Visión del edificio de Dios, La, por Witness Lee

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LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE

El primer punto es que esta ciudad es la máxima consumación de la obra de edificación que Dios viene realizando desde el principio de la creación a lo largo de todas las generaciones. Lo primero que el apóstol Juan vio en su visión fue un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap. 21:1). Después de esto, él vio la Nueva Jerusalén descender del cielo. El cielo y la tierra representan la obra creadora de Dios, mientras que la Nueva Jerusalén representa la obra de edificación de Dios. Esto significa que después de Su obra inicial de creación, Dios ha continuado laborando a través de muchas generaciones para lograr Su edificación consumada. Génesis 1 y 2 narran la obra creadora de Dios; pero a partir de Génesis 3 hasta el final de las Escrituras, Dios ha venido laborando continuamente para obtener Su edificio. Recordemos el significado crucial de la edificación de Dios: dicho significado es que Dios está edificándose en el hombre y edificando al hombre en Sí mismo. Ésta es la mezcla de Dios y el hombre. A través de las generaciones Dios ha venido laborando en ello para este propósito. Las Escrituras principalmente revelan que toda la obra de Dios desde la creación ha consistido en mezclarse con el hombre como una sola entidad.

Cuando la Palabra de Dios, Dios mismo, se encarnó como hombre, ello fue una expresión del tabernáculo viviente, una verdadera mezcla de Dios con el hombre. Anteriormente, como hemos visto, Dios era Dios y el hombre era el hombre. Pero en el momento de la encarnación y desde entonces, algo ha venido sucediendo en esta tierra: Dios se ha mezclado con el hombre. La mayoría de los cristianos están familiarizados con Isaías 9:6, pero a pocos realmente les ha llamado la atención que el niño que nació en esta tierra fue llamado Dios Fuerte. Si esto no se hallara en las Escrituras, nadie creería que un niño pudiera ser llamado Dios Fuerte. Este niño era tanto el tabernáculo como el templo, el propio edificio de Dios (Jn. 1:14; 2:19). La divinidad se había mezclado con la humanidad; ésta es la verdadera definición de la edificación que Dios efectúa.

Desde el tiempo en que Dios se encarnó como hombre, y especialmente durante un período de treinta y tres años y medio, hubo un hombre en esta tierra que tenía a Dios en Su interior. Jesús era un verdadero hombre, un hombre típico; sin embargo, el Dios Fuerte fue forjado en Él. Dios había llegado a ser un hombre, y Dios fue introducido en el hombre. No obstante, eso no es todo; pues el Señor Jesús también introdujo al hombre en Dios. Él logró esto mediante Su muerte y resurrección. Hoy en los cielos hay un hombre en Dios. Mediante la encarnación de Cristo, Dios fue introducido en el hombre; y mediante Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, el hombre fue introducido en Dios.

Mientras Jesús estuvo en la tierra, Él era un hombre que tenía a Dios en Su interior; hoy, mientras Jesús está en el cielo, Él es Dios con el hombre en Su interior. Ésta es la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios, y éste es el significado de la edificación de Dios. Esta mezcla ya fue consumada. Hoy lo único que necesitamos es una reproducción en serie de esta mezcla. Todos necesitamos, en términos de la experiencia, que Cristo se encarne en nosotros. Después de esto, Él tiene que hacernos pasar por la muerte y la resurrección para introducirnos en Dios. Cuanto más pasemos por la cruz y seamos introducidos en la resurrección, más estaremos en Dios. Dios está en nosotros hoy, pero nosotros no estamos mucho en Dios. Es por eso que Dios está realizando la obra de edificación en esta tierra hoy.

Hoy cuando predicamos el evangelio, realizamos la obra de la encarnación, es decir, introducimos a Dios en el hombre. Luego de inmediato empezamos la obra de edificación, es decir, introducimos a las personas en Dios por medio de la cruz y la resurrección de Cristo. De este modo, todos llegamos a ser la reproducción en serie de Cristo. Cuando esta obra de reproducción se haya llevado a cabo completamente y se haya formado, el resultado de ello será el tabernáculo agrandado, la Nueva Jerusalén.

La Biblia se compone de sesenta y seis libros que nos dicen cómo Dios ha venido laborando por más de seis mil años para producir Su edificio consumado. Los estudiantes de la Biblia hablan de muchas dispensaciones, que nos dicen cómo Dios obra de una manera en cierta era y de otra manera en otra era. Sin embargo, el resultado final, el resultado de toda la obra de Dios a través de todas las generaciones, será la Nueva Jerusalén. No importa cómo interpretemos las dispensaciones, debemos entender que todas las diferentes maneras en que Dios opera producirán cierta clase de resultado: la Nueva Jerusalén. Por lo tanto, resulta lógico que al final de los sesenta y seis libros de la Escritura encontremos un cuadro de este edificio.

Hemos visto en las Escrituras cómo en las primeras etapas de la historia había una pequeña tienda con un pequeño altar. A lo largo de muchas generaciones esa tienda ha venido creciendo hasta que finalmente habrá un gran tabernáculo. Cuán significativo es que la Nueva Jerusalén aún sea llamada el tabernáculo de Dios (Ap. 21:3). Este tabernáculo es la mezcla total de Dios con el hombre.

(Visión del edificio de Dios, La, capítulo 17, por Witness Lee)