Estudio-vida de Ezequiel, por Witness Lee

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LOS SERES VIVIENTES TIENEN CUATRO CARAS

Cada uno de los seres vivientes tiene cuatro caras. Si viéramos a alguien con cuatro caras nos asustaríamos; no obstante, esto es exactamente lo que debemos ser. Todos debemos tener cuatro caras.

La cara de hombre

La primera cara es la cara de hombre. Somos hombres y, debido a ello, debemos vernos como hombres. Fuimos creados como hombres, pero la caída hizo que nos corrompiéramos, y fuéramos envenenados y dañados. Por tanto, tenemos necesidad de la redención efectuada por el Señor. Mediante la obra redentora del Señor somos traídos de regreso a la humanidad apropiada. En realidad, la humanidad que tenemos no es nuestra, sino de Él, pues tenemos la humanidad de Jesús.

Algunos afirman que es difícil ser un hombre y aducen que detestan ser hombres. Quienes tienen tal actitud con respecto a su condición humana deben ver que su concepto es totalmente distinto al concepto que el Señor tiene en Su salvación. La salvación del Señor tiene por finalidad hacernos seres humanos apropiados. Si usted es un marido, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un marido apropiado. Si usted es una esposa, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted una esposa apropiada. Si usted es un padre, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un padre apropiado. Si usted es un hijo, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un hijo apropiado. La salvación del Señor tiene por finalidad hacer de nosotros seres humanos apropiados. Por tanto, todos debemos tener cara de hombre. Sin embargo, algunos cristianos, en especial ciertas hermanas, no parecen ser seres humanos; más bien, son tan “espirituales” que pareciera se han convertido en criaturas extrañas: mitad hombre y mitad ángel. Tenemos necesidad de la cara de hombre. No debiéramos preferir ser algo distinto y no debiéramos pretender ser algo distinto. Debemos ser simplemente lo que somos: hombres. En lugar de procurar ser algo distinto a un ser humano, debemos simplemente ser seres humanos. Sin embargo, no debemos ser seres humanos mediante nuestra humanidad natural, sino mediante la humanidad del Señor Jesús.

Si leemos los cuatro Evangelios nuevamente, veremos que Jesús era una persona con una humanidad apropiada. Muchos de los que leen los Evangelios únicamente prestan atención a los milagros realizados por el Señor en Su divinidad; tales personas no prestan adecuada atención a lo realizado por el Señor en Su humanidad. Por ejemplo, Juan 4 nos cuenta cómo el Señor Jesús viajó con Sus discípulos a una ciudad de Samaria. Él estaba cansado y sediento, y les pidió a Sus discípulos que entraran en la ciudad a fin de comprar algo de comer. Después que ellos se fueron a comprar alimentos, una mujer samaritana vino a sacar agua del pozo que estaba cerca de donde estaba sentado el Señor Jesús. Aunque Él era el Dios Todopoderoso, en aquella situación Él se condujo como un hombre común y corriente, sin ninguna indicación o indicio de que Él era Dios. Cuando Él le pidió agua a la mujer, Él no dio indicios de ser más que un hombre. La mujer le preguntó: “¿Cómo Tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (v. 9). Él respondió a su pregunta de una manera muy humana. Los cuatro Evangelios relatan muchas historias similares, las cuales muestran cómo el Señor Jesús se condujo como un hombre normal, teniendo cara de hombre. A diferencia de ciertos religiosos en la actualidad que visten de modo muy extraño, el Señor Jesús no se vistió de manera peculiar. En Su vestimenta, Él no era extraño ni era distinto a los demás. Por el contrario, Su vivir fue el de un hombre común y corriente; tanto así que algunos dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt. 13:55). A los ojos de la gente, el Señor Jesús era el hijo de un carpintero común y corriente. Lejos de ser alguien extraño, Él era un hombre común y corriente que tenía cara de hombre. En la actualidad, nosotros también debemos tener cara de hombre.

Algunos creyentes piensan que una vez comienzan a ir en pos del Señor, deben convertirse en algo especial o diferente de los demás. Por tanto, es necesario comprender que debemos ser personas comunes y corrientes, esto es, como cualquier otro ser humano. Aunque somos personas que oran, leen la Biblia, asisten a las reuniones y sirven a Dios, nuestra apariencia sigue siendo de hombre, y nuestra cara es la de un hombre. En nuestra manera de vestir somos apropiados, pero comunes y corrientes, no peculiares o excéntricos. Sí, experimentamos al Señor como el viento, la nube, el fuego y el electro, pero el fruto de esta experiencia es que tenemos cara de hombre. Como seres vivientes, no somos ángeles, sino que somos muy humanos. De hecho, cuanto más espirituales llegamos a ser, más normales y humanos seremos. Cuanto más de Cristo tenemos en nuestra vida (Col. 3:4), más tenemos cara de hombre. En las Epístolas los apóstoles nos enseñan a ser seres humanos apropiados, en particular, cómo ser esposos, esposas y padres apropiados (Ef. 5:22—6:9; Col. 3:18—4:1). La salvación de Dios hace que seamos seres humanos apropiados para Su manifestación, mover y administración.

(Estudio-vida de Ezequiel, capítulo 5, por Witness Lee)