LA LÍNEA QUE SE PRESENTA EN LAS ESCRITURAS
Desde el comienzo de las Escrituras hasta el final se ve una línea muy clara acerca del edificio de Dios. Entre el sinnúmero de cosas que fueron creadas por Él en Génesis 1 y 2, Dios menciona tres sustancias preciosas: oro, bedelio (una perla) y ónice. ¿Por qué se mencionan estas cosas desde el comienzo y para qué son? La respuesta a esta pregunta se revela al final de las Escrituras. En Apocalipsis 21 y 22 vemos algo que ha sido edificado, una ciudad llamada la Nueva Jerusalén. Esta ciudad se compone de oro, perlas y piedras preciosas. Las sustancias preciosas mencionadas en Génesis son los materiales necesarios para el edificio descrito en Apocalipsis. Al comienzo de Génesis vemos los materiales, y al final de Apocalipsis vemos la Nueva Jerusalén, compuesta de estos materiales.
Podríamos entonces hacernos esta pregunta: ¿De qué trata la parte de las Escrituras comprendida entre Génesis y Apocalipsis? Si leemos cuidadosamente, veremos la línea del edificio de Dios que se extiende desde Génesis hasta Apocalipsis. Sin embargo, también podremos ver un poco de otra obra de edificación que no es de Dios. Todas las Escrituras son un relato acerca de la obra de edificación.
Inmediatamente después de la caída del hombre, mencionada en Génesis 3, leemos de la ciudad de Enoc, edificada por los hijos caídos de Adán. Más tarde, encontramos otra ciudad llamada Babel, que fue erigida junto con una torre elevada. Posteriormente, la ciudad de Sodoma fue edificada. Pero en contraste con estas ciudades, Dios menciona a algunos hombres que vivían en tiendas. Noé vivía en una tienda, frente a la ciudad de Enoc; y más tarde Abraham vivió en una tienda, frente a las ciudades de Babel y Sodoma.
Génesis también relata la historia de Jacob, un hombre que una noche tuvo un sueño maravilloso. Cuando despertó, erigió una piedra que había usado como almohada y derramó aceite sobre ella, diciendo: “Esto no es otra cosa que la casa de Dios” (Gn. 28:17). Éste es el edificio de Dios. Una piedra será la casa de Dios.
El libro de Éxodo narra cómo los descendientes de Jacob, el pueblo de Israel, fueron llevados cautivos a Egipto. Allí ellos, como esclavos de Faraón, trabajaron arduamente para edificarle dos ciudades. Pero en lugar de usar materiales de edificación como oro, perla y piedras preciosas, usaron barro, es decir, usaron algo que procede de la tierra. Los ladrillos eran hechos con barro endurecido por el calor obtenido al quemar paja. Así que, las dos ciudades de Faraón fueron hechas con cosas terrenales.
Dios finalmente libró a los israelitas de Egipto y los llevó al monte Sinaí en el desierto, y allí les pidió que le edificaran un tabernáculo. Si nosotros hubiésemos mirado en el interior del tabernáculo y hubiésemos observado cómo el sacerdote adoraba en el Lugar Santísimo, lo habríamos visto vestido de un pectoral con dos hombreras llenas de piedras preciosas. Alrededor del sacerdote se podía ver el oro. En ese edificio no había nada hecho con paja ni con ladrillos de barro; sólo había oro y piedras preciosas. Debemos también recordar que el tabernáculo era el centro mismo del pueblo de Israel durante la historia de su vagar por el desierto.
Cuando ellos entraron a la buena tierra de Canaán, la obra esencial de los israelitas consistió en la construcción de un templo, otro edificio. Pero antes de levantar esta estructura, ellos tenían que vencer y echar a todos sus enemigos. Tenían que tomar posesión de la tierra, el terreno, donde estaría el edificio. Sobre este terreno ellos construyeron el templo, el cual llegó a ser el centro de la historia de Israel.
Años más tarde, inmediatamente después que el enemigo derrotó a Israel y tomó posesión de la tierra, el templo fue destruido. El enemigo destruyó su centro. Pero después de setenta años de cautiverio hubo un recobro, pues la ciudad y el templo fueron reedificados. Lo principal que fue recobrado fue la obra de edificación: la edificación de la ciudad y del templo. Con esto concluye la historia del Antiguo Testamento.
El acontecimiento más destacado del Nuevo Testamento fue la encarnación de Cristo en forma humana. El Evangelio de Juan dice que el Señor Jesús “fijó tabernáculo entre nosotros” (1:14). Dios mismo se encarnó para ser el tabernáculo, el edificio. El Señor Jesús era el edificio descrito en los cuatro Evangelios.
El enemigo, Satanás, utilizó al pueblo judío para que destruyera este edificio al hacer morir a Jesús en la cruz. Pero el Señor ya les había dicho a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (2:19). Esto significa que el Señor levantó Su cuerpo, que fue destruido, en resurrección y por medio de la resurrección. Esto incluyó Su Cuerpo místico, la iglesia.
En las Epístolas se nos dice que la iglesia es la casa de Dios, el templo de Dios. Por lo tanto, la iglesia es el propio edificio de Dios. Luego, alabado sea el Señor, al final de las Escrituras no vemos otra cosa sino un edificio, una ciudad, que es la culminación de la obra de edificación de Dios a través de las generaciones. En esta ciudad santa, la Nueva Jerusalén, están los nombres de las doce tribus del Antiguo Testamento y los nombres de los doce apóstoles del Nuevo Testamento. Estos dos grupos representan a todos los redimidos de Dios. Esto significa que la Nueva Jerusalén es una entidad compuesta de todos los redimidos. Pero eso no es todo; en la Nueva Jerusalén, Dios y el hombre están completamente mezclados como un solo edificio. En otras palabras, la divinidad está mezclada con la humanidad. Dios es el contenido, y el hombre es el vaso que lo contiene; Dios es la vida, y el hombre es la expresión de esa vida. Éste es el edificio consumado de Dios.
Hemos abarcado toda la Biblia brevemente. ¿Pueden ustedes ver la línea, la visión, del edificio de Dios, a lo largo de las Escrituras? Recuerden que al principio tenemos los materiales, pero al final tenemos el edificio terminado, el cual está compuesto de estos materiales. En medio de ello se describe el procedimiento de la edificación y, por supuesto, se insertan muchas historias. En pocas palabras, estas inserciones interesantes son numerosos relatos acerca de la serpiente, Satanás, que se introdujo inmediatamente después que los materiales de edificación fueron mencionados en Génesis 2. Pero después que la serpiente apareció, Dios de inmediato predijo que la simiente de la mujer, Cristo, heriría a la serpiente en la cabeza (Gn. 3:15). La serpiente trajo consigo el pecado y la muerte, pero Cristo trajo justicia y vida (Ro. 5). Cristo mismo destruyó al diablo. Finalmente Cristo echará a la serpiente y la arrojará al abismo y al lago de fuego (Ap. 20). Éste será el final de las inserciones. Pero el edificio de Dios estará allí completamente terminado. Esto nos presenta un breve esquema de las Escrituras, que no son otra cosa que un relato del edificio de Dios.
(
Visión del edificio de Dios, La, capítulo 1, por Witness Lee)