LOS VENCEDORES SON AQUELLOS
QUE SE SOMETEN AL REINADO DE DIOS
Es preciso que veamos la razón por la que Dios nos salva, esto es, debemos ver cuál es Su propósito al salvarnos. Dios nos salva a fin de que seamos Su reino, a fin de que pueda establecer por medio nuestro el reino de Su Hijo. Hoy en día Satanás todavía está activo en el aire y en la tierra. Él gobierna en estas dos esferas, y la autoridad de Cristo no tiene medio de ser expresada. Sin embargo, Cristo encuentra un camino al extender Su autoridad depositándola en nosotros los que creemos en Él. Si nosotros le permitimos que ejerza Su autoridad en un nivel adecuado, seremos un grupo de vencedores. Según lo que Dios ha dispuesto, toda la iglesia debiera ser así. Todos los que están en la iglesia, todos los que han sido salvos, debieran estar bajo la autoridad de Cristo, debieran permitirle a Cristo reinar, y debieran ser un lugar donde Cristo puede ejercer Su autoridad. Sin embargo, muchos de los que son salvos desean la salvación del Señor, el amor del Señor y las bendiciones del Señor, pero no permiten que el Señor reine en ellos a fin de que Él pueda obtener Su reino.
¿Qué hará el Señor ante esa situación? El Señor tendrá que hacer una obra adicional en la iglesia para ganar a un grupo particular de personas. A través de los pasados dos mil años la línea de aquellos que aman al Señor nunca se ha visto interrumpida. Aparentemente, la iglesia está en decadencia, y ciertamente la iglesia en general va en decadencia; no obstante, en medio de esta decadencia todavía hay vencedores. En esta decadencia todavía hay algunos que aman al Señor y le dicen: “Señor, estoy bajo Tu autoridad. Soy Tu reino. Estoy dispuesto a permitir que entren Tu trono y Tu autoridad. Amo Tu gobierno. Señor, Tú eres el Rey, y yo estoy bajo Tu gobierno. Me someto a Tu autoridad”. En estos últimos dos mil años, la línea de tales personas que se someten a la autoridad del Señor jamás se ha interrumpido. Estas personas son los vencedores del Señor.
Absolutamente creemos que hay algunos hermanos y hermanas en la tierra hoy, aunque no sean muchos en número, que son capaces de decirle al Señor: “Señor, yo soy Tu reino, y estoy bajo Tu autoridad. Señor, Tú eres Aquel que gobierna, Aquel que reina. No hay otra razón por la que he sido salvo y he llegado a ser cristiano. No deseo nada en la tierra. Sólo sé que estoy bajo Tu autoridad, que soy Tu reino y que Tu trono está en mí. Señor, Tú estás entronizado, Tú reinas y Tú me gobiernas. Me someto incondicionalmente a Ti y a Tu gobierno”. Creo que sí hay santos así. Aunque no hay muchos, ciertamente hay algunos.
Tal vez digamos: “Yo no puedo someterme”. Pero si nosotros no podemos, otros sí pueden. Asombrosamente, nosotros también podemos someternos si hemos recibido misericordia. Todos los que han recibido misericordia y gracia pueden someterse al Señor. A través de los siglos siempre ha habido esta clase de personas, un grupo de aquellos que aman al Señor y están dispuestos a someterse a Su gobierno. Nunca he conocido ningún grupo de cristianos entre quienes no hubiera alguien que amara al Señor de esta manera. Aunque quizás no haya muchos, siempre ha habido unos cuantos. No importa adónde vayamos, podemos siempre encontrar algunos cristianos, y entre ellos siempre podemos encontrar a algunos que aman al Señor de esta manera. Puedo testificar que en muchos lugares he encontrado a algunos que aman al Señor. Cuando ellos mencionan el nombre del Señor, se vuelven locos. Pareciera que cuando mencionan al Señor, no les importa nada más; no les preocupa otra cosa que no sea el Señor.
Había un hermano en cierto lugar que amaba mucho al Señor. Él amaba al Señor tanto que su padre le dijo bromeando: “Hijo mío, si tu padre muriera hoy, ¿te importaría eso o amarías sólo a Jesús?”. La razón por la que su padre le preguntó esto era que a los ojos del padre, este joven no sabía de otra cosa que el Señor Jesús. Él estaba “narcotizado” con Jesús. Parecía que tan pronto se despertaba, él pensaba en Jesús; y que cuando dormía, pensaba en Jesús. Jesús lo era todo para él. Él no sabía mucho de todo lo demás, pero cuando hablaba de Jesús, entendía todo con absoluta claridad. Este joven amaba a Jesús a ese grado. Sin embargo, se puede encontrar a esta clase de personas en todas partes. Es como si ellos estuvieran “narcotizados” con el Señor Jesús.
Tales personas espontáneamente se someten a la autoridad de Cristo. Según ellos, es seguro que Jesús será el Señor; así, el Señor espontáneamente reina en ellos. Todo su ser es el dominio de Cristo, el reino de Cristo. El trono de Cristo está en ellos, y la voluntad de Cristo se lleva a cabo en su vivir. Toda su vida es el reinado de Cristo; la realidad del reino está en ellos. A esas alturas y en dicha situación, lo que se manifiesta en ellos es enteramente el reino de Dios. Su vida no es simplemente humana; la vida divina y gloriosa de resurrección se manifiesta en ellos. Ellos pueden vencer, y hacerlo de forma absoluta; ellos pueden perseverar, y hacerlo de forma incondicional. Humanamente es imposible llevar la vida que ellos viven; el hombre no puede llevar esa clase de vida. Sólo Dios puede vivir de esa manera. En otras palabras, Dios se manifiesta en ellos. Debido a que el trono está establecido en ellos, el poder de vida se hace manifiesto en ellos.
(
Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 5, por Witness Lee)