Lo que el reino es para los creyentes, por Witness Lee

Más extractos de este título...

ARREPENTIRNOS POR CAUSA DEL REINO

Lo primero que se menciona acerca del evangelio es la necesidad de arrepentirse (Mt. 3:2; 4:17). ¿Qué significa arrepentirse? Arrepentirse significa que originalmente éramos rebeldes y nos oponíamos a Dios, pero luego una voz de amor nos pidió que regresáramos a Dios, que nos volviéramos a Él. Por consiguiente, arrepentirse es volverse al Señor con una actitud sumisa y recibirlo como nuestro Salvador. Cuando lo recibimos como nuestro Salvador, Él entra en nosotros, no sólo como nuestro Salvador, sino también como Rey de reyes. Hoy en día, Él ya no es el Cristo que fue clavado en la cruz, sino el Rey que está en el trono. Cuando nos arrepentimos, nos volvemos a Él y lo recibimos como nuestro Salvador, Él es el Rey que está en el trono. Por lo tanto, no sólo hemos recibido al Salvador, sino también al Rey de reyes, al Señor de señores. Cuando el Rey de reyes entra en nosotros, junto con Él entra Su trono. Su deseo es establecer Su reino en nosotros, para hacer de nosotros, los rebeldes, Su reino.

Anteriormente no nos sometíamos a la autoridad de Dios. Estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa, por mala que fuera. Antes de recibir a Jesús, a quien Dios designó como nuestro Rey, nos comportábamos descuidada e irresponsablemente porque la autoridad celestial no nos gobernaba. Sin embargo, ahora somos salvos y hemos recibido al Señor Jesús como nuestro Salvador. Además, como nuestro Salvador, Él también posee los estatus de Señor de todo y Rey de reyes. Por consiguiente, cuando le recibimos como nuestro Salvador, Él entra en nosotros para establecer Su trono y Su reino en nosotros, de modo que lleguemos a ser Su reino.

Apocalipsis 1 y 5 revelan que el Señor nos compró con Su sangre para hacernos Su reino (1:5-6; 5:9-10). ¿Cuál es Su propósito al hacernos Su reino? Su propósito es gobernar, reinar, a fin de cumplir Su voluntad sobre la tierra y de ganar a un grupo de personas de la tierra que esté bajo Su autoridad. Éste es el resultado que el evangelio ha producido en los pasados dos mil años.

En los últimos dos mil años, ha habido muchas personas de todas partes de la tierra que han recibido el evangelio y se han sometido al gobierno de Cristo. Sin embargo, los recién salvos no tienen muy claro este asunto. Ellos piensan que creer en el evangelio es únicamente para recibir ciertos beneficios, como paz mediante el perdón de los pecados, la vida eterna, la bendición eterna, un Dios vivo que siempre les concede Sus bendiciones y Su paz, y un Salvador viviente que siempre los salva del dolor y del sufrimiento, y los guarda para que se comporten debidamente. Sin embargo, el Señor gradualmente les irá mostrando que el Salvador a quien ellos han recibido tiene el estatus de un rey, y que incluso es el Rey de reyes. Como nuestro Salvador, el Señor ya no está en la cruz; antes bien, Él pasó por la cruz y fue entronizado. Él es ahora el Rey que está en el trono. Cuando nosotros le recibimos, Él ya había recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra, y había sido exaltado a la diestra de Dios y hecho Señor y Cristo. Aquel a quien hemos recibido es un Rey glorioso, el Rey de reyes, que está sentado en el trono. El Señor entra en nosotros no solamente para ser nuestro Salvador, sino también para ser nuestro Rey, por lo cual conecta el trono y la autoridad celestiales con nosotros.

(Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 5, por Witness Lee)