Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, por Witness Lee

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LA NECESIDAD DE SER ENTRENADOS PARA NUESTRO SERVICIO

A lo largo de los siglos, muchos cristianos han mantenido una de dos posturas extremas que existen con respecto a nuestro servicio al Señor. Ciertas personas “espirituales” insisten en que servir al Señor es algo que depende absolutamente de la vida. Ellos afirman que puesto que poseemos vida, creceremos automáticamente en nuestro servicio; por lo que no necesitamos recibir entrenamiento alguno. Aquellos que abogan por el otro extremo insisten en que es indispensable recibir una educación formal para poder servir. En 1958 fui invitado a una reunión de cristianos en Londres, la cual tenía la reputación de ser muy espiritual. Los que llevaban la delantera me asignaron la responsabilidad de presidir todas las reuniones durante todo un mes; esto no solamente incluía las reuniones de la conferencia en sí, sino también sus reuniones regulares. Antes de irme, me pidieron tener un tiempo adicional para preguntas y respuestas. La pregunta más importante de aquella noche provino de uno de los jóvenes, quien había escuchado de los muchos entrenamientos que habíamos recibido en Taiwán. Sin embargo, en aquel lugar donde se reunían en Londres no recibían ningún tipo de entrenamiento. Ellos sentían que servir al Señor tenía que ver íntegramente con la vida divina y que, siempre y cuando los santos crecieran en vida, no necesitaban entrenamiento alguno. Yo les dije: “Cuando yo era joven, mi madre me envió a la escuela con el propósito específico de aprender inglés. Sin embargo, hasta el día de hoy, hablo inglés de manera muy deficiente. Aquí un niño puede hablar inglés mucho mejor que yo, aun cuando yo comencé a estudiar inglés mucho antes que ese niño naciera. A mí me entrenaron a escribir y leer en silencio. Me entrenaron en la gramática inglesa y probablemente la conozca mucho mejor que ustedes; pero no fui entrenado adecuadamente a hablar. Ciertamente no podríamos entrenar a un perro para que hable inglés, pues un perro no tiene la vida que tiene la capacidad de hablar inglés. Únicamente los seres humanos poseen la capacidad para hablar el lenguaje humano. Aun así, no podríamos afirmar que si tenemos la vida humana, podremos crecer en esta vida a fin de hablar inglés. Todos nosotros poseemos la vida humana, pero ustedes hablan bien inglés, mientras que yo no. Esto se debe a que ustedes recibieron cierta clase de entrenamiento que yo jamás recibí”.

Luego proseguí citando el ejemplo de una persona que aprende a volar un avión. Les dije: “No podemos entrenar a un mono a volar un avión, porque la vida del mono no es idónea para ese propósito. Eso sólo la vida humana lo puede realizar; pero esto no significa que si poseemos la vida humana todos podemos volar un avión. Si creemos esto, perjudicaremos muchas vidas”. Concluí al decirles: “Queridos hermanos, con esto podemos ver que necesitamos tanto la vida apropiada como el entrenamiento apropiado. No debemos insistir en uno u otro extremo. Sin lugar a dudas, necesitamos la vida divina; sin la vida no podemos realizar los asuntos espirituales. Sin embargo, esto no significa que en tanto tengamos vida, no se necesita nada más. Además de la vida apropiada, todavía necesitamos el entrenamiento y la práctica apropiados”.

El apóstol Pablo estaba consciente de la necesidad de entrenamiento

Pablo, al final de su vida, escribió 1 y 2 Timoteo y Tito, las tres epístolas “pastorales”, porque por experiencia comprendió que el entrenamiento era necesario. Pablo aprendió muchas cosas de sus experiencias. Por ejemplo, en la primera etapa de su ministerio, Pablo dijo que era mejor ser como él y permanecer soltero, puesto que estar casado era una fuente de problemas (1 Co. 7:7-8, 32-34). En aquel tiempo Pablo había recibido una revelación, pero no tenía suficiente experiencia en la vida de iglesia. Más tarde él le dijo a Timoteo que a las viudas menores de sesenta años había que alentarlas a casarse de nuevo (1 Ti. 5:9, 14). Para entonces él había visto a algunos que, habiendo hecho un voto al Señor de amarle como solteros, cayeron después en fornicación. Estas experiencias le enseñaron algo a Pablo. En los primeros libros que escribió Pablo, como Romanos y 1 y 2 Tesalonicenses, no vemos ningún pensamiento acerca del entrenamiento, pero en sus últimos escritos, especialmente 1 y 2 Timoteo y Tito, encontramos repetidas veces el concepto del entrenamiento y la disciplina. Él dijo: “Lo que has oído de mí mediante muchos testigos, esto confía a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). Pablo enseñó y entrenó a Timoteo, y ahora le encomendaba entrenar a otros de la misma manera en que él lo había hecho.

Asimismo, en sus primeros escritos Pablo no dijo nada sobre los requisitos de los ancianos, diáconos o diaconisas; pero en sus últimas epístolas, él señaló todos estos requisitos. Un hombre no llega a reunir estos requisitos simplemente mediante el crecimiento, sino mediante el entrenamiento. Por consiguiente, el entrenamiento es totalmente bíblico. En los pasados doce años he hablado mucho en contra de las enseñanzas tradicionales del cristianismo, las cuales no son bíblicas. Debido a esto, algunos dicen: “Hermano Lee, ¿no nos dijo usted que lo que necesitamos es la vida y no enseñanzas?”. En realidad, lo que dije es que no necesitamos mera enseñanza doctrinal. Sin embargo, después de recibir la vida divina, ya no necesitamos enseñanzas conforme a la letra, mas sí necesitamos ser entrenados. Pablo aprendió algo de sus experiencias. Asimismo, según nuestro estudio de los escritos de Pablo y nuestra experiencia en los pasados años, hemos visto que necesitamos el entrenamiento.

(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 1, por Witness Lee)