jesús se cumplió.
Con base en el nacimiento y la muerte del Señor Jesús, podemos ver claramente cómo el Imperio romano fue utilizado por Dios para cumplir lo que Él había hablado en el Antiguo Testamento acerca del Señor Jesús. El nacimiento del Señor fue el cumplimiento de la profecía hallada en el Antiguo Testamento, y Su muerte fue un cumplimiento del tipo visto en el Antiguo Testamento. Sin embargo, las circunstancias de Su nacimiento y Su muerte fueron dispuestas por Dios por medio del Imperio romano. Después de eso, el Señor Jesús resucitó y ascendió para que se difundiera Su evangelio a fin de propagarse a Sí mismo. El tema del libro de Hechos es que después de Su resurrección, el Señor Jesús ascendió al cielo, fue entronizado, derramó Su mismo ser como Espíritu todo-inclusivo y envió a Sus discípulos para que predicaran el evangelio por todas partes con miras a producir las iglesias y difundir y propagar el reino de Dios.
(
Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 1, por Witness Lee)