LA CONVERSACIÓN DEL SEÑOR CON NICODEMO
Los versículos 1 y 2 dicen: “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él”. Aquí vemos que Nicodemo era un fariseo. En sus días, habían ciertos requisitos para ser un fariseo. Nicodemo no solamente era un fariseo; él también era un líder principal entre los judíos. ¿Por qué una persona como ésta vino al Señor Jesús de noche? Nicodemo vino al Señor de noche debido al orgullo. Él era un fariseo de una posición muy elevada en la sociedad. También, según 3:10, era un maestro de Israel. Además, Nicodemo era un anciano y un caballero. Podemos decir que él era un fariseo, un principal, un maestro, un anciano y un caballero.
Es posible que en ese tiempo Nicodemo tuviera más de sesenta años de edad. El Señor Jesús probablemente tendría un poco más de treinta. Nicodemo era por lo menos, una generación mayor que el Señor Jesús. No obstante, vino a un joven de Nazaret para que le enseñara. Nicodemo sabía que si le veían hablando con el Señor Jesús, otros fariseos podrían condenarle y avergonzarle. Es por esto que él vino al Señor de noche.
Cuando vino al Señor, Nicodemo lo llamó rabí, un título honorable que alude a un maestro. Nicodemo también dijo que nadie podía hacer las señales que el Señor hacía, si Dios no estaba con él. Es muy significativo que Nicodemo tuviera tal reconocimiento de Jesús, el nazareno. Debido a que Nicodemo sabía que Dios estaba con este nazareno, él estuvo dispuesto a venir al Señor para recibir Su enseñanza.
Según 3:3, el Señor respondió a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Aquí el Señor parecía estar diciendo: “El hecho que me llames rabí indica que quieres recibir más enseñanzas, más doctrinas. Pero Yo no he venido para que tú tengas doctrina. Nicodemo, Yo he venido para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia. He venido para impartirte vida. No estoy aquí como un rabí para darte más enseñanzas. Nicodemo, Yo no soy tu rabí, soy tu Dador de vida. Es más, deseo ser tu vida misma. Quiero darme a ti como tu vida. Lo que tú necesitas es nacer de nuevo. Si no naces de nuevo, no puedes ver el reino de Dios, ni mucho menos entrar en él. Nicodemo, ahora estás en el reino de los hombres. Pero hay otro reino, otra esfera, y ésta es la esfera de Dios. ¿Cómo puedes tú, un ser humano, conocer las cosas que están en la esfera de Dios? Si deseas conocer las cosas que se hallan en esa esfera, necesitas tener la vida de Dios. Por consiguiente, si deseas ver el reino de Dios y entrar en él, necesitas nacer de nuevo”.
Todo reino tiene una clase de vida en particular. Las plantas en el reino vegetal tienen la vida vegetal, y los animales en el reino animal tienen la vida animal. Conforme al mismo principio, los seres humanos en el reino humano tienen una vida humana. Por las palabras que el Señor dijo a Nicodemo vemos que necesitamos otra vida, la vida divina, la vida de Dios, si es que deseamos conocer las cosas del reino divino.
Cuando el Señor le dijo a Nicodemo que es necesario nacer de nuevo, éste le dijo: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4). Esto indica que Nicodemo pensó que, para nacer de nuevo, una persona debía entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer. Era así como él entendía la palabra del Señor.
En el versículo 5 el Señor Jesús siguió diciendo: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Noten que el Señor no le explicó a Nicodemo lo que quiere decir nacer de agua y del Espíritu; y tampoco Nicodemo se lo preguntó. Esto indica que Nicodemo entendió la palabra del Señor acerca de nacer de agua y del Espíritu. Como ya lo mencionamos, Nicodemo debió de haber conocido las palabras de Juan el Bautista. Éste había dicho que él bautizaba en agua, pero que el que venía tras él, Él los bautizaría en el Espíritu. Por consiguiente, necesitamos dos clases de bautismos: un bautismo en agua y un bautismo en el Espíritu.
En los versículos 6 y 7 el Señor continuó, y dijo que lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Entonces le dijo a Nicodemo que no se maravillara de que le había dicho: “Os es necesario nacer de nuevo”. Luego en el versículo 8 el Señor le dijo: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.
Según el versículo 9, Nicodemo le dijo al Señor: “¿Cómo puede hacerse esto?”. Esto indica que él entendió lo que el Señor estaba hablando, y ahora quería saber cómo podía hacerse eso.
Respondió el Señor y le dijo: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” (v. 10). Aquí y en los versículos siguientes el Señor parecía decir: “Nicodemo, siendo un maestro de Israel, ¿nunca has enseñado acerca del capítulo 21 de Números? Tú sabes que, según ese capítulo, los hijos de Israel fueron rebeldes, y ellos fueron mordidos por serpientes. Muchas personas murieron. Cuando los hijos de Israel clamaron a Moisés a causa de la situación, Moisés oró al Señor en nombre de ellos, y Dios le dijo que hiciera una serpiente de bronce y la levantara sobre un asta. También le dijo que todo el que había sido mordido por una serpiente venenosa debía mirar a la serpiente de bronce que estaba sobre el asta, y cualquiera que la mirara, viviría. La mayoría de los hijos de Israel hizo esto, y de esa manera ellos no murieron. Nicodemo, dado que has sido maestro por muchos años, tú debes conocer esta historia”.
En el versículo 11 el Señor siguió diciendo: “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio”. En este versículo nosotros (implícito en sabemos) y nuestro se refieren a Juan el Bautista y al Señor Jesús.
En el versículo 12 el Señor añadió: “Si os he dicho las cosas que están en la tierra, y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las que están en el cielo?”. Aquí, las cosas que están en la tierra no se refieren a las cosas de naturaleza terrenal, sino a las que ocurren sobre la tierra, incluyendo la redención y la regeneración. La regeneración no ocurre en el cielo, sino en la tierra. En el mismo principio, en este versículo, “las que están en el cielo” no son las cosas de naturaleza celestial, sino las cosas que ocurren en el cielo. Así pues, en el versículo siguiente el Señor dijo que Él es el que descendió del cielo, y que aún está en el cielo. Esto muestra que Él conoce las cosas que ocurren en el cielo, porque Él es el que está todo el tiempo en el cielo.
Como hemos visto, los versículos 14 y 15 dicen que así “como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. Luego el versículo 16 explica que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, más tenga vida eterna”.
(
Cumplimiento del tabernĂ¡culo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El, capítulo 8, por Witness Lee)