Lo que el reino es para los creyentes, por Witness Lee

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LA VIDA DE CRISTO ES ÚNICAMENTE DADA POR CAUSA DE SU REINO

El Señor Jesús nos compró con Su sangre para que fuésemos Su pueblo obediente, los que se someten a Su autoridad, quienes constituyen Su reino y quienes le permiten establecer Su trono para que gobierne y reine en nuestro interior. Todo lo relacionado con nosotros debe estar sujeto a Su autoridad. Si todos tenemos esta perspectiva y vivimos en esta clase de situación, todos los enemigos espontáneamente serán derrotados. ¿Nuestro mal genio? Éste no prevalecerá. ¿El mundo? Éste perderá su poder atractivo. Todo pecado y tentación, no importa si proviene del diablo, de los espíritus malignos, de la carne o de los deseos carnales, será derrotado. Cuando el Rey de todos sea entronizado en nosotros, todos los enemigos se postrarán.

En el Antiguo Testamento encontramos un cuadro muy claro de esto. El pueblo de Dios, los hijos de Israel, eran el reino de Dios bajo el gobierno de Dios. Cada vez que ellos permitían que Dios gobernara y reinara, todos los enemigos que estaban en sus alrededores se rendían, y ellos tenían paz en todo su territorio. Ellos eran un pueblo victorioso, un pueblo muy notable. Debido a que permitían que Dios gobernara, y el reino de Dios estaba establecido entre ellos, todos los enemigos se rendían. Pero cada vez que no permitían que Dios gobernara ni reinara sobre ellos, ellos caían, y sus enemigos se levantaban uno tras otro. A veces venían los filisteos a pelear contra Israel, y otras veces venían los madianitas, los moabitas, los amalecitas o los amonitas. Finalmente, las siete naciones de la tierra de Canaán se levantaron una tras otra. En un momento dado incluso el Arca fue capturada. Los enemigos prevalecieron porque Dios había perdido Su trono y Su reinado entre Su pueblo. Como resultado, la ciudad santa fue destruida, el templo santo fue hollado y se llevaron todos los vasos del templo. Los hijos de Israel perdieron la presencia de Dios y Su testimonio. Esto se debió a que ellos habían perdido la autoridad de Dios y no permitieron que Él fuese entronizado entre ellos.

Esto es un cuadro, un tipo, de la situación actual. Cuando tenemos el trono y la autoridad de Cristo en nosotros, todos los enemigos se rendirán, y Dios mismo, Cristo, Su testimonio, Su autoridad y Su poder estarán con nosotros ricamente. En cambio, cuando no le permitimos a Cristo reinar en nosotros, sino que nosotros mismos tomamos las decisiones, gobernamos y conservamos la preeminencia, encontraremos que todas las pruebas y tentaciones, incluyendo nuestro mal genio, vendrán. Cuando permitamos que Cristo reine en nosotros, podremos alabar y dar gracias en cada situación que afrontemos. En esos momentos no sabemos lo que es el mal genio, las pruebas ni las tentaciones. Sin embargo, cuando Cristo no puede reinar en nosotros, y nosotros no le cedemos terreno en nuestro ser, de inmediato empezaremos a enojarnos y a murmurar. Nos parecerá que nada marcha bien.

Esto es a menudo nuestra experiencia. Por ejemplo, esta mañana pudimos haber culpado a nuestros padres por no despertarnos más temprano. Sin embargo, más tarde podríamos orar: “Señor, ayúdame y sálvame de enojarme. Señor, Tú eres el Señor de resurrección, el Señor de poder. Tú tienes la vida de resurrección, y esta vida es poderosa. Te ruego que me cambies”. Pero a la postre esa oración no funcionó. El Señor no respondió a nuestra oración, ni nos ayudó ni nos salvó; tampoco se manifestó Su poder de resurrección en nosotros. ¿Por qué? Porque Él nunca nos ofrece esta clase de ayuda, y Su vida no nos es dada para satisfacer esa clase de exigencias. En vez de ello, Su vida nos es dada para que Él pueda reinar y establecer Su reino en nosotros. Debemos estar bajo Su autoridad y ser Su reino; debemos tener Su trono y ser gobernados por Él desde nuestro interior. Entonces Su vida podrá manifestarse con poder.

La vida de Cristo es únicamente dada por causa de Su reino. Si un hermano no es una persona del reino interiormente ni lleva una vida que es gobernada por Cristo, muchas veces la vida de Cristo no asumirá la responsabilidad por él. Aunque él lea la Biblia, continuará cayendo. Tal vez ore, pero todavía se sentirá débil. Aunque asista a las reuniones y escuche los mensajes, aún no será victorioso. La razón de esto es que él no ha permitido que Cristo sea entronizado en su interior. Si no tenemos el reino y reinado de Cristo en nuestro interior, si no somos Su dominio, y si todavía tomamos las decisiones en todo y conservamos todo como nuestro dominio, reino y gobierno, entonces el Señor se verá obligado a hacerse a un lado. Él no actuará ni podrá hacer nada por nosotros.

(Lo que el reino es para los creyentes, capítulo 5, por Witness Lee)