DOS CIUDADES EGIPCIAS EN CONTRASTE
CON EL TABERNÁCULO
Hemos visto cómo Abraham fue separado de Babel, la ciudad de los ídolos, y fue guardado de Sodoma, la ciudad del pecado. Pero sus descendientes, los hijos de Jacob, no fueron guardados de caer en otra falsificación de Satanás; se dejaron arrastrar hacia Egipto, y con el tiempo fueron esclavizados. Se les impuso edificar dos ciudades de tesoros para Faraón (Éx. 1:11). Se les obligó a usar ladrillos, hechos de barro y paja, en calidad de materiales. Esto ciertamente es muy significativo. Más tarde veremos que a los israelitas, después de ser liberados de la servidumbre egipcia, se les pidió en el desierto que trajeran materiales para la construcción del edificio de Dios. Entre los materiales había oro y piedras preciosas; incluso había piedras de ónice, la misma piedra que se menciona en Génesis 2. Aquí tenemos el tercer contraste: dos ciudades, edificadas con ladrillos de barro y paja, en Egipto, en contraste con el tabernáculo del Señor en el desierto, edificado con materiales que incluyen el oro y piedras preciosas.
Hemos visto hasta ahora tres de las falsificaciones de Satanás en comparación con el edificio de Dios. Estas falsificaciones se componían de cuatro ciudades, o en principio, de tres clases de mundos: el mundo de los ídolos, el mundo del pecado y el mundo de los deleites. A la mayoría de los cristianos le resulta fácil separarse del mundo de los ídolos. Quizás a otros les resulte fácil también separarse del mundo del pecado. Sin embargo, no es igual de fácil para ninguno de nosotros ser resguardado del mundo de los deleites. Tal vez no seamos hallados en Babel ni en Sodoma, pero me temo que muchos de nosotros todavía se hallan en Egipto, el mundo de deleites y riquezas. Especialmente los cristianos estadounidenses saben lo que significa el deleite. Éste es un verdadero peligro para los hijos del Señor. Los cristianos no deben tener nada que ver con los ídolos ni con el pecado, pero tampoco deben dejarse enredar por el mundo de los deleites. Si esto sucede, hemos sido estafados y engañados por Faraón; hemos sido llevados cautivos. En tal caso, tenemos que laborar arduamente para edificar las ciudades de almacenaje de Faraón. Si usted les pregunta a algunos cristianos por qué no asisten a las reuniones de la iglesia, le dirán que es porque no tienen tiempo. Se debe a que pasan todo su tiempo trabajando para edificar las ciudades de almacenaje de Faraón. ¿Es ésta su ocupación? A muchos de nosotros, Satanás, el príncipe de este mundo, nos está obligando a laborar con barro, ladrillos y paja. Mientras trabajemos en las cosas terrenales, no habrá nada con respecto a nosotros que tenga una naturaleza celestial. En tanto que estemos en Egipto, trabajando para edificar las ciudades de almacenaje de Faraón, no tendremos nada que ver con el edificio de Dios. Día a día estaremos ocupados trabajando para el mundo de los deleites. Alabado sea Dios porque hemos sido separados de la idolatría y hemos sido guardados del pecado. Pero ¿nos hallamos todavía en la condición caída de las ciudades de almacenaje de Faraón? Quiera Dios librarnos también de esto por el bien de Su edificio.
Cuando el pueblo de Israel fue librado de trabajar en esas ciudades y llevado al monte Sinaí, estuvieron completamente libres. Estuvieron libres de Babel, de Sodoma y de las ciudades de almacenaje de Faraón. Sus manos entonces estuvieron libres para realizar la obra del edificio de Dios. Todas sus posesiones, y todas las cosas, fueron liberadas para el edificio de Dios. El tabernáculo fue erigido, y por cuarenta años Israel no hizo otra cosa que ocuparse continuamente de dicho tabernáculo. Más de dos millones de personas no hicieron nada más que ocuparse del tabernáculo. Cada vez que se detenían en su viaje, erigían el tabernáculo y adoraban; y cada vez que emprendían el viaje, llevaban consigo el tabernáculo. Todas sus actividades estaban relacionadas con el tabernáculo. Ellos estaban completamente libres de toda otra ocupación y enredo. Todo lo que ellos eran y tenían lo ofrecieron al edificio del Señor. Ya no trabajaban con barro, ladrillos y paja, sino más bien con oro y piedras preciosas para edificar una morada para Dios.
