EL NÚMERO DOCE
El punto número treinta y dos tiene que ver con el número doce, el cual se usa repetidas veces en la descripción de la ciudad. Podemos usar la electricidad como ejemplo para entender el significado simbólico de los números usados en la Nueva Jerusalén. Es extremadamente difícil entender la electricidad; pues no podemos aislar un poco de ella y tomarla en nuestras manos para estudiarla. En lugar de ello, debemos usar figuras para representar ciertos aspectos de la electricidad. De manera semejante, los números que se usan en la ciudad santa nos enseñan mucho acerca de la ciudad y de la vida de iglesia hoy.
El número doce se usa al menos diez veces en Apocalipsis 21 y 22. Hay doce puertas con doce ángeles, y estas puertas contienen los nombres de las doce tribus. Luego tenemos doce cimientos con los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Las doce puertas son doce perlas, y los doce cimientos son doce piedras preciosas. La ciudad misma tiene tres dimensiones, y cada una de ellas mide doce mil estadios. El muro de la ciudad mide ciento cuarenta y cuatro codos, que es doce multiplicado por doce. Además de esto, el árbol de la vida da doce clases de frutos dentro de la ciudad.
Hay muchas maneras en las cuales obtener el número doce, pero conforme al relato de estos dos capítulos, se obtiene al multiplicar tres por cuatro o cuatro por tres. ¿Cómo sabemos esto? Porque hay tres puertas en cada uno de los cuatro lados de la ciudad. Recuerden que tres es el número del Dios Triuno y que cuatro es el número de las criaturas o de la creación. En los primeros capítulos de Apocalipsis se usa el número siete frecuentemente: hay siete iglesias, siete candeleros, siete estrellas, siete sellos, siete trompetas y siete copas. Este número se obtiene al sumar tres más cuatro o cuatro más tres. El libro de Apocalipsis empieza con el número siete y termina con el número doce. Al comienzo vemos cuatro seres vivientes más el Dios Triuno; pero al final todo es resultado de la multiplicación. La suma nos habla de añadir varias cosas, mientras que la multiplicación nos habla de una mezcla. Dios primero se añade a nosotros, las criaturas; y luego, a partir de la regeneración, Dios se multiplica en nuestro interior. Es imprescindible que seamos mezclados con Dios. Toda la ciudad de la Nueva Jerusalén es una mezcla del hombre con Dios; es por ello que toda la ciudad está representada por el número doce. La vida de iglesia empieza con el número siete y madura hasta alcanzar el número doce. Esto implica un proceso. La iglesia tiene que comenzar con la naturaleza divina que se añade a la naturaleza humana; luego cada uno debe mezclarse con Dios. En otras palabras, el número siete debe llegar a ser doce; es de esta manera que la vida de iglesia debe avanzar. La madurez en la vida de iglesia no es otra cosa que la mezcla de Dios con el hombre. Todo lo que yo haga en la iglesia debe conllevar la mezcla de Dios conmigo. Antes de hacer cualquier cosa, debo preguntarme: “¿Estoy haciendo esto por mi propia cuenta o lo hago mediante la mezcla de Dios conmigo?”. El número cuatro por sí solo no es bueno, y el número seis es aún peor. Al menos debemos ser equivalentes al número siete, que es el hombre más Dios, o el número ocho, que representa la resurrección. Entonces estaremos en la realidad del número doce. Toda nuestra obra debe llevarse a cabo en la mezcla de Dios con nosotros.
(Visión del edificio de Dios, La, capítulo 19, por Witness Lee)