EJERCITAR FIELMENTE LOS DONES
QUE HEMOS RECIBIDO DE PARTE DEL SEÑOR
No quiero amenazar a nadie, pero sí debo hablarles la palabra de Dios con sinceridad. Cuando Dios venga, no sólo juzgará nuestra conducta, sino también nuestro servicio. Algunos dirán: “Creo que estoy bien, y mi conciencia está limpia. Yo tampoco voy a cine ni salgo a bailar. En la noche cuando examino mi conciencia, puedo decir que no hay ninguna ofensa”. Sin embargo, mientras vivimos en la tierra, no es suficiente simplemente tener una conciencia sin ofensa; pues el Señor aún juzgará la manera en que lo servimos. Todos hemos recibido de parte del Señor al menos un talento, un don espiritual. Quizás no hayamos recibido dos talentos ni cinco, pero sí recibimos al menos un talento. No podemos decir que no somos salvos, que no tenemos la vida del Señor o que no tenemos al Espíritu Santo. Todos tenemos estas cosas. Por haber recibido estas cosas, tenemos al menos un talento, un don espiritual, y debemos usarlo apropiadamente y obtener alguna ganancia para el Señor (Mt. 25:14-30).
La Biblia muestra que después que el esclavo que recibió cinco talentos hubo ganado otros cinco talentos, su señor le respondió: “Bien, esclavo bueno y fiel [...] entra en el gozo de tu señor” (v. 21). El que recibió dos talentos también ganó otros dos talentos. Ambos sirvieron a su señor fielmente y usaron sus dones al máximo potencial. De la misma manera, cuando nosotros usemos la vida, el Espíritu Santo y el talento que hemos recibido de parte del Señor, habrá un resultado completo. El señor les dijo a ambos esclavos: “Bien, esclavo bueno y fiel [...] entra en el gozo de tu señor” (vs. 21, 23).
El señor también llamó al esclavo que había recibido un solo talento. Éste se acercó cautelosamente y dijo: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no aventaste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo” (vs. 24-25). Este esclavo era como una persona salva que le dice al Señor: “Tú eres un hombre duro. Siempre me pides hacer un trabajo que es muy difícil. Me enviaste a predicar el evangelio a lugares donde nadie creería en Ti. Las personas allí eran duras y frías de corazón; era imposible llevarlas a que creyesen en Ti. Ellas endurecieron sus corazones hacia Ti, pero a pesar de ello Tú me enviaste a predicarles el evangelio. Señor, puesto que tuve temor, mucho temor, no hice la obra. No obstante, guardé aquí Tu talento. Mira, la vida que me diste está aquí, el Espíritu Santo que me diste está aquí, la salvación que me diste está aquí y el talento que me diste está aquí. Todos Tus dones están aquí; no malgasté ni perdí ninguno de ellos. Esta explicación debe bastarte”.
Quisiera preguntarles, ¿es esta explicación suficiente? Por supuesto que no lo es, puesto que este esclavo no usó fielmente los dones que había recibido de parte del Señor. Después de escuchar al esclavo que había recibido un solo talento, el amo no refutó lo que él dijo, ni le respondió: “Lo que dices no es cierto. No soy un hombre duro. La obra que te mandé hacer era fácil. Si hubieras sembrado, algo habría crecido; si hubieras segado, habría habido una rica cosecha. Lo que dijiste es totalmente equivocado”. El amo no refutó de esta manera. En vez de ello, reconoció el hecho y respondió: “Esclavo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no aventé. Por tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recobrado lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al esclavo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (vs. 26-30). El amo decía que puesto que el esclavo sabía que él estaba obligando a sus esclavos a hacer lo que ellos no podían hacer, el esclavo debió haber hecho lo posible por usar su talento. Al final el amo hizo que le quitaran el talento a ese esclavo y se lo dieran al que tenía diez talentos; además, echó al esclavo inútil en las tinieblas de afuera.
(Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 7, por Witness Lee)