Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, por Witness Lee

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TOMAR MEDIDAS CON RESPECTO A LA LUZ QUE RECIBIMOS DE PARTE DEL SEÑOR

En el capítulo anterior recalcamos la necesidad de presentarse delante del Señor, tratar con Él y recibir la luz que procede de Él, para que nuestra condición quede al descubierto. Muchos cristianos esperan que una gran luz les resplandezca desde los cielos tal como ocurrió con Saulo de Tarso (Hch. 9:3). Pero jamás hubo otro como Saulo en la historia. No deberíamos esperar que un día el Señor tenga misericordia y haga que Su luz resplandezca sobre nosotros de ese modo. La manera apropiada de ser iluminados es al tomar medidas con respecto a la luz que ya hemos recibido. Ya tenemos cierta medida de luz, sea que estemos dispuestos a ser obedientes a tal iluminación o no.

Necesitamos el entrenamiento para tomar medidas con respecto a todos los asuntos de forma exhaustiva

Nosotros, como toda persona apropiada, nos levantamos temprano por la mañana, tendemos nuestras camas, nos aseamos, vestimos y desayunamos para después encargarnos de las responsabilidades de ese día. Al comportarnos de este modo, no somos descuidados. No obstante, debido a nuestra naturaleza caída, prácticamente todos los cristianos actúan descuidadamente en su vida espiritual. Esto se debe a que nadie ejerce control alguno sobre nosotros. En nuestra vida académica, tenemos un maestro, un profesor o al menos un sistema de calificaciones, los cuales ejercen cierto control sobre nosotros. Asimismo, muchos que suelen ser descuidados en otras cosas no lo son en su trabajo, pues son restringidos por el deseo de no perder sus trabajos. Sin embargo, en nuestra vida espiritual nadie ejerce control sobre nosotros de ese modo. La iglesia no podría “despedir” a un hermano por ser descuidado. Así pues, necesitamos el entrenamiento. El entrenamiento no consiste en meramente enseñar la Biblia o destrezas necesarias en la iglesia. El entrenamiento es simplemente una disciplina espiritual que nos edifica para que sepamos disciplinarnos a nosotros mismos. Por ser personas que procuramos más del Señor, tenemos que aprender a disciplinarnos a nosotros mismos. Muchas amas de casa saben cómo mantener sus casas limpias. Si ellas toman en serio su responsabilidad como amas de casa, no pasarán por alto un pedazo de papel que encuentren tirado en el piso, sino que lo tirarán en la basura. Incluso el no recoger un pequeño pedazo de papel es una prueba de que es una ama de casa descuidada. De ese mismo modo tenemos que disciplinarnos a nosotros mismos en lo referente a nuestra vida cristiana. No debiéramos tolerar que haya asuntos pendientes, con respecto a los cuales no hemos tomado las medidas requeridas.

Debemos actuar conforme a la luz que ya hemos recibido

Algunos tal vez digan que no saben cómo recibir luz de parte del Señor. De hecho, ya hemos recibido luz. Si somos capaces de ver una “basurita” en nuestro ser, eso indica que hemos recibido alguna luz. No obstante, es probable que no nos importe mucho la luz ni queramos que se nos ponga en evidencia. Tal vez veamos muchas cosas que necesitan ser eliminadas, pero quizás no estemos dispuestos a tomar ninguna medida en cuanto a ellas. En vez de ello, tal vez digamos que no hemos recibido luz y que no sabemos qué hacer. En realidad, sí sabemos qué hacer; pero si no respondemos a lo que hemos visto, no recibiremos más luz. La luz nos trae más luz (Sal. 36:9). Esto también se aplica a las cosas físicas. Si una buena ama de casa sabe limpiar bien sus muebles, sus ojos verán el polvo que otros no alcanzan a ver. Por otra parte, si uno nunca se preocupa por limpiar bien los muebles, perderá la capacidad de ver el polvo. La diferencia no radica en la luz, sino en la capacidad de ver. Es posible que todos estemos bajo la misma luz, pero que la vista de cada uno sea diferente. La visión apropiada requiere en gran medida de que ejercitemos nuestra visión. Hace poco perdí la vista, pero este problema quedó remediado cuando me operaron de la retina. Después de la cirugía, mi visión siguió siendo deficiente debido a que no ejercitaba mucho los ojos. Pero después que empecé a ejercitarlos más, poco a poco mi visión aumentó. Hablando con propiedad, mi vista mejoró no debido a que fuera sanado, sino al ejercicio.

No es cierto que nosotros, como personas que han sido salvas, regeneradas y en las cuales mora el Espíritu Santo, no hayamos recibido luz; y tampoco es cierto que no tengamos la capacidad de ver. No obstante, si bien hemos recibido luz y podemos ver, tal vez no ejercitemos mucho la vista para ver ni nos importe mucho lo que vemos. Por la misericordia del Señor, tal vez tengamos que acudir al Señor una noche y decirle: “Señor, no me dormiré ni haré nada. Simplemente permaneceré en Tu presencia hasta que todo haya quedado resuelto y hasta que mi conciencia no tenga más que decirme”. No necesariamente tendremos que decir: “Señor, iluminame”. El Señor ya está iluminándonos. Orar pidiendo más luz podría ser simplemente una excusa. No debiéramos tratar de buscar excusas para nosotros mismos; más bien debemos decir: “Señor, he sido descuidado con respecto a este asunto que Tú me has mostrado. Oh Señor, perdóname”. Después de esto, podemos confesar otro asunto y pedir perdón y ser limpiados de tal inmundicia con la sangre preciosa del Señor (1 Jn. 1:9). Después, podemos abordar otros asuntos más. Cuanto más avancemos, más luz recibiremos, más ejercitaremos la vista y más cosas veremos. Así, permaneceremos muy ocupados en nuestras oraciones. Tal vez pensemos que ya hay demasiados asuntos que necesitan ser traídos a la luz, pero el Señor probablemente nos diga que aún hay más. Probablemente, después de quince minutos caigamos de rodillas llenos de arrepentimiento y gimiendo. Si obedecemos a la pequeña luz que tengamos, esa luz nos traerá más y más luz; y si obedecemos a esa luz adicional, ello hará que recibamos aún más luz.

No debemos esperar por más luz. Ya estamos en la luz y bajo la luz. Esto es lo que significa acudir al Señor para someterse a Su minucioso escrutinio. No debiéramos decir que no sabemos cómo limpiar nuestra habitación ni sabemos por dónde empezar. Simplemente debemos limpiar el lugar donde nos encontramos. Después que limpiemos esa primera área, veremos una segunda que necesita limpieza y, después de limpiarla, de inmediato veremos una tercera. Cuanto más minuciosamente limpiemos, más nos percataremos de la necesidad de limpieza. A la postre, tal vez necesitemos volver al mismo lugar donde comenzamos, a fin de limpiarlo de nuevo. Tal vez hayamos pensado que había quedado limpio la primera vez, pero cuando lo volvemos a examinar, vemos que no lo habíamos limpiado completamente. Pero lamentablemente, somos muy descuidados. Hemos escuchado muchos mensajes, sentido gran aprecio por ellos y hemos dicho “Amén”. Ahora la luz ha resplandecido sobre todos nosotros y estamos bajo la iluminación del Señor. Todo lo que necesitamos hacer es simplemente ser obedientes a la luz, ejercitar nuestro sentido de la vista y tomar medidas detalladas en la presencia del Señor.

(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 2, por Witness Lee)