Anteriormente dijimos que debemos saber cómo ejercitar nuestro espíritu para contactar a Cristo a fin de disfrutarle como la vida que fluye en nosotros y ser transformados en los materiales preciosos útiles para el edificio de Dios. Todo esto es necesario; pero si todavía estamos en una de estas tres ciudades —la ciudad de la idolatría, del pecado o de los deleites— no podremos tener participación alguna en el edificio de Dios. A fin de tener alguna participación en el edificio de Dios, tenemos que separarnos de Babel, la ciudad de los ídolos; tenemos que ser guardados de Sodoma, la ciudad del pecado; y tenemos que ser liberados de las dos ciudades egipcias, las ciudades de almacenaje y deleites. Entonces, estaremos liberados, plenamente disponibles para participar en el edificio de Dios. Es imprescindible que no tengamos nada que ver con los ídolos, con el pecado ni con los deleites mundanos.
Fíjense en la situación en la que se encuentra el cristianismo de hoy: muchos todavía se encuentran en Babel, otros en Sodoma y un gran número de amados cristianos todavía se hallan esclavizados en las ciudades de almacenaje. Se encuentran realizando trabajos forzosos, laborando arduamente en la edificación de esas ciudades, en busca de deleite y seguridad. Lamento tener que decir que, hoy en día, no muchos están dedicados al edificio de Dios. Aunque hemos recorrido todo este país, hemos conocido muy pocos cristianos que verdaderamente hayan salido de Egipto. Si bien hay algunos que han salido de Babel y Sodoma, todavía hay muchos que están enredados con los tesoros de este mundo, procurando obtener seguridad y deleite. Es raro encontrar un buen número de cristianos que haya sido completamente liberado y esté enteramente disponible para el edificio de Dios. Algunos ciertamente conocen las enseñanzas acerca de cómo ejercitar el espíritu humano a fin de contactar a Cristo como vida, pero todavía están en las ciudades de almacenaje. Mientras sigan allí, ellos ciertamente podrán contactar el tesoro de los deleites mundanos; no obstante, si desean contactar a Cristo, tendrán que renunciar a estas ciudades. Ésta es precisamente la razón por la cual a tantos cristianos hoy les es tan difícil ejercitar su espíritu para contactar a Cristo. Tantos mensajes dados sobre este tema logran tener tan poco efecto en ciertas personas, debido a que todavía se encuentran enredadas en Egipto. Ellas fácilmente pueden decir: “Mire, yo no estoy en Babel; no tengo nada que ver con los ídolos. Tampoco estoy en Sodoma, pues no tengo nada que ver con el pecado”. Pero ¿podríamos afirmar que no estamos en Egipto? ¿Podríamos declarar que no estamos enredados en el mundo que nos ofrece seguridad y deleite?
En Hechos 3:6, Pedro pudo decir: “No poseo plata ni oro, pero lo que tengo, esto te doy”. Lo único que Pedro tenía era el poderoso nombre de Jesús. No son muchos los cristianos que pueden decir esto hoy. Sí, ellos confiesan el nombre del Señor, pero han perdido el poder que hay en tal nombre. No pueden decir: “No poseo plata ni oro”, pues disponen de una cantidad considerable de oro y plata. Si hemos de ser partícipes en el edificio de Dios, tenemos que ser librados de todas estas ciudades. Si hemos de ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con Cristo, debemos ser libres del enredo de los deleites mundanos; de otro modo, nuestro ejercicio espiritual no tendrá eficacia alguna.
Tenemos que estar siempre alerta, pues el peligro nos acecha desde tres frentes diferentes: Babel, Sodoma y las ciudades de Egipto. Cuando seamos liberados de estas ciudades, nuestras manos estarán libres para ocuparse en el edificio de Dios. Una vez que seamos liberados, Cristo llegará a ser muy querido y precioso para nosotros. Entonces sabremos verdaderamente cómo ejercitar nuestro espíritu para contactar a Cristo. Jamás podremos disfrutar a Cristo como nuestro maná si todavía estamos en Egipto. Y si aún estamos en Egipto, jamás podremos disfrutar a Cristo como el agua viva que fluye continuamente para saciar nuestra sed. Cuando nos separemos completamente de estas ciudades, estaremos en la posición adecuada para participar en el edificio de Dios.
Las Escrituras dejan constancia del edificio de Dios y de las edificaciones que están en contraste con el edificio de Dios. Satanás, el enemigo de Dios, está haciendo todo lo posible por producir edificaciones falsas: Babel (los ídolos), Sodoma (el pecado) y las ciudades de almacenaje de Faraón (el deleite). Cuando los cristianos sean liberados de estas falsificaciones, estarán libres para participar en el edificio de Dios. ¡Oh, que podamos conocer esta libertad por causa del deseo central de Dios!
(
Visión del edificio de Dios, La, capítulo 3, por Witness Lee)