UN HOMBRE EN EL TRONO
Leamos Ezequiel 1:26: “Sobre la bóveda que estaba sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro, y sobre la figura del trono había una semejanza, como de hombre sentado en él”. Ezequiel vio la visión de un trono en el firmamento claro, y sobre el trono había uno sentado que tenía la semejanza del hijo de hombre. Nosotros diríamos que Dios debería estar sentado en el trono, pero ¡Ezequiel vio a un hombre! En este libro, el Señor llamó a Ezequiel hijo de hombre noventa y tres veces. El pensamiento completo de este libro en cuanto a la visión divina de Dios, está totalmente enfocado en el hombre. Dios necesita un hombre. Nuestro concepto es que en el trono de todo el universo está Dios, pero aquí este versículo nos dice que el que está sentado en el trono es un hombre.
Hablando en términos humanos, es fácil para Dios establecer un reino por Sí mismo; pero para Satanás eso sería menospreciable. Podemos ver el menosprecio de Satanás en el libro de Job. Satanás le dijo a Dios que Job le temía simplemente porque lo bendecía, pero cuando Dios le quitara todas las bendiciones, Job no le temería. Satanás pensaba que Dios había comprado a Job con las bendiciones que le había dado. Pero ¡qué gloria para Dios porque Job seguía temiéndole cuando le quitó todas las bendiciones! Satanás fue verdaderamente avergonzado. Cuando Dios despojó a Job de tantas cosas buenas, él seguía amando a Dios. No lo amaba por las bendiciones recibidas, sino por Dios mismo.
Dios nunca establecería un reino por Sí mismo; Él sabe lo que Satanás diría si lo hiciese. Por lo tanto, Dios creó al hombre y dejó a este hombre en un huerto sin valla. Dios hizo esto a propósito, de modo que Satanás pudiera usar cualquier medio de su elección para que intentara frustrar el plan de Dios. Y después que Satanás dañó al hombre, la sabiduría de Dios se manifestó aún más. Dios había creado a un hombre bueno y perfecto, pero éste fue dañado por Satanás, quien le hizo rebelde y pecador. Sin embargo, Dios planeaba regenerar al hombre y así haría un nuevo hombre. De toda la destrucción causada por Satanás, Dios edificaría algo nuevo. ¡Alabado sea el Señor que Dios lo hizo!
(Cristo como la realidad, capítulo 17, por Witness Lee)