TRES ASUNTOS IMPORTANTES
El agua viva
En Su conversación con la mujer samaritana, según Juan 4, el Señor recalcó tres asuntos importantes. En primer lugar, le indicó que ella necesitaba al viviente Hijo de Dios como una fuente de agua viva que brote dentro de ella. Primero le dijo: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva” (v. 10). Finalmente, le dijo: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (v. 14).
Adorar en el espíritu humano
Segundo, el Señor le habló a la mujer samaritana respecto a la necesidad de que el espíritu humano adore al Espíritu divino: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (vs. 23-24). El Señor dijo esto a la mujer a fin de instruirla con respecto a la necesidad de ejercitar su espíritu para tener contacto con Dios el Espíritu.
Aquí el Señor no le estaba diciendo que ella debía adorar a Dios en el Espíritu Santo. En realidad, el Espíritu Santo es el objeto de nuestra adoración, no el medio con el cual adoramos. Debemos adorar al Espíritu divino por medio de nuestro espíritu humano regenerado. El Señor dijo: “Dios es Espíritu”. Si queremos adorar a este Espíritu, tenemos que adorarle en nuestro espíritu. Únicamente el espíritu puede adorar al Espíritu. El espíritu que adora es nuestro espíritu humano, y el Espíritu adorado es el Espíritu divino. Así pues, el espíritu humano adora al Espíritu divino.
Este Espíritu divino es el Dios Triuno: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Toda la Deidad es Espíritu. En Juan 4:24 Dios no denota una parte de la Deidad, sino toda la Deidad. No obstante, debido a la influencia de la teología sistemática, algunos cristianos tratan de separar al Padre, Hijo y Espíritu. Es comúnmente enseñado que nunca debemos orar al Espíritu Santo ni adorar al Espíritu Santo. Según la enseñanza tradicional, debemos adorar a Dios el Padre en el nombre de Jesucristo el Hijo por el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, lo dicho por el Señor Jesús en el versículo 24 indica que toda la Deidad es Espíritu. En la Trinidad no solamente el Espíritu es Espíritu, sino que también el Padre y el Hijo son Espíritu. El Dios Triuno es Espíritu, y nosotros le adoramos como el Espíritu divino por medio de nuestro espíritu humano.
En el capítulo 4 de Juan el Señor Jesús puso gran énfasis en el espíritu humano. Sin embargo, adorar al Espíritu divino con nuestro espíritu humano es una práctica muy descuidada por los cristianos de hoy. En lugar de adorar en el espíritu, hay muchos que adoran según programas, horarios y rituales. También es posible que cuando venimos a las reuniones nosotros fallemos y no adoremos en espíritu. ¿Asiste usted a las reuniones de la iglesia en su espíritu? Es posible que fallen y no vengan a la reunión en espíritu. Al contrario, tal vez vengan a la reunión según su horario, programa o a su manera.
Cuando venimos a una reunión de la iglesia, no debemos venir de una manera ritualista ni formal; debemos venir en nuestro espíritu. Puedo testificar que interiormente no tengo paz si antes de venir a una reunión no oro para avivar mi espíritu. Todos los santos deben tener la práctica de ejercitar su espíritu antes de venir a una reunión. Cada vez que estemos apunto de ir a una reunión de la iglesia, debemos avivar nuestro espíritu a fin de que nuestro espíritu sea plenamente “levantado”.
En la conversación que tuvo con la mujer samaritana, el Señor le indicó que había dos espíritus: el Espíritu divino y el espíritu humano. El Espíritu divino es adorado por el espíritu humano. Hoy en día debemos prestar mucha atención a estos dos espíritus.
Cristo como la realidad de las ofrendas
El tercer asunto que el Señor le mostró a la mujer samaritana fue el de adorar al Padre con veracidad o realidad. Cristo no solamente es el Hijo viviente de Dios que es el don de Dios para nosotros; Él también es la realidad de todas las ofrendas. Les animo a que pongan en práctica todo lo que han oído acerca de Cristo como las ofrendas. Les ayudaría leer el libro Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia. No debemos recibir los mensajes respecto a Cristo como las ofrendas meramente como enseñanzas. Debemos llevar estos mensajes a la práctica y orar: “Señor, quiero tomarte como mi ofrenda por el pecado y mi ofrenda por las transgresiones, de modo que pueda participar de Ti como mi holocausto, mi ofrenda de harina y mi ofrenda de paz. Señor, durante toda mi vida, día tras día, quiero disfrutarte y participar de Ti como todas mis ofrendas”.
En nuestra experiencia necesitamos tener al Hijo viviente de Dios como el don divino que nos fue dado, necesitamos adorar al Espíritu divino con nuestro espíritu humano y necesitamos a Cristo como la realidad de las ofrendas. Si tenemos estos elementos en nuestra experiencia diaria, tendremos una vida que está completamente satisfecha con Cristo, y en nuestra vida de iglesia tendremos la adoración que satisfará a Dios al máximo. En nuestra vida humana necesitamos a Cristo como el agua viva, y en nuestra vida de iglesia necesitamos a Cristo como la realidad de las ofrendas. Si tenemos a Cristo como el agua viva y la realidad, no tendremos ningún pozo tradicional de Jacob, ni un monte Gerizim con su mixtura de adoración. En vez de tradición, rituales o formalidades, tendremos una vida en la que estamos satisfechos y una adoración que satisface al Padre.
(
Cumplimiento del tabernĂ¡culo y de las ofrendas en los escritos de Juan, El, capítulo 15, por Witness Lee)