NĂșcleo de la Biblia, El, por Witness Lee

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TOMAR A CRISTO COMO NUESTRA PERSONA

Tener a Cristo como nuestra persona es más elevado y más profundo que tenerle como nuestra vida. ¿Qué significa el que usted tome a Cristo como su persona? A menudo decimos que vivimos en virtud de Cristo. Pero ¿de qué manera vive usted en virtud de Cristo? ¿Es Cristo únicamente su vida, o también su persona? Supongamos que la esposa de un hermano lo contraría. Cuando surge este tipo de dificultades, la mayoría de cristianos diría que necesitan confiar en Cristo y pedirle que los ayude. Además de esto, es posible que nos percatemos de que necesitamos tomar a Cristo como vida. Sabemos que nuestra vida es inútil en estas circunstancias, pues nos enojamos con facilidad. Pero la vida de Cristo vence nuestro mal genio. Por lo tanto, en medio de la dificultad, este hermano podría decir: “Señor, confío en Ti. Mi vida es una vida que se enoja, pero Tu vida no es así”. Aunque esta clase de oración es buena, no es lo suficientemente adecuada. Cuando mi esposa me contraría, yo no digo: “Señor, confío en Ti. Ayúdame, Señor, con Tu vida”. Aunque en el pasado hice muchas veces este tipo de oración, ya no oro así. En lugar de ello, digo: “Señor, Tú eres mi persona. Si Tú vas a enojarte, entonces yo también me enojaré. Señor, ¿qué harás con mi querida esposa?”. Si el Señor dijera: “Todavía la amo”, entonces yo diría: “Amén, Señor, yo también la amo”. De esta manera, yo tomo al Señor como mi persona. Esto no tiene que ver con el hecho de vencer mi mal genio, tomando al Señor como vida, sino que tiene que ver totalmente con el hecho de vivir por Él, tomándolo como mi persona. Si el Señor me dijera que todavía ama a mi esposa cuando ella me contraría, interiormente me sentiría contento y diría: “Señor, estoy contento porque Tú estás contento; Tú eres mi persona. ¡Aleluya!”. Hay una gran diferencia entre tomar al Señor como nuestra vida y tomarlo como nuestra persona.

En mi ministerio dije con frecuencia en el pasado: “Señor, fortaléceme y dame el poder y las palabras que debo hablar”. Aunque algunas veces todavía oro así, muchas veces simplemente he orado: “Señor, ha llegado la hora en que debo ministrar la Palabra. Tú eres mi persona, Señor. ¿Vas a hablar Tú?”. Si el Señor me dice: “Sí, voy a hablar”, entonces le digo: “Señor, puesto que vas a hablar, yo también hablaré. Pero si decides no hablar, yo tampoco diré nada, porque Tú eres mi persona”. En el pasado oraba, diciendo: “Oh, Señor Jesús, por favor dame el mensaje que quieres que comparta”. Antes de salir de los Estados Unidos para venir a Alemania, algunos de los santos me preguntaron de qué iba a compartir en Stuttgart. Les dije que no sabía; y en verdad no lo sabía. Ni siquiera lo sabía aun después que llegué a Stuttgart. De hecho, no lo sabía ni aun la noche anterior a la conferencia. Sin embargo, sí sabía que yo no era la persona que hablaría, sino Cristo, quien es mi persona. Por consiguiente, esa noche dormí tranquilamente. A la mañana siguiente, dije: “Señor, ¿de qué vas a hablar en esta conferencia?”. Unos minutos después el Señor me dijo: “El núcleo de la Biblia”, y entonces respondí: “Amén, Señor”. En esta experiencia que les he compartido vemos que Cristo no sólo es nuestra vida, sino también nuestra persona. Somos el nuevo hombre, y Cristo es nuestra persona.

(NĂșcleo de la Biblia, El, capítulo 17, por Witness Lee)