Visión del edificio de Dios, La, por Witness Lee

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LA MESA DEL PAN DE LA PRESENCIA

El primer objeto que encontramos en el Lugar Santo es la mesa de madera de acacia, la cual estaba recubierta de oro (Éx. 25:23-24, 30; 40:22-23), sobre la cual estaba el pan de la Presencia, algo que se podía comer. Esta mesa preparada con este pan tipifica a Cristo, nuestro alimento celestial; nosotros podemos alimentarnos de Cristo y disfrutarlo como nuestra comida. El Evangelio de Juan presenta a Cristo como el pan de vida, el cual está tan disponible a nosotros. Si lo recibimos en forma de alimento, participaremos de la vida divina junto con la naturaleza divina (2 P. 1:4).

Hemos visto que inmediatamente después que el hombre fue creado, Dios lo puso delante del árbol de la vida para que pudiera comer libremente de ese árbol. Esto significa que Dios se presentó al hombre en forma de alimento. La mayoría de nosotros tiene un concepto equivocado acerca de Dios. Pensamos que Él es tan elevado y poderoso y que debemos inclinarnos y adorarlo, postrándonos ante Él. Pero Dios quiere que nosotros lo recibamos como alimento. Él desea que nosotros participemos de Él interiormente mucho más que lo adoremos externamente.

De joven, me enseñaron después de ser salvo que debía permanecer muy callado al participar de lo que ellos llamaban la mesa de la santa comunión. Me dijeron que en la mesa debemos recordar a Jesús, y centrar todos nuestros pensamientos en Él, meditando sobre Él. Pero más tarde, al leer las Escrituras, descubrí que no me habían enseñado acertadamente. El Señor nos dijo: “Esto es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí” (1 Co. 11:24). Cuando lo recibimos a Él comiéndole, en realidad lo estamos recordando. La manera en que verdaderamente recordamos al Señor no es meditar en Él, sino comerle, participar de Él. La intención de Dios es forjarse a Sí mismo en nosotros. Debemos considerar que Él es nuestra comida y participar de Él.

El Señor Jesús es nuestro pan de vida celestial. Al comer de este pan, algo de “oro” será nuestro. Cada vez que nosotros participamos de Cristo como alimento, la naturaleza divina se forja en nuestro ser. En este pan de vida celestial se encuentran las “vitaminas de oro”. A menudo los niños son engañados con el “dulce” que su madre les da. No se dan cuenta de que en realidad están tomando vitaminas recubiertas de dulce. La madre consigue su objetivo de una manera muy agradable. Nuestro pensamiento es que puesto que estamos muy hambrientos, necesitamos que el Señor Jesús nos satisfaga; así, nosotros satisfacemos nuestro deseo al comer el pan de vida. Pero la intención de Dios es impartirnos el oro por medio del pan. Cuando seamos satisfechos con Cristo, también estaremos llenos de la naturaleza divina. Podemos comprobar esto con nuestra experiencia del Señor. Siempre que somos satisfechos con el Señor Jesús, al mismo tiempo tenemos la sensación de que estamos llenos de Dios, que la naturaleza divina se ha impartido en nuestro ser.

La mesa del pan de la Presencia medía dos codos de largo por uno de ancho. El número uno representa una unidad completa. Si la mesa fuese cuadrada, es decir, de un codo por un codo, ello representaría una unidad completa, pero nos dice aquí que la longitud era de dos codos. Esto representa que se ha provisto una unidad doble, una porción doble, para que la mesa pueda estar preparada a fin de que las personas la disfruten. La altura de la mesa del pan de la Presencia tenía la misma medida que el Arca del Testimonio, un codo y medio. Esto significa que Cristo como nuestro alimento debe ascender a la norma del testimonio de Dios.

(Visión del edificio de Dios, La, capítulo 6, por Witness Lee)