Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, por Witness Lee

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EXPERIMENTAR UN CAMBIO EN NUESTRA MANERA DE SER PARA CUIDAR DE LOS MÁS JÓVENES EN LA VIDA DE IGLESIA

Sentir la carga de cuidar de otros exige que experimentemos un cambio en nuestra manera de ser. La mayoría de nosotros todavía se aferra a su manera de ser natural. La razón por la cual no tenemos contacto con las personas ni las invitamos a nuestras casas es que ellas no son como nosotros. Ya que somos los únicos que concuerdan con nuestra manera de ser, solamente “nos invitamos” a nosotros mismos. Sin embargo, toda madre que amamanta se siente constreñida a cambiar muchos de sus hábitos. Hay un proverbio que dice: “No hay madre que pueda hacer que sus hijos cambien, pero todos los hijos siempre pueden hacer que la madre cambie”. No obstante, hay algunas madres que pueden cambiar debido a sus hijos, pero en la vida de iglesia se resisten a que otros las cambien. La primera vez que el Señor se encontró con Pedro y con Andrés, les dijo: “Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4:19). Desde entonces, su ocupación no tenía que ver más con peces, sino con hombres. Después que el Señor resucitó, regresó a Pedro y le dijo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? [...] Apacienta Mis corderos” (Jn. 21:15). El Señor hizo de los discípulos pescadores de hombres y pastores que apacientan los corderos. Esto es llevar la carga de cuidar de las personas. En Cantar de los cantares la que busca al Señor le pregunta: “Dime tú, amado de mi alma, / dónde apacientas tu rebaño, / dónde descansas al mediodía”. El Señor le responde: “Si no lo sabes, hermosa entre las mujeres, / sigue las huellas del rebaño, / y apacienta tus cabritas / junto a las cabañas de los pastores” (1:7-8). Mientras buscamos al Señor, Él siempre nos recuerda seguir a la iglesia y cuidar de las “cabritas”. No debemos ser de aquellos que buscan al Señor, sin “cabritas” que cuidar. Muchos de nosotros no estamos cuidando de los más jóvenes en la vida de iglesia. Ésta es una gran carencia, y tenemos que pedirle al Señor que nos dé el remedio.

Nadie puede excusarse diciendo que no tiene dones o talentos. Aunque ninguna de las mujeres nace con el don de ser madre, todas ellas, por ser mujeres, son aptas para ello. Asimismo, siempre y cuando seamos cristianos, todos tenemos un talento. En la parábola de los talentos, en Mateo 25:14-30, el Señor nos dijo que habían tres clases de esclavos: uno con cinco talentos, otro con dos y otro con un solo talento. El menor número de talentos que podemos poseer es uno. Todos tenemos por lo menos un talento y tenemos que hacer uso del mismo. Todos podemos cuidar de dos o tres cristianos más jóvenes. No les digo esto para reprenderlos; simplemente les digo la verdad. Puesto que ustedes aman al Señor y a Su recobro, les rogaría que trajesen este asunto al Señor y oren por esta carga. Toda otra idea o pensamiento discrepante carece de valor alguno. Debemos dejar que los ancianos asuman la responsabilidad y lleven la delantera, y nosotros debemos simplemente seguirlos. Lo que tenemos que hacer es tomar la carga de cuidar de los más jóvenes, de alimentar a los corderitos que están en el recobro del Señor. El recobro del Señor no pertenece a los ancianos; es el recobro de todos los santos. Si todos los santos ejercieran su función de este modo, no tendríamos que preocuparnos tanto por cuán buenos o competentes sean los ancianos.

(Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La, capítulo 2, por Witness Lee)