Visión del edificio de Dios, La, por Witness Lee

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EL CONTENIDO DEL ARCA

En el Lugar Santo encontramos principalmente tres objetos: primeramente, Cristo es el pan sobre la mesa; en segundo lugar, Él es la luz del candelero; y tercero, Él es el incienso aromático —por el cual somos aceptados por Dios—, el cual asciende del altar del incienso. Hebreos 9:4 nos dice que en el Lugar Santísimo, dentro de Cristo, el Arca, había también tres objetos: el maná escondido, que concuerda con el pan; la ley escondida que nos ilumina, la cual concuerda con la luz; y la vara escondida, que reverdece y produce flores de almendro, la cual corresponde al altar de oro del incienso, en el sentido de ser aceptados. Solamente Aarón fue aceptable a Dios; es por ello que la vara de Aarón reverdeció y produjo flores de almendro. Las flores de almendro representan la resurrección. Esto significa que Dios lo aceptó a él en resurrección.

En el Lugar Santo todo estaba al descubierto, pero en el Arca todo está escondido. En el Lugar Santo el pan se exhibía abiertamente, pero en el Arca llegó a ser el maná escondido, algo más profundo. En el Lugar Santo estaba el candelero con la luz resplandeciente, pero en el Arca la ley estaba escondida, lo cual significa que la ley habla de una manera más escondida y profunda. Desde el altar del incienso la fragancia ascendía externamente, pero en el Arca la vara que reverdeció estaba escondida. La experiencia que tenemos del Arca en el Lugar Santísimo es mucho más profunda que la experiencia que tenemos de las cosas que están en el Lugar Santo. Esto también lo demuestra el hecho de que el Arca estaba recubierta de oro por dentro y por fuera. Tanto la mesa del pan de la Presencia como el altar del incienso, estaban recubiertos de oro sólo por fuera. Esto significa que el oro que la recubría era algo de menor grado y era más superficial. El oro que recubría el Arca era mayor y más profundo, lo cual significa que nuestra experiencia de Cristo es mayor y más profunda que antes.

Supongamos que nos encontramos con dos nuevos cristianos que acaban de ser bautizados. Ambos han experimentado a Cristo como su pan vivo, y a los dos les encanta venir a las reuniones y exhibir al Señor ante los demás. Así que dan testimonio, diciendo: “Hemos disfrutado muchísimo a Cristo esta semana”. Las dos hermanas que fueron bautizadas con ellos están resplandeciendo con la luz que recibieron del Señor. Ellas también testifican y resplandecen en las reuniones. Los cuatro han experimentado a Cristo en el Lugar Santo, y ahora lo expresan públicamente en la reunión. No obstante, si el apóstol Pablo asistiera a la misma reunión, no creo que lo reconoceríamos fácilmente como un cristiano. Él estaría allí sentado calladamente sin hacer ninguna exhibición pública. Sin embargo, si conversáramos con él después, nos maravillaríamos. Nos preguntaríamos de qué lugar de la tierra vino, y percibiríamos algo en su interior que es muy rico y a la vez tan escondido. A simple vista no podríamos observar mucho, porque con respecto a él todo está escondido.

En el Lugar Santo los sacerdotes tenían que preparar las lámparas por la mañana y encenderlas por la noche. Sin embargo, no había necesidad de que se ocuparan de la ley escondida de la misma manera. Ésta estaba allí hablando continuamente. Es posible que estas nuevas hermanas que estaban tan resplandecientes en la reunión, a la semana siguiente vinieran con rostros sombríos. Esto indicaría que aún son superficiales en su experiencia de Cristo, pues todavía necesitan de un “sacerdote” que las “prepare” y las “encienda”.

En el Lugar Santísimo con el Arca nosotros disfrutamos a Dios en Cristo como el maná escondido, como la ley divina que regula y como la vara que reverdece con el poder de la resurrección. Aquí experimentamos a Dios en Cristo de esta manera tan rica y profunda. Él llega a ser muy real y rico para nosotros como el maná escondido, como la ley escondida y como el poder de resurrección escondido dentro de nosotros. Ésta es la experiencia más elevada que tenemos de Cristo, es el punto culminante de nuestra experiencia espiritual. Cuando llegamos a este punto, estamos plena y absolutamente mezclados con Dios; estamos revestidos de Dios, el oro, en todas las cosas y en todo aspecto. Las dos naturalezas, la divina y la humana, se hallan mezcladas como una sola entidad.

(Visión del edificio de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)