EL PROPÓSITO DE NUESTRO SERVICIO
ES EL DE MINISTRAR VIDA A OTROS
El primer aspecto de nuestro entrenamiento es comprender que en nuestro servicio en la iglesia no hacemos nada por organización. La iglesia es un organismo y, como tal, lo único que requiere es vida. Por lo tanto, nuestro servicio en la iglesia tiene como objetivo principal ministrar vida a otros. Aun el arreglo de las sillas del local o la limpieza de los baños no son un fin en sí mismos; el propósito de todo es ministrar vida. Asimismo, al servir como ujieres o al realizar algún trabajo de oficina, o cualquier aspecto del servicio en la iglesia, debemos hacerlo todo para ministrar vida a los demás. Por supuesto, nos conviene que hagamos las cosas adecuadamente. Si no lo hacemos, esto nos traerá muchos inconvenientes, sin embargo, eso no significa que hacer las cosas bien equivale a tener el servicio apropiado. En las organizaciones religiosas y mundanas, basta con hacer las cosas bien; pero en la iglesia lo más importante es que la vida sea ministrada. Incluso si no somos capaces de hacer las cosas muy bien, pero por Su misericordia ministramos vida a otros, nuestro servicio será exitoso. Así pues, lo más crucial es ministrar vida a otros.
Algunos dirán que es únicamente el Señor Jesús, y no nosotros, quien es el Dador de vida. Sin embargo, por lo menos hay un versículo en el Nuevo Testamento que dice que nosotros podemos impartir vida a los más débiles. En 1 Juan 5:16a dice: “Si alguno ve a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y le dará vida”. Aquí la palabra griega traducida “vida” no es bíos, la vida física, sino zoé, la vida espiritual. Este versículo no dice que si oramos por la enfermedad del hermano, le podemos impartir la vida física; más bien, dice que le daremos la vida zoé, la vida espiritual. Tenemos el privilegio de impartir vida a los más débiles, para que su muerte sea absorbida. Muchos santos no están enfermos físicamente, sino espiritualmente. Ellos necesitan que nosotros oremos por ellos y les impartamos vida. Todos debemos ser entrenados para cuidar de los más débiles, o sea, los que están faltos de vida y enfermos espiritualmente, y también debemos ponerlo en práctica. En las iglesias es muy común que la muerte, en lugar de la vida, sea propagada de boca en boca. Por tanto, es necesario que los más fuertes ministren vida para que cese la propagación de la muerte y ésta sea absorbida. Éste es el propósito principal del servicio en la iglesia.
La mejor oportunidad que tenemos para ministrar vida a otros es en los grupos de servicio. Muchos santos que tienen un corazón para el Señor han sido puestos en estos grupos bajo el cuidado de los hermanos responsables. Los hermanos que llevan la delantera en el servicio no deben preocuparse sólo por hacer las cosas adecuadamente. Lo más importante que ellos deben hacer es cuidar en vida a todos los que sirven en los grupos. En lugar de ayudar a los santos a meramente realizar el servicio, deben tener comunión con ellos e impartirles vida para que puedan crecer. Si los hermanos que llevan la delantera hacen esto, espontáneamente todos los santos harán lo mismo con otros hermanos. De esa manera, toda la iglesia estará bajo el cuidado del ministerio apropiado de vida.
(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 1, por Witness Lee)