Lo que el reino es para los creyentes, por Witness Lee

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LOS HIJOS DE DIOS SE SOMETEN A LA AUTORIDAD DE DIOS, Y DE ESE MODO AVERGÜENZAN A SATANÁS Y HACEN QUE ÉL SEA JUZGADO

La Biblia nos muestra la experiencia de Job a modo de ejemplo. Dios desea que Su Hijo reine, pero Satanás continuamente se rebela contra Dios. No obstante, Dios no se enfrentará —ni debe enfrentarse— directamente con Satanás. Si Dios mismo se enfrentara con Satanás, esto jamás haría callar a Satanás. El deseo de Dios no es solamente enfrentarse a Satanás, sino también dejarlo callado; esto será una vergüenza para Satanás. Dios puede callar a Satanás al mostrarle un grupo de personas en la tierra, a quienes Él ha ganado y quienes se someten a Su autoridad.

Si un hermano hoy se somete a la autoridad de Dios como lo hizo Job, se repetirá en el cielo lo mismo que aconteció en el libro de Job; es decir, Satanás nuevamente se presentará delante de Dios para discutir con Él. Esto no es una afirmación hipotética, pues Apocalipsis 12 dice que Satanás acusa a nuestros hermanos delante de Dios día y noche (v. 10b). En la era del Antiguo Testamento, Satanás habló de Job de esa manera delante de Dios; asimismo, hoy en la era del Nuevo Testamento Satanás todavía acusa a nuestros hermanos delante de Dios.

¿Cómo acusa Satanás a nuestros hermanos? Él siempre se presenta delante de Dios y le dice: “¿No ha sido ese fulano redimido con Tu sangre preciosa? ¿No ha sido él regenerado con Tu vida? ¿No tiene él Tu Santo Espíritu en su interior? Sin embargo, ¿has visto cómo vive hoy? Él juega a las cartas en su casa todo el tiempo y va al cine los fines de semana. Además, fue a bailar hace unas cuantas semanas. Ésta es una persona redimida con Tu preciosa sangre, regenerada con Tu vida poderosa y en ella mora Tu Santo Espíritu. ¡Esa persona que mira películas los fines de semana, sale a bailar y juega a las cartas todo el tiempo es uno de Tus redimidos!”. Esto no es una exageración; es así como Satanás nos acusa delante de Dios a fin de insultar a Dios.

Según el parecer de Satanás, él no es la única criatura que no se somete a la autoridad de Dios; él piensa que todos los descendientes de Adán, quienes fueron creados por Dios, tampoco se someten a la autoridad de Dios. Según su parecer, incluso los cristianos, quienes han sido redimidos con la preciosa sangre de Cristo y han sido regenerados con Su vida y en quienes mora el Espíritu Santo, tampoco se someten a la autoridad de Dios. Por consiguiente, él tiene la osadía de retar a Dios. Si nosotros, las personas salvas, le cedemos terreno a Satanás, permitiendo que él haga tales acusaciones, nuestro Dios se verá obligado a permanecer callado en el cielo. En dado caso sólo podría decir: “Satanás, no tengo nada que decir. He perdido ante ti completamente. Tú fuiste creado por Mí, y te rebelas contra Mí. Los descendientes de Adán fueron creados por Mí, y también se rebelan contra Mí. Además, he redimido y regenerado a estos cristianos, pero ellos también se rebelan contra Mí. ¿Qué más puedo decir?”. Si fuese así, ¿cómo podría venir el reino de Dios? ¿Cómo podría Dios enfrentarse a Su enemigo, el rebelde Satanás, y deshacerse de él? No habría ninguna posibilidad. No sólo eso, sino que Satanás le cerraría la boca a Dios.

Sin embargo, ésta no ha sido la situación en los pasados dos mil años. Cuando Satanás le dice a Dios: “Ese fulano jugó a las cartas esta semana, fue al cine la semana pasada y salió a bailar la semana anterior”, Dios puede responderle: “¿No has considerado a Mi siervo, el hermano Chen?”. Estas personas le permiten a Dios abrir Su boca; permiten que Dios le hable a Satanás. Así que Dios puede preguntarle a Satanás: “¿No has considerado al hermano Chen?”. Entonces Satanás dirá: “¿Acaso te ama de balde? Él te ama porque Tú lo bendices, permitiendo que gane mucho dinero en su empresa de importación y exportación”. Esto es simplemente un ejemplo hipotético, pero el principio es siempre el mismo. Dios entonces le dirá a Satanás: “Está bien, Satanás, te mostraré que él verdaderamente me ama. Puedes arruinar su negocio”. Entonces Satanás se irá gozoso a arruinar el negocio del hermano Chen.

Como resultado de ello, aunque otros ganan dinero en la importación de bienes, el hermano Chen pierde dinero; aunque otros ganan dinero en la exportación de mercancías, el hermano Chen pierde dinero. Finalmente, él pierde todo su dinero. En ese momento su esposa le preguntará: “¿Todavía amas al Señor? Tú has amado al Señor, pero a la postre te has ido a la quiebra; ¿vas a seguir amándolo? Creo que no debieras amarlo más. Deja también de ser uno de los ancianos. ¿Para qué seguir siendo anciano? Se ha cerrado tu tienda y tu negocio se ha acabado. ¿Qué más puedes decir?”. No obstante, el hermano Chen simplemente toma la cruz y ora, diciendo: “Señor, yo sé que Tú eres mi Rey. Tú concedes la bendición y Tú la quitas. Te adoro. No tengo más que decir. Tú eres mi Rey”. Este hermano realmente le cede a Dios el terreno para que pueda hablar.

Entonces un día Satanás vendrá nuevamente, y Dios le preguntará: “¿No has considerado a Mi siervo, el hermano Chen? ¿Lo has visto?”. Después de pensarlo por unos minutos, Satanás dirá: “La pobreza no significa mucho. Si permites que el hermano Chen se enferme y quede postrado en cama, veremos cómo se portará. Sin duda alguna Él te abandonará y te negará como el Rey de reyes”. Así que Dios le dirá: “Está bien, Satanás, te doy su cuerpo, pero guarda su vida”. Como resultado, Satanás hace algo, y este hermano se enferma gravemente. Entonces su esposa viene otra vez y le dice: “¿Todavía oras? Has amado al Señor, pero a la postre tu tienda cerró. Oraste, pero al final te enfermaste gravemente. ¿Todavía vas a seguir creyendo en el Señor? ¿Todavía le temerás?”. Aunque su esposa trata de provocarlo de esta manera, el hermano aún testifica que el Señor es el Señor y el Rey. Así que dice: “Cuando Él me trata bondadosamente, Él es el Señor; y cuando me trata severamente, sigue siendo el Señor. Lo adoro. No tengo más que decir”.

Entonces Dios, apuntando con su dedo a este redimido, podrá decirle a Satanás: “He ahí alguien que se somete a Mi autoridad. Aunque tú no te sometes a Mí, él sí se somete. Satanás, yo puedo mostrarte no sólo este hermano, sino también a muchos otros como él; todos ellos se someten a Mi autoridad”. Debemos ver que este asunto de someterse a la autoridad avergüenza a Satanás. Si nosotros como hijos de Dios no nos sometemos a la autoridad de Dios, nuestro Dios sufrirá una gran vergüenza. Él no podrá derrotar a Satanás ni juzgarlo. Pero damos gracias a Dios porque entre Sus hijos ha habido algunos a través de los siglos que lo han amado y se han sometido a Su autoridad.

John Bunyan dijo en su autobiografía que cuando afrontaba la muerte, si el Dios a quien servía no viniera a intervenir, él moriría sin nada que lamentar “así viniera el cielo o el infierno”. Incluso si el Señor no lo salvara al final, él de buen grado afrontaría la muerte por causa del nombre del Señor. Esto nos muestra a alguien en la tierra que fue fiel hasta la muerte; él se sujetó a la autoridad y gobierno de Dios. Él fue alguien que avergonzó a Satanás; mediante él Dios logró cerrar la boca a Satanás.

Creo que Dios levantará a muchos más creyentes como John Bunyan al final de esta era. Estos creyentes son el hijo varón mencionado en Apocalipsis 12:5; ellos son los vencedores en la iglesia. Ellos no codiciarán los placeres ni le temerán al sufrimiento. Ellos no saben de otra cosa que el reino de Dios, y se someten a la autoridad de Dios y aceptan el gobierno de Dios. Por lo tanto, el reino ha venido sobre ellos hoy. Ellos no prestan atención a la tentación, a los sufrimientos ni a la enfermedad. Tampoco los deleites mundanos ni ninguna posición terrenal pueden conmoverlos. Ellos se sujetan a la autoridad de Dios y hay un reino en ellos. El hecho de que se sujeten a la autoridad de Dios avergüenza a Satanás y le cierra la boca. En estos últimos días entre el pueblo de Dios debe haber cada vez más personas así, al grado en que Satanás finalmente no hallará ningún lugar en el universo. Esto será un juicio silencioso sobre Satanás. Este juicio silencioso, esta vergüenza silenciosa, es la vida del reino que llevan los hijos de Dios, aquellos que son gobernados por Dios.

(Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 7, por Witness Lee)