Visión del edificio de Dios, La, por Witness Lee

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EL PRIMER PASO: HACER UN HOMBRE COMO UN VASO

“Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y llegó a ser el hombre alma viviente” (v. 7). En este versículo Dios revela que el hombre se compone de tres partes: primero, el cuerpo físico, formado del polvo; segundo, el aliento de vida, soplado en la nariz de dicho cuerpo; y tercero, al juntarse estas dos partes, el hombre llegó a ser alma viviente. La primera parte es el cuerpo, y la última es el alma. La segunda parte es “el aliento de vida” que fue infundido en el cuerpo del hombre. La misma palabra hebrea traducida aliento se traduce “espíritu” (el espíritu del hombre) en Proverbios 20:27. Así que, esta segunda parte debe de ser el espíritu del hombre. Por lo tanto, este versículo habla de un cuerpo exteriormente, de un espíritu interiormente y de un alma que es producto de la unión del cuerpo con el espíritu. El hombre se compone de espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23).

Es muy importante entender que Dios formó al hombre para que sea un vaso o recipiente (Ro. 9:21, 23), y no una herramienta. Una herramienta puede ser hecha para cumplir algún uso, pero no es un vaso que puede contener algo. El hombre fue creado como un vaso en el cual Dios puso el aliento de vida, que es el espíritu del hombre.

¿Cuál es la función o propósito del espíritu del hombre? Podemos usar como ejemplo un radio transistor. Un radio transistor es una caja de plástico que contiene cierto componente electrónico que llamamos receptor. El receptor dentro de la caja puede contactar y recibir las ondas eléctricas del aire. Asimismo, nuestro espíritu humano es nuestro receptor con el cual contactamos y recibimos a Dios en nosotros. Sin embargo, una cosa es entender con nuestra mente el hecho de que tenemos un espíritu, y otra muy distinta ejercitar diariamente nuestro “receptor” interior para contactar y recibir a Dios. Podemos ser como un niño insensato que aprecia la caja brillante y resplandeciente que alguien le da, pero no sabe que por dentro hay un receptor. Al igual que un niño con la caja, podemos cuidar exageradamente nuestro cuerpo, consentirlo y hacer que se vea mejor, pero jamás ejercitar el receptor interior que Dios nos dio para que contactáramos a Dios y recibiéramos algo de Él.

Una vez que sepamos usar nuestro receptor interior, no prestaremos tanta atención a la “caja”. Nuestra principal preocupación será que el receptor funcione. Muchos cristianos limpian y pulen la parte externa de la caja. Personalmente, no me preocupa mucho la apariencia desaliñada de una persona mientras escuche la “música celestial” que sale del interior de ella. Prefiero ver a un niño travieso lleno de vida que a un niño muerto muy limpio y aseado. Hay muchísimas “cajas” bonitas hoy que no producen música celestial. ¿Dónde están aquellos cristianos que saben ejercitar su espíritu para contactar a Dios? Muchos cristianos son tan silenciosos; nunca molestan a nadie. Personalmente, me gusta que me perturben con la música celestial.

El mayor deseo de Dios es que nosotros le contactemos con nuestro espíritu. El espíritu del hombre, que Dios infundió en él cuando lo creó, es la meta de la obra de Dios hoy. Dicha obra es la economía de Dios. Si perdemos de vista esta meta, la economía de Dios será ineficaz. Todos los intereses de la economía eterna de Dios dependen de este receptor, de nuestro espíritu humano. Si hemos de alcanzar esta meta y cumplir el propósito de Dios, primero tenemos que saber que somos un vaso hecho por Dios y que tenemos un espíritu en nuestro interior, que funciona como un receptor para recibir y contener a Dios. Es por ello que Hebreos 4:12 dice que debemos discernir entre el espíritu y el alma. Es sólo cuando discernimos nuestro espíritu que sabemos contactar a Dios en nuestro interior. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu [el espíritu humano] y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:24).

Por consiguiente, el primer paso que Dios da para alcanzar la meta de Su intención es formar al hombre para que sea un vaso y poner dentro de este vaso humano un espíritu como un receptor capaz de recibir a Dios.

(Visión del edificio de Dios, La, capítulo 2, por Witness Lee)