Levantarnos para predicar el evangelio, por Witness Lee

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EL SEÑOR YA HA EFECTUADO LA OBRA DE SEMBRAR Y AVENTAR

Cuando llevábamos a cabo la obra de habla china en los recintos universitarios estadounidenses, descubrimos algo maravilloso. Parecía que cuando íbamos a segar donde no se había sembrado semilla alguna, había racimos de fruto. En una reunión de habla china dedicada a predicar el evangelio a los nuevos estudiantes en la Universidad del Sur de California, había de cincuenta a sesenta personas, y ninguna rechazó el evangelio. ¿Quién sembró la semilla? Puedo testificar que hace cincuenta años en China, en los primeros días de mi servicio al Señor, era muy difícil predicarle el evangelio a un estudiante universitario. Los estudiantes universitarios de aquel tiempo se consideraban a sí mismo como personas de la edad moderna. Idolatraban la ciencia y rechazaban la “superstición”, así que nadie estaba dispuesto a escuchar el evangelio. No obstante, bajo el arreglo soberano de Dios, después de los ocho años de la Guerra de Resistencia contra los japoneses, la situación cambió por completo. Los estudiantes universitarios comenzaron a estar abiertos al evangelio, y hubo muchos que lo recibieron. Cuando reanudamos nuestra obra en aquel entonces, yo viajaba mucho de Pekín a Shanghái. En cierta ocasión cuando predicamos el evangelio en la Universidad Chiao Tung de Shanghái, setecientos estudiantes y profesores asistieron a la reunión. Todos los hermanos y hermanas vistieron túnicas del evangelio y sirvieron de distintas maneras, tales como servir de ujieres para los invitados, conducirlos a sus asientos y hablar con ellos después de que el mensaje fue dado. Más de trescientos setenta fueron bautizados. ¿Quién hizo esto? Tal vez pareciera que el Señor no había sembrado. ¿Quién hubiese pensado que Él había sembrado tanto de manera escondida?

Cuando vine a los Estados Unidos por primera vez, según lo que pude observar, los chinos que venían aquí para emprender estudios avanzados eran muy orgullosos, pues pensaban que ellos eran superiores a otros. Cuando les predicábamos el evangelio, sencillamente nos ignoraban. Hoy en día los chinos que vienen a los Estados Unidos para continuar su educación vienen en grupos y multitudes, así que ya no son especiales y, como resultado, su actitud es distinta a la de sus antecesores. Cuando los invitamos para que vengan y escuchen el evangelio, vienen de inmediato. Hace poco, los santos de habla china en tres localidades cercanas a Dallas predicaron el evangelio. Había un total de ciento veinte estudiantes que asistieron a las tres reuniones. Todos eran chinos. Sin duda alguna esto es obra del Señor.

Por lo tanto, no podemos decirle al Señor: “No sembraste y no aventaste, así que es irrazonable que nos pidas que seguemos y recojamos”. Aparentemente, Él no siembra; en realidad, es posible que nosotros sencillamente no sepamos que Él ya ha sembrado. Incluso cuando Él vivía en la tierra, dijo: “He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:35). Luego, dijo: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que lance obreros a Su mies” (Lc. 10:2). Esto comprueba que el Señor ya había sembrado la semilla que se convirtió en la mies que requería obreros para segarla. Hoy en día, éste es el caso aún más.

(Levantarnos para predicar el evangelio, capítulo 2, por Witness Lee)