LA NECESIDAD DE ESTAR EN EL ESPÍRITU
En este libro que trata sobre la iglesia hay al menos seis versículos que hablan del espíritu. Si vemos la iglesia, debemos aprender a estar en el espíritu. Sin duda alguna, todos los disidentes están en su mente. Sin embargo, si tales personas se vuelven de la mente al espíritu y permanecen en el espíritu, serán personas diferentes. En la mente usted es cierta clase de persona y en el espíritu es otra clase de persona. Supongamos que yo empiezo a pensar que mi esposa no me trata bien, y que no está cuidando bien de mí. Cuanto más pienso de esta manera, más me enojaré. Pero si, mientras pienso estas cosas de mi esposa, me vuelvo de la mente a mi espíritu, de inmediato seré otra clase de persona. En principio, sucede lo mismo con respecto a la iglesia. Es posible que usted sea una persona más bien reflexiva y piense de esta manera: “¿Es este el recobro del Señor? Si en verdad es el recobro, ¿por qué es tan pequeño? Veo aquí muy pocas personas que tienen doctorados”. Pero si en lugar de ejercitar la mente, usted se vuelve al espíritu, dirá: “¡Alabado sea el Señor!”. La iglesia es una realidad que se experimenta absolutamente en el espíritu. No se experimenta en nuestra mente ni en nuestro entendimiento.
Todos los santos al llegar a la vida de iglesia disfrutan de una luna de miel. Durante este periodo de luna de miel, dicen: “¡Alabado sea el Señor! ¡Estoy en el recobro del Señor! ¡Estoy en la iglesia y a favor de la iglesia! ¡Aleluya!”. Sin embargo, ninguna luna de miel es duradera. Tarde o temprano, su luna de miel en la iglesia se acabará. En ese momento su mente estará muy activa, y usted empezará a analizar a los hermanos. Mientras estaba en su luna de miel, todo era maravilloso; todos los santos parecían ser ángeles. Pero cuando acabó su luna de miel, todos los santos le parecían tortugas. Era como si nadie fuera bueno. No permanezca en el valle profundo de la mente, el cual está lleno de piedras, tortugas y serpientes. Suba mejor a la cumbre de su espíritu. Cada vez que usted se vuelve al espíritu, se encontrará en la cumbre de una montaña donde oirá el cantar de los pájaros y verá gacelas brincando. Sin embargo, si permanece en el valle donde abundan las tortugas, las ranas y las serpientes, tendrá dudas del recobro del Señor. Se preguntará por qué hay tantas tortugas y ranas. Entonces dirá: “Si éste no es el lugar correcto, ¿adónde debo ir?”. Si se va a otro lugar, irá de un valle lleno de serpientes a otro. El único lugar al cual debe ir es su espíritu. Cuando invoque el nombre del Señor Jesús, se encontrará en la cima de la montaña. Debemos orar, diciendo: “Oh, Señor Jesús, danos un espíritu de sabiduría. Señor, ayúdanos a mantenernos en nuestro espíritu donde está Tu morada. Oh Señor, llena nuestro espíritu”. Si hacemos esto, todos seremos nuevos. No sólo seremos una nueva iglesia, sino también un solo y nuevo hombre. Diariamente la vejez se irá y abandonaremos las ordenanzas.
La iglesia se halla en nuestro espíritu. Nunca se sienta molesto por cosas externas. La iglesia es todo-inclusiva, pues está abierta a todos los cristianos. No se sienta molesto con los que tienen una práctica diferente a la suya. Denles libertad. En lugar de molestarse, vuélvase al espíritu. Cuanto más nos volvamos a nuestro espíritu, más crecerá Cristo en nosotros. Finalmente, las riquezas de Cristo brotarán de nosotros para alimentar con ellas a los nuevos creyentes y transformarlos. No habrá necesidad de corregir a otros, pues este rico Cristo los transformará. Con el tiempo, ellos se cansarán de jugar con sus juguetes. He visto a muchos que espontáneamente dejaron sus juguetes después de recibir a Cristo como su alimento. La vida de iglesia es sencillamente el Cristo que nos llena, nos cambia a nosotros y a otros, y transforma todo el Cuerpo. No debemos tener normas, credos ni ordenanzas, sino únicamente al Cristo viviente y rico en nuestro espíritu. Este Cristo está creciendo, aumentando, cambiándonos a nosotros y a otros, y edificando la iglesia como el nuevo hombre. Ésta es la vida de iglesia.
(
NĂșcleo de la Biblia, El, capítulo 17, por Witness Lee)