Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, por Witness Lee

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EL SACERDOCIO ES SANTO Y REAL

Un sacerdote no es una persona común y natural. De los billones de personas que pueblan la tierra hoy, relativamente pocas son sacerdotes. La mayoría son meramente personas comunes. Un sacerdote es, en primer lugar, alguien que ha sido separado, que no es común. Todos los que participan del servicio en la iglesia tienen que ser personas separadas, santificadas y señaladas. A esto se debe que 1 Pedro 2 hable de un sacerdocio santo, un sacerdocio que es algo especial, separado y santificado. No debiéramos ser comunes en nuestra manera de pensar, actitud, manera de hablar, expresiones, manera de vestirnos y en cada área y aspecto de nuestro vivir. Aun si somos comunes en una sola área, habremos dejado la posición que nos corresponde como sacerdotes. Un sacerdote es una persona santa y separada. En tiempos antiguos, entre los israelitas, los sacerdotes se vestían, comían y vivían de manera diferente, y habitaban en edificios diferentes. Esto fue una tipología, pero ahora ese mismo principio se aplica a la realidad. Por ser sacerdotes, tenemos que cuidar de lo que somos. Tenemos que ser personas separadas, diferentes y no comunes. Tenemos que ser personas especiales. Algunos dicen que tenemos que ser “humanos”, pero debemos tener cuidado cuando decimos esto. Si somos “humanos” de una manera común, habremos fracasado como sacerdotes. Tenemos que ser humanos de una manera santa y con una humanidad santa. Éste es el significado de ser un sacerdote.

Además, un sacerdote tiene que pertenecer a la realeza; tiene que ser un rey. En 1 Pedro 2 se nos habla tanto de un sacerdocio santo (v. 5) como de un sacerdocio real (v. 9). Ser de la realeza no sólo implica ser personas singulares y especiales, sino también ser personas con un estándar muy elevado. Muchos santos muy queridos aman al Señor y conocen la iglesia, pero la manera en que ellos se comportan, hablan y actúan es demasiado pobre, no como reyes. Ciertamente no debemos ser orgullosos, lo cual es horrible y una necedad, pero no debemos olvidar que somos reyes. Somos personas encumbradas que pertenecen a la familia real. Esto también está implícito en lo referente al servicio. Aquellos que acomodan las sillas del salón de reuniones pertenecen a la realeza; ellos son reyes que acomodan las sillas. De este modo, acomodar las sillas se convierte en un servicio propio de reyes.

Algunos cristianos ambicionan una posición en la iglesia. Desean ser uno de los que toman la delantera, incluso ser el líder entre ellos. No debemos preocuparnos por si somos ancianos, los que toman la delantera o simplemente pequeños hermanos sin nombre. Por el contrario, deberíamos preocuparnos por la clase de persona que somos. Si un mendigo asciende al trono de un rey, su reinado será el que corresponde a un mendigo; pero si un rey barre la calle, la manera en que barra será digna de un rey. Si los hermanos y hermanas que acomodan las sillas son reyes, el acomodo de sillas del salón de reuniones será un servicio propio de reyes, y la gente verá un estándar muy elevado. Ellos no verán a un grupo de trabajadores modestos acomodando sillas; si esto es lo que la gente ve, entonces somos un fracaso en nuestro servicio en la iglesia. Por el contrario, los nuevos debieran ver algo elevado y propio de reyes incluso en las tareas modestas tales como acomodar las sillas y limpiar el salón de reuniones. El hecho de que estos asuntos posean un estándar elevado o no, dependerá de quién las haga. Si el presidente de los Estados Unidos se presentara para acomodar las sillas, éste sería un asunto relevante. Da lo mismo que se acomoden las sillas de una manera o de otra. Lo que hace la diferencia es quién lo lleva a cabo. Nosotros somos sacerdotes santos y reales. Debemos ser personas santas, separadas, no comunes y que se comporten como reyes, que tienen un estándar elevado. Incluso los jóvenes deberían considerarse reyes en el servicio de la iglesia.

(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 7, por Witness Lee)