TRES ETAPAS DEL DISFRUTE DE CRISTO
En el Antiguo Testamento, Israel era el pueblo escogido y elegido de Dios. Dios había libertado al pueblo de Israel sacándolo de Egipto y los había traído a la buena tierra. Que el pueblo de Israel fuese introducido por Dios en la buena tierra tipifica el que Dios nos pusiera a nosotros en Cristo, quien hoy es nuestra buena tierra. Ezequiel 20:6 dice que la buena tierra es la gloria de todas las tierras. Cristo es la gloria en la tierra, y Dios nos ha puesto en el Cristo glorioso, quien en Sus riquezas inescrutables es una tierra que fluye leche y miel.
El pueblo de Israel experimentó tres etapas del disfrute de Cristo. En la primera etapa ellos disfrutaron de Cristo en Egipto como Aquel que es la Pascua con el pan sin levadura y las hierbas amargas. En la segunda etapa ellos, mientras deambulaban por el desierto, disfrutaron de Cristo como Aquel que es el maná celestial y el agua viva. En la tercera etapa ellos disfrutaron de Cristo como Aquel que es la tierra, una tierra llena de ricos productos.
Estas tres etapas corresponden a nuestra experiencia actual como creyentes en Cristo. Cuando fuimos salvos, disfrutamos a Cristo como Cordero pascual. Después, comenzamos a disfrutar a Cristo como nuestra porción diaria, nuestro maná diario. Sin embargo, éste no es el disfrute máximo de Cristo. El disfrute máximo de Cristo consiste en disfrutar a Cristo en la iglesia como Aquel que es la buena tierra con todas Sus riquezas inescrutables.
Con respecto a Cristo como la buena tierra, Ezequiel 20:6 dice: “Aquel día les alcé Mi mano para sacarlos de la tierra de Egipto a una tierra que Yo les había espiado, que fluye leche y miel, la cual es la gloria de todas las tierras”. Leche y miel, que son producto de la mezcla de la vida animal con la vida vegetal, representan las riquezas de la buena tierra de Canaán. En Cristo encontramos tanto el alimento espiritual (la miel) como la bebida espiritual (la leche). Tanto la leche como la miel son producto resultante del Cristo que posee dos clases de vida: la vida que redime, tipificada por la vida animal, la cual tiene sangre, y la vida que genera, o se multiplica, tipificada por la vida vegetal. Por un lado, la vida del Señor Jesús es una vida que redime, a saber: una vida poseedora de sangre, la cual fue derramada para nuestra redención; por otro, la vida del Señor Jesús es una vida que genera y produce, a saber: una vida que fue liberada mediante Su muerte en la cruz para Su multiplicación y aumento. Estos dos aspectos de Su vida se han mezclado para producir leche como nuestra bebida espiritual y miel como nuestro alimento espiritual. Cristo es ahora nuestra leche y miel, y como tal, Él es nuestro suministro y disfrute. Si permanecemos en Él como nuestra buena tierra, disfrutaremos las riquezas de Su suministro.
Finalmente, Israel, el pueblo escogido de Dios, llegó a vivir en la buena tierra donde estaba el templo y la ciudad. El templo representa la casa de Dios, y la ciudad representa el reino de Dios. La presencia de Dios está en Su casa, y la autoridad de Dios está en Su reino. En la vida de iglesia actual nosotros disfrutamos a Cristo como nuestra buena tierra y, por tanto, tenemos la presencia de Dios y la autoridad de Dios. Debido a que somos los elegidos de Dios que viven en Cristo y disfrutan de todo lo que Él es, en la vida de iglesia apropiada y normal, tenemos el templo de Dios con Su presencia y el reino de Dios con Su autoridad.
(
Estudio-vida de Ezequiel, capítulo 13, por Witness Lee)