AMÓN Y MOAB
Amón y Moab eran hermanos, ambos nacidos de Lot a través de las dos hijas de Lot. Su origen era horrible y maligno. No obstante, Lot era pariente de Abraham, el primer ancestro del pueblo de Israel; por lo cual, Amón y Moab tenían cierto vínculo sanguíneo con Israel.
Según el relato de Ezequiel, Amón ofendió a Dios. Primero, cuando el santuario de Dios fue profanado, ellos estaban felices y dijeron: “¡Ah!” (25:2-3). Segundo, cuando la Tierra Santa de Dios fue desolada, los amonitas también se alegraron. Además, cuando la casa de Judá fue llevada en cautiverio, los amonitas se alegraron nuevamente. Ellos estaban felices a causa de tres cosas: que el santuario fuese profanado, que la buena tierra fuese desolada y que la casa de Judá fuese llevada en cautiverio. Esto indica que ellos aborrecían el santuario, la Tierra Santa y la casa de Judá.
El santuario tipifica al Cristo encarnado que fijó tabernáculo en la tierra como morada de Dios, el santuario de Dios (Jn. 1:14). La buena tierra también representa a Cristo con todas Sus riquezas y gracia, las cuales nos fueron dadas por Dios. Según la tipología, la casa de Judá representa a la iglesia. Por tanto, el santuario representa a Cristo, la buena tierra representa toda la rica gracia de Dios en Cristo y la casa de Judá representa a la iglesia. Los amonitas de hoy aborrecen estas tres cosas. Ellos aborrecen a Cristo, aborrecen la gracia de Dios en Cristo y aborrecen a la iglesia.
Durante los primeros siglos de los años d. C., el Imperio romano fue una especie de amonita. El Imperio romano aborrecía al Cristo encarnado, el tabernáculo como santuario de Dios sobre la tierra, y aborrecía la rica gracia dada por Dios a Su pueblo. El Imperio romano también aborrecía a la iglesia. Todavía hay “amonitas” sobre la tierra hoy, esto es, personas que aborrecen a Cristo, aborrecen la gracia de Dios y aborrecen a la iglesia. En este país, e incluso en su vecindario, hay algunos “amonitas”.
Los moabitas dijeron: “¡Mira, la casa de Judá es como todas las demás naciones!” (Ez. 25:8). Los moabitas se sentían felices de ver que Jerusalén ya no estaba separada de las naciones. Esto representa a aquella clase de persona que desea llevar a la iglesia a asociarse con el mundo y gusta de hacer que la iglesia sea igual a las naciones. Durante los dos primeros siglos de la iglesia, el Imperio romano fue un “amonita”, pues aborrecía a Cristo, la gracia de Dios y la iglesia. Entonces, el emperador romano Constantino vino no como un “amonita”, sino como un “moabita”. Él fue quien llevó a la iglesia al mundo, haciendo que la iglesia fuese prácticamente igual a las naciones.
Al presente la situación es la misma. Algunos “amonitas” aborrecen la iglesia, pero algunos “moabitas” han venido a la iglesia y procuran hacer que la iglesia se asocie con el mundo y que la iglesia sea igual al mundo.
Aunque Amón y Moab eran hermanos, lo que hicieron con respecto al pueblo de Israel fue muy diferente. Hoy en día todavía tenemos estas dos clases de personas. Me preocupa que en algunas iglesias locales haya ciertas personas usadas por Satanás para ser “moabitas” que lleven a la iglesia a retroceder al mundo y hagan que la iglesia se asocie con el mundo. Ellos quieren que la iglesia sea igual al mundo, igual que los paganos.
(Estudio-vida de Ezequiel, capítulo 15, por Witness Lee)