LA MADERA RECUBIERTA CON ORO
Permítanme ejemplificar esto de esta manera. Según la tipología del Antiguo Testamento, el Arca fue construida con madera recubierta de oro. La madera, y no el oro, constituía la estructura del Arca. El oro le daba belleza y valor, y lo hacía preciado, pero no era la estructura. El oro era el decorado que se ponía sobre la madera. El armazón y estructura básica principal era la madera que servía de sostén y apoyo al oro. En la tipología la madera tipifica la humanidad; por tanto, la madera del Arca representa la humanidad de Cristo. La humanidad de Cristo es la estructura básica que soporta el oro del arca.
El tabernáculo fue edificado con cuarenta y ocho tablas de madera, las cuales formaban el armazón del tabernáculo. Esto quiere decir que la humanidad de Jesús es el armazón del tabernáculo. Si Él no fuese un hombre apropiado, Él nunca podría ser el Rey, el Siervo y el Hombre perfecto. El Dios que se revela en el Evangelio de Juan no es solamente Dios, sino un Dios-hombre; Él es Dios en el hombre. Pero ¿si Él no fuese un hombre perfecto, cómo habría podido Dios encarnarse en Él? Si Jesús no fuese perfecto y Dios se hubiera encarnado en Él, Dios sería depreciado y perdería Su valor. Sin embargo, el valor divino estaba complementado por una humanidad perfecta; era una humanidad cabal, sólida y perfecta que pudo contener a Dios de una forma completa. Aun para que Jesús sea Dios se requiere la humanidad de Jesús. Si Él no fuese un hombre perfecto, jamás podría ser el Rey, el Siervo, el Hombre o el Dios mismo encarnado en un hombre. Todos estos aspectos del Señor Jesús dependen de Su humanidad.
¡Cuánto necesitamos de esta humanidad hoy en día en la vida de iglesia! Ya vimos que el Arca es un tipo de Cristo y que el tabernáculo es un tipo de la iglesia. El tabernáculo es el agrandamiento del Arca, y de la misma manera, la iglesia hoy en día es el agrandamiento de Cristo. Si es necesario que Cristo tenga tal humanidad a fin de ser el testimonio de Dios, entonces nosotros como la iglesia también necesitamos esta misma humanidad sólida y perfecta.
(Cristo como la realidad, capítulo 7, por Witness Lee)