CADA MIEMBRO PRODUCE UN FRUTO
Y CUIDA A UN MIEMBRO MÁS JOVEN
Conforme a este principio, casi todos nosotros somos anormales. No debiéramos esperar a que se nos designe como ancianos para cuidar a otras personas. Esto no es un medio efectivo. En la vida apropiada de iglesia no necesitamos “pastores” ni buenos oradores que prediquen el evangelio y cuiden a otras personas. Lo que necesitamos es que cada miembro como pámpano de la vid lleve fruto y tome cuidado de los más jóvenes. Debemos tener la carga por al menos por un hermano o hermana más joven. El Señor no nos exige llevar mucho fruto. Es suficiente producir un fruto anual compuesto de una sola persona y tener a un miembro más joven bajo nuestro cuidado. Si todos nosotros trajéramos una persona a la vida de iglesia cada año y cuidáramos de un miembro más joven, la vida de iglesia sería maravillosa. Esperar por un avivamiento de manera milagrosa es anormal. No deseamos experimentar ninguna situación de índole milagrosa, mas anormal. Más bien, deseamos tener una situación muy normal en la cual nada es milagroso, sino que todo es en vida. No esperamos que ninguno conduzca a cincuenta personas al Señor después de orar por unas cuantas semanas. Más bien, es nuestro deseo que a lo máximo para el final de este año, todos podamos conducir a una persona a la vida de iglesia de manera sólida y tener la carga de cuidar a un miembro más joven. Si hacemos esto, aprenderemos muchas lecciones. La vida de iglesia y el llevar fruto nos permite aprender muchas lecciones, pero si cuidamos de los miembros más jóvenes podremos aprender muchas más lecciones. Todos tenemos que pasar por las pruebas que representan la vida de iglesia, llevar fruto y cuidar a otros.
El disfrute que tenemos de las riquezas de la vida de Cristo y las lecciones que aprendemos en la vida espiritual y en la vida de iglesia dependen principalmente de que llevemos fruto. Si no llevamos fruto, seremos separados del disfrute que tenemos de la vida de Cristo y nos perderemos las lecciones que aprendemos en nuestra vida cristiana y vida de iglesia. Por tanto, si deseamos disfrutar constantemente las riquezas de la vida de Cristo y aprender tales lecciones, no nos queda otro camino sino llevar fruto y cuidar a otros. Necesitamos traer este asunto al Señor y tratar con Él minuciosa y seriamente. Podemos decirle: “Señor, mis ojos han sido abiertos. Ahora veo que no soy normal porque no llevo fruto. Soy muy indisciplinado en esto de llevar fruto. Ahora vengo a Ti para someterme a un escrutinio cabal”. Si acudimos al Señor de esta manera y nos sometemos a un escrutinio minucioso, el Señor nos hablará en cuanto al precio que debemos pagar o respecto de cuánto necesitamos ser quebrantados y disciplinados en ciertas áreas. Si no escuchamos Su hablar, seremos cortados del disfrute que tenemos de la vid; pero si realmente le escuchamos, tendremos una experiencia profunda en relación con el disfrute que tenemos de las riquezas del Señor. La razón por la que no tenemos claridad con respecto a aquello en lo cual debemos ser disciplinados o aquellos asuntos en los cuales debemos pagar un precio es que nos hallamos bajo una nube, pero si escuchamos el hablar del Señor, nuestro “cielo” interior estará despejado. No será necesario que otros nos digan que debemos ser disciplinados en ciertas áreas, pues interiormente tendremos claridad. También tendremos claridad con respecto a quiénes de nuestros familiares, compañeros de clases, vecinos y amigos debiéramos cuidar. El Señor no nos dará la responsabilidad de cuidar a demasiadas personas.
(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 4, por Witness Lee)