COMER EL MANÁ NO EXIGE NINGUNA LABOR
Ahora debemos ver cómo podemos comer a Cristo como el producto de la buena tierra. Lo primero que debemos ver es que el maná viene directamente de parte de Dios. Simplemente desciende como la lluvia del cielo. A fin de tener maná, no tenemos que labrar la tierra, sembrar la semilla ni cultivar la tierra. Sin embargo, ni siquiera con relación al maná podemos ser perezosos. Si dormimos hasta tarde en la mañana, no podremos comer el maná, porque éste se derrite con el calor del sol (Éx. 16:21). Además, el maná debía recogerse cada día (vs. 19-21). El maná no podía recogerse un día y guardarse para el día siguiente. Cuando los hijos de Israel intentaron hacer esto, descubrieron que el maná “crió gusanos, y apestaba” (v. 20). Por lo tanto, debemos ser diligentes levantándonos cada mañana y recogiendo el maná para ese día. Aunque en el desierto Dios envió el maná del cielo a la tierra, aun hasta el límite del campamento, Él no lo envió directamente a la boca de los israelitas, ni siquiera adentro de sus tiendas. Ellos tenían que levantarse temprano y recogerlo. Sin embargo, es un hecho que ellos no tenían que sembrar el maná ni cultivarlo. Lo único que tenían que hacer era recogerlo. Comer el maná era así de fácil.
(NĂșcleo de la Biblia, El, capítulo 5, por Witness Lee)