Lo que el reino es para los creyentes, por Witness Lee

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EL EVANGELIO DE DIOS SALVA AL HOMBRE, TRASLADÁNDOLO A LA AUTORIDAD DEL REINO

Sin embargo, hoy muchos todavía no se someten a la autoridad del trono de Dios; verdaderamente son necios y dignos de lástima. Todos debemos preguntarnos: “¿No nos hemos arrepentido? ¿No hemos sido salvos? ¿No hemos sido iluminados? ¿No estamos llenos de luz? ¿No tenemos la vida de Dios y el Espíritu Santo? ¿No nos someteremos también a la autoridad de Dios hoy?”. El trono de Dios no es objetivo, sino subjetivo para nosotros; no está meramente en el cielo, sino que ha sido conectado a nosotros interiormente. Podemos comparar esto a la electricidad que proviene de la central eléctrica. La electricidad no se queda en la central eléctrica, sino que fluye a la casa y a la lámpara.

Cuando somos salvos, Dios nos da el Espíritu Santo. Junto con este Espíritu se introduce la autoridad del trono de Dios en nosotros. Desde esta perspectiva, toda persona que es salva tiene en su interior el trono de Dios, el reinado de Dios y la autoridad de Dios. Algunos tal vez pregunten: “¿Qué es esta autoridad?”. Esta autoridad es el Espíritu Santo que mora en nosotros. Los siete Espíritus que están delante del trono de Dios han sido enviados para entrar en nosotros. Hoy el Espíritu Santo en nosotros es el Espíritu de vida y el Espíritu de poder y, más que eso, es el Espíritu de autoridad. Él está en nosotros no sólo para ser nuestra vida y nuestro poder, sino también para ser nuestro Señor, nuestro Rey, el reinado de Dios en nosotros y la autoridad de Dios en nosotros. Por consiguiente, dado que el Espíritu Santo está en nosotros, tenemos el trono de Dios dentro de nuestro ser.

Después que somos salvos, si interiormente sentimos una restricción que nos prohíbe comportarnos descuidada y despreocupadamente, este sentir no es producido por ninguna ordenanza del cristianismo ni por ninguna enseñanza de la iglesia; antes bien, esto es completamente la operación del Espíritu Santo en nosotros. Cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, el reino de Dios está en nosotros, es decir, el reino de Dios ha venido sobre nosotros (cfr. Mt. 12:28). Donde está el Espíritu Santo, también están el reino de Dios, el trono de Dios y la autoridad de Dios. Hoy en día, puesto que el Espíritu Santo está en nosotros, el trono de Dios y la autoridad de Dios también están en nosotros. Todo depende de nuestra comprensión de esto.

Es muy desalentador que el cristianismo hoy haya sido deformado y que incluso el evangelio haya sido deformado. Gran parte del evangelio predicado por el cristianismo tiene que ver con el cielo, la “mansión celestial”, como si el evangelio fuera el cielo. Esto hace que los católicos y los cristianos tengan el concepto del cielo en sus mentes, lo cual los hace discípulos del cielo. No obstante, el pensamiento del cielo, el concepto de una mansión celestial, no tiene cabida en la Biblia. Lo que la Biblia nos muestra enfáticamente es el reino de los cielos, es decir, el reino. Recuerden que la palabra reino en griego denota soberanía. De ahí que pueda traducirse “reino” o “soberanía”.

El propósito del evangelio no es salvarnos para que nos vayamos a una mansión celestial, pues dicha mansión no existe. En vez de ello, el evangelio nos salva para el reino y la autoridad de Dios, la autoridad celestial. Como personas salvas que somos, no debemos pasar todos los días deseando ir al cielo. Dios nunca dice que la meta de Su evangelio es salvar al hombre para llevarlo al cielo. Sin embargo, Su Palabra claramente nos muestra que la meta de Su evangelio es salvar al hombre para introducirlo en Su autoridad celestial, en Su reino celestial.

Hay un trono de Dios en el universo. Dios es el Soberano en el universo, el gran Rey y el Soberano del universo. Él no sólo reina sobre los ángeles en el cielo, sino también sobre los descendientes de Adán en la tierra. Él no sólo reina sobre las criaturas vivientes del cielo, sino también sobre las criaturas vivientes de la tierra. Sin embargo, los hombres en la tierra se rebelan contra Él, siguiendo a Su enemigo Satanás para rebelarse contra Su autoridad. Así como Satanás no se somete a la autoridad de Dios, los hombres de la tierra tampoco se someten a la autoridad de Dios. Hombres como Mussolini y Hitler representan acertadamente a aquellos hombres de la tierra que están llenos de un espíritu de rebeldía y dicen con jactancia: “¿Quién es Dios? Si Él viene para intervenir, me haré cargo de Él dándole un puñetazo”. ¡Qué blasfemia más grande! Aunque muchas personas tratan a Dios de esta manera, el trono de Dios permanece para siempre. Cuando esas personas llegan al final de su vida, tendrán que reconocer la autoridad del gobierno de Dios. Lavrenty Beria, el jefe de la policía secreta del partido comunista en Rusia, dijo una vez: “¿Quién es Dios? ¿Dónde está Dios?”. Pero dicen que poco antes de ser ejecutado, pidió a alguien que le leyera la Biblia.

Ésta es la situación de los hombres caídos: ellos rechazan el trono de Dios. La Biblia dice: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17). También dice: “El cual [el Padre] nos ha librado de la autoridad de las tinieblas, y trasladado al reino del Hijo de Su amor” (Col. 1:13). En otras palabras, Dios nos salvó, introduciéndonos en la autoridad del Hijo de Su amor. Por consiguiente, los que somos salvos no somos personas impías y sin ley. Ciertamente tenemos la ley del cielo y estamos bajo el gobierno de la autoridad del cielo. Cuando nos arrepentimos, en ese momento nos volvemos a Dios, le recibimos como nuestro Señor, permitimos que Él deposite Su vida en nosotros y al mismo tiempo permitimos que Su Espíritu entre en nosotros, trayéndonos Su trono y autoridad.

(Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 2, por Witness Lee